Un par de andobas
Cuento / 16 de mayo de 2021

La cocina del escritor.— La historia que aquí se cuenta surge de una nebulosa de hechos reales que se dieron en el ámbito deportivo que se refiere en este cuento de febrero de 2017. Sin llegar a tal extremo, a lo largo de los años he encontrado en deportes similares personas que venden motos que no carburan, que se gripan antes de salir al circuito. El boxeo da para muchas historias. Muy buenas las contó F.X. Toole (seudónimo del entrenador de boxeo Jerry Boyd) en su cuentario Million Dollar Baby. Has leído bien: la oscarizada película de Clint Eastwood está basada en un cuento (hay muchas más películas de las que creerías que se basan en un cuento). Parece que en España el libro se retituló después del estreno de la película; su título original es Rope Burns: Stories from the Corner, y esa historia, con ese título, es la tercera de un libro que presenta seis cuentos extensos e intensos. Si mi cuento te anima a buscar el libro y comprarlo, me daré por satisfecho. Un par de andobas    ¿Cómo leer un archivo ePUB? Un par de andobas * (cuento – 4.057 palabras ≈ 17 minutos) —¿Pues por qué quieres que te…

Recogida de basura
Cuento / 12 de marzo de 2021

La cocina del escritor.— El cuento, escrito en octubre de 2017, conjuga dos historias que guardan paralelismo. Ambos acontecimientos inciden en la consideración que en realidad tienen las personas de nosotros: por sus hechos los conoceréis, una frase que se me antoja bíblica pero que vete tú a saber por qué vericuetos ha llegado a mi mente. Lo que nos dicen con la boca y cómo nos tratan con una red tejida de apariencia es una cosa, y otra muy distinta es la estima y consideración en que realmente nos tienen. Para detectarlo hay que estar atentos a visajes que se esconden tras hechos aparentemente amistosos. Lo que también es válido para la razón inversa de lo que muestra el cuento: aquello de «quien bien te quiere te hará llorar»; pero no voy a escribir una historia sobre una idea ya sintetizada en tan conocido refrán… He puntuado el cuento con una sola estrella porque no me acaba de gustar cómo se me fue plasmando, que una vez que comienzas a escribir un cuento con todo en mente, luego es muy complicado revertir la tendencia del inicio. En realidad pienso que la historia en sí merece cuando menos una segunda estrella. La lectura…

El origen de las carreras de orientación a caballo
Cuento / 5 de enero de 2021

La cocina del escritor Hace unos años, en una reunión de amigos, se nos ocurrió lanzar una nueva especialidad deportiva para revitalizar un pueblo de esa España que ya estaba vaciándose: las carreras de orientación a caballo. La orientación es un deporte de origen nórdico en el que al orientador se le proporciona un mapa detallado del terreno, en el que aparecen señaladas la ubicación de unas balizas que debe encontrar en el menor tiempo posible. Las balizas en el terreno son un prisma blanco y naranja, en cada una de las cuales hay una pinza. Esta pinza dejará una marca especial en la carta de registro que lleva cada orientador. Así, cuando el corredor llegue a la meta, deberá presentar su tarjeta con las perforaciones adecuadas en las casillas correspondientes a cada baliza. Los países escandinavos reglamentaron este deporte de corte militar que enfrenta a los participantes en una contrarreloj que se desarrolla en la naturaleza. La federación internacional de la modalidad reconoce cuatro especialidades: a pie, en BTT, en esquíes, y en silla de ruedas para discapacitados. La especialidad sobre esquíes es, obviamente, la prueba reina en los países de origen de este deporte que surgió en los primeros años del siglo XX….

Escaleras
Cuento / 12 de abril de 2020

Me han publicado este cuento en Narrativa Breve. Usa Control+F para abrir el buscador del navegador, pon mi apellido en la caja de texto y pulsa Intro para ir a mi cuento. Es un cuentito trilero…   Escaleras (un cuento del confinamiento) * (cuento – 781 palabras ≈ 3 minutos) Con esta gaita del confinamiento, apenas camino nada. Todo el día metido en casa y trabajando en lo que me gusta frente al ordenador. Además, con las lesiones de mi edad, quizá es lo mejor para mí. Pero una de estas noches, al irme a acostar, me he visto los pies hinchados y me he asustado. He tirado de enciclopedia mental y he recordado que con el propio apoyo de los pies al caminar, la compresión que hacemos contra el suelo, regula la sangre y los líquidos del cuerpo, que son reenviados al torrente circulatorio. Bueno, más o menos. Así que me he impuesto una rutina. Como vivo en zona rural, en lo que se llama una vivienda unifamiliar, y tengo escaleras interiores en casa, he decidido subirlas y bajarlas, y de paso tonifico la musculatura inferior, incluidas las nalgas. Me he propuesto subir doce veces los escalones, que son…

Por una rendija
Cuento / 1 de diciembre de 2018

Escribí este cuento en noviembre de 2013 para un concurso cuyo premio era ver publicado el cuento en papel. Se trata del esfuerzo editorial Calabazas en el trastero, de Saco de Huesos Ediciones. Piden cuentos con temática «fosca», como lo llaman ellos (una especie de cajón de sastre donde entra desde lo retorcido hasta lo horroroso, pasando por lo escabroso y lo tétrico). Para esa convocatoria el cuento debía versar sobre «empresas». Los cuentos deben tener un máximo de cinco mil palabras, y creo que mi cuento ajustaba esa cifra. Me parece recordar que hubo 64 ó 65 trabajos presentados, de los que se elegían trece para publicar. Este cuento no fue seleccionado, y me llevé una gran decepción… Desde entonces paso de concursar, aunque los amigos me han obligado a considerar algunas excepciones. Quizá este cuento sea malo de solemnidad. Quizá sea bueno pero los otros eran mejores. Quizá el que gran parte del cuento fuera dialogado suponía que se iba a llevar más páginas de las presupuestadas… Total, que no lo eligieron y quizá haya sido lo mejor que me podía haber pasado, porque se me habría subido el pavo en mi primer concurso. Aún así, espero haber…

Gas Ciudad
Cuento / 1 de octubre de 2018

Era de noche, había nevado, y caminaba descalzo derritiendo la nieve con mis pisadas. A cada paso, mis pies formaban un charco de nívea agua caliente. De pronto, entre los árboles, surgió un gruñón en pijama. El gruñón tenía una larga nariz, roja como una zanahoria cocida, y algunas cerdas pendían de sus fosas nasales. Sus cejas, enmarañadas y crespas, retenían los copos de nieve, que lejos de derretirse, se iban escarchando. Por sus orejas salían al exterior una bolsas de pelo cardado que también atrapaban copos de nieve. Su boca, roja como la lava, escondía unos oscuros dientes amarillentos, como los de un mascador habitual de tabaco. Sus manos, de nudosos y largos dedos con largas uñas melladas, se abrían y cerraban compulsivamente. Al principio lo confundí con uno de esos muñecos de una feria diseñados para asustar a las parejas juveniles. Pero pronto entendí que trataba de decirme, pero de su boca salían espumarajos de baba transparente y espesa. Me acerqué a él sintiendo el agua tibia bajo mis pies, y al llegar un par de metros de él vi que también estaba descalzo, pero él pisaba árgomas y zarzas secas. Bajó una mano hacia los amplios bolsillos…

Muerde y acaba
Cuento / 1 de agosto de 2018

En uno de mis paseos nocturnos junto a la orilla del río, y así evito a las personas que van atadas tras un perro que hace lo que le viene en gana, me paré a contemplar los chapuzones de las truchas que saltan a cazar algún insecto atrevido que sobrevuela la lámina de agua. No vi ninguna, pero escuchar las escuchaba. Y es que si apuntaba con mi linterna siempre saltaban a derecha o izquierda, río arriba o río abajo. Pero el discurrir del agua siempre relaja la mente y también, por qué no, los músculos, conectados a la mente por los nervios (bien lo sabían los constructores de la Alhambra). Como era verano, y a pesar de la fresca, me senté en uno de los bancos del paseo. En realidad, sabedor del rocío veraniego nocturno, llevaba prendas de abrigo. A algún irresponsable municipal debió parecerle bonito colocar una papelera junto a cada banco, cuando lo ideal sería colocar una papelara equidistante entre dos bancos. Pero quien piensa no manda y quien manda no piensa. Pero esta vez, la estulticia municipal me tenía reservada una sorpresa. Se levantó un vientecillo y de la papelera que tenía a mi derecha, que…

Ahogada en las ondas
Cuento / 15 de julio de 2018

Éste es de los primeros cuentos que están subidos a las Crónicas (deportivas) de Mospintoles, en 2009. Hay que alabar cómo se anticiparon esos «cronistas oficiales» a lo que hoy es el pan de cada día: periodistas que escriben lo que les piden y cómo se lo piden, trayéndoles sin cuidado la verdad o el daño que pueda causar unas líneas mal escritas. Está claro que no existe la independencia de los periodistas, convertidos en amanuenses que transcriben al dictado las ideas del amo que les paga y al que sirven gustosos y generosos (quien paga ni siquiera es el dueño del medio de comunicación; en realidad se trata de un amo ulterior que es quien sufraga las pérdidas a cambio de manipular la opinión pública). Haber elevado el periodismo a la categoría de ciencia (las llamadas Ciencias de la Información) no ha servido para infundir integridad en las decenas de becarios que la Universidad excreta anualmente al mercado laboral, proyectos de periodista que, a imagen y semejanza de los más idolatrados plumillas nacionales, acaban arrastrándose por emisoras y redacciones para no engrosar las filas del paro o acabar limpiando los baños en el turno de noche de una gasolinera…

La naranja telefónica
Cuento / 1 de julio de 2018

Me habían llamado de una histórica ciudad castellana para impartir un curso. Me pagaban el viaje y la estancia, en un lujoso hotel de cuatro estrellas. Pero tras impartir el curso, en horas lectivas, porque era dirigido al profesorado, me encontraba solitario en la ciudad. Vagué sin rumbo por las tardes, pues el curso se extendía durante tres días. Visité tiendas que me eran de interés por mor de mis otras aficiones, charlé con vecinos de aquella fría urbe, comí en restaurantes modestos, buscando la charla con los lugareños… Nada calmaba mi desamparo aquellos días de noviembre de 2016, acostumbrado como soy a vivir solo y hablar conmigo mismo y la brisa ribereña del anochecer. Volvía al hotel cansado de caminar y con la sensación de haber perdido la tarde. Mi importaba una higa la actividad que la ciudad desenvolvía diariamente, que si los cursos de natación en la piscina o las clases de taekwondo en uno de los polideportivos municipales. De vuelta al hotel, las aleccionadas recepcionistas no pasaban de ser corteses. Perdido en mi habitación sin saber qué hacer, me puse a rebuscar en los cajones de una cómoda. Había un listín telefónico de la ciudad. De tan…

Y el mundo se sumió en una Segunda Edad Oscura
Cuento / 1 de junio de 2018

Este cuento, a medio camino entre la distopía, el chiste y la crítica, me fue regalado en agosto de 2016. Iba de camino a casa en el Alvia, tras aterrizar en Barajas y pasarme toda una noche toledana de lectura histórica por mor de las pésimas combinaciones, cuando subió un señor de avanzada edad en una de las ciudades intermedias. Tenía reservado el asiento contiguo al mío, y tras darme los buenos días se repantigó a gusto en su butaca. Yo iba medio dormido, medio hambriento, medio rememorando mi lectura nocturna, cuando el hombre, del que recuerdo su enorme tamaño y su mostacho entrecano, soltó una exclamación. Con toda su educación me pidió disculpas, y me explicó que era lector de cuentos, y que lo que acababa de leer le había provocado esa exhalación. De repente se animó mi viaje. No es común que alguien se confiese lector de cuentos, y allí, el sistema informático de la Renfe, había reunido a dos cuentoheridos. Nos presentamos y la charla duró hasta Oviedo, donde yo me apeaba. Él continuaba viaje hasta Gijón. Pero antes de despedirnos me regaló unas cuartillas con el cuento que hoy subo al blog. Lamentablemente no está firmado y…

A título de buena vecindad
Cuento / 15 de abril de 2018

Estuve trabajando una larga temporada en un local de alterne. No uno nocturno, sino uno vespertino, donde la mocedad pijotera se reunía para discutir y exhibir sus cosas de niños adinerados. Pero los había la mar de educados a pesar del dinero de sus padres. Una noche, con el local ya cerrado y haciendo limpieza, encontré una libreta con algunas poesías y este cuento. Mientras la jefa limpiaba la barra con ginebra (el mejor producto para limpiar la barra de un bar) yo me escaqueaba al almacén para leer el cuento y echarme unas carcajadas. La última fue tan grande que la puerta del almacén se abrió lentamente y asomó la cabeza mi jefa. Le lancé la libreta, y mientras yo barría la zona del billar y los dardos, ella se fue a leerlo (y escaquearse) al guardarropía. Mientras recogía algún dardo perdido escuché su risotada. Aquella noche cenamos y comentamos animadamente el cuento. La libreta quedó en depósito en la taquilla, pero nunca vinieron a preguntar por ella. Cuando me despedí, poniendo fin a la relación con mi jefa, me llevé la carpeta. Era septiembre de 2016. A título de buena vecindad    ¿Cómo leer un archivo ePUB?   A…