Un par de andobas

16 de mayo de 2021

La cocina del escritor.—
La historia que aquí se cuenta surge de una nebulosa de hechos reales que se dieron en el ámbito deportivo que se refiere en este cuento de febrero de 2017. Sin llegar a tal extremo, a lo largo de los años he encontrado en deportes similares personas que venden motos que no carburan, que se gripan antes de salir al circuito.

El boxeo da para muchas historias. Muy buenas las contó F.X. Toole (seudónimo del entrenador de boxeo Jerry Boyd) en su cuentario Million Dollar Baby.

Has leído bien: la oscarizada película de Clint Eastwood está basada en un cuento (hay muchas más películas de las que creerías que se basan en un cuento). Parece que en España el libro se retituló después del estreno de la película; su título original es Rope Burns: Stories from the Corner, y esa historia, con ese título, es la tercera de un libro que presenta seis cuentos extensos e intensos. Si mi cuento te anima a buscar el libro y comprarlo, me daré por satisfecho.

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Un par de andobas   
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Un par de andobas
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(cuento – 4.057 palabras ≈ 17 minutos)

—¿Pues por qué quieres que te cuente la historia con aquellos dos idiotas? Si ya te he contado más veces, jaja. ¿Cómo que divertida? Bueno, según se mire, porque a mí ni puñetera gracia me hizo, ¿eh? Aunque si lo pienso en la distancia, igual sí que la veo, ¿eh? Pero en aquel momento no podía verle el chiste.

»Espera un poco… ¡Eh, Mari!, unas cervezas, aquí tráete. Seco voy a quedar si tengo que contarlo todo… ¿Qué haces? ¿Pero vas a apuntarlo? ¿Todo lo que te diga? Pues si te he contado más veces. De memoria deberías saber. Ah… Aquí están, dos birritas. Pues empiezo, ¿eh? Apunta bien, que si voy a salir en los papeles, que sean mis palabras las que pones…

»Cuando sucedió esto yo ya había dejado de pelear, pero aún entrenaba, ¿eh? No vayas a creer. Que no se puede dejar así de golpe, que luego te dan los infartos. Así que cuando aquello me dedicaba a dar clases en mi gimnasio, el que conoces, y a sacar chavalitos a pelear, y yo todavía estaba de buen faenar. Bueno, eso ya lo sabes, ¿verdad? Aquí siempre hemos sabido pelear.

»El caso es que un día me dicen los chavales que estos dos hermanos pues que habían puesto un bar. En no sé dónde, ni te voy a decir, pero más allá de Barakaldo saliendo para Cantabria; pues la furgoneta tuve que coger para ir a verles. Bueno, sin prisa te cuento, ¿eh?

»Salimos del gimnasio a tomar unas cervezas, que mira tú que ahora dicen que si son buenas para recuperar después del deporte y nosotros que ya lo hacíamos entonces sin saber. Pero sin abusar también, ¿eh?, no te vayas a pensar. Y vinimos aquí, a la tasca de Mari, lo que siempre hacemos. En aquella mesa que ahora está ocupada van y me lo sueltan. Que aquellos dos andobas habían puesto un bar y que allí tenían un cartel diciendo que daban clases de lo nuestro, de kickboxing. Bueno, esto sigue sin regular, así que cada uno puede hacer lo que le dé la gana, y allá el incauto que vaya a entrenar con mindundis. Pero van y me dicen que en el cartel ponían, como crédito, ¿eh?, que habían entrenado conmigo. Y eso no, ¿eh?, que a aquellos dos los conocía bien y eran más malos que la carne de pescuezo. Eran… y siguen siendo. Dos alicates cojonudos… Vaya par de andobas.

»Y aquello, pues la verdad, no me gustó. Porque conmigo no habían entrenado nunca. Bueno, en honor a la verdad he de decirte que yo no les había entrenado nunca. Que otra cosa es que sí habían coincidido conmigo en el gimnasio donde me entrenaba en boxeo cuando era campeón. Pero decir que habían entrenado conmigo, así, sin más, era como ir diciendo que era alumnos míos, y eso no, ¿eh?, que ya te he dicho que son malos y con avaricia. Mira tú, qué imagen iba a dar yo con esos dos zoquetes por ahí dejando caer que yo les había enseñado. Si no saben hacer la o con un vaso. Que van a saber…

»Así que aquel día me aguanté las ganas de ir hasta allí y romperles el cartel ese, pero me supe aguantar. Que si encima eres campeón y tienes un gimnasio que todo dios respeta, no vas a ir por la vida rompiendo carteles, que si lo hago, a ver qué imagen doy. Y yo me gano las alubias con la gente que me entra al gimnasio. Que Bilbao ha crecido, pero seguimos siendo cuatro aldeanos. Y más en el mundillo nuestro, que nos conocemos todos de habernos visto en las veladas, que ya llevamos unos cuantos añitos en esto. Que sí que hay una rivalidad sana, pero rivalidad al fin y al cabo. Y si yo como de mi gimnasio, otro come del suyo, y le puede venir bien que caiga algo de porquería en mi nombre. Bueno, esto tú lo entiendes, ¿verdad? No hace falta que te explique.

»Así que aquella noche me aguanté las ganas de coger la furgoneta e ir a hablar con aquellos dos andobas. Hermanos, los dos. Uno alto y contrahecho y el otro rechoncho y redondete. Vaya pinta deportistas que tienen, ¿eh? Y así siguen; igual igual siguen… El alto algo de peso ha cogido, pero sigue contrahecho. Y el otro parece que ha dado un estironcito, pero papitos y tocino sigue teniendo.

»Pero los chavales míos venga a decirme; un día y otro, un día y otro. Que si daban clases de kickboxing, que si eran ilegales, que si lo daban en una cochera, que si aquello era una cochambre, que si engañaban a la gente porque no tenían la titulación, que si eso iba en detrimento del deporte, que si había que hacer algo. Y como no habían peleado, pues venga a decir que habían entrenado conmigo, que me he hecho mi nombre a base sacrificio y sufrimiento. Y yo a los míos a no hacerles caso, porque sí te digo, ¿eh?, que pensé que querían verme encabronado o que tenían un interés que no querían decirme. Pero un día que salimos del gimnasio, llevaban así, como dos semanas diciéndome todos los días que tenía que hacer algo, pues que venimos aquí a ver a Mari y que no me dicen más. Y yo mosqueado, ¿eh? Pero no quise preguntar. Y como no me volvieron a decir, a la otra semana allá voy yo que les pregunto, y que me dicen que aquello sigue igual: que cogen gente y les dicen que ellos que habían entrenado conmigo. Oye, y que ese día, el que les he preguntado, que me coge el cabreo y que atoligo la furgoneta y que me voy a por ellos.

»Iba por la autopista, llegando a la altura de Baraka… Igual por Gurutzeta, o por Zorrotza, qué ya no me acuerdo, que noche oscura sí era, eso sí recuerdo, y que me pongo a pensar. Pues vaya papelón que iba a hacer yo si entraba en el bar todo encabronado y a voces con ellos. Que me tenía que tranquilizar, que al fin y al cabo eran dos mastuerzos y que de aquello nada iba a sacar. Que mejor daba la vuelta y que les dieran dos yoyas. Pero, oyes, que uno también es humano y la curiosidad ya me picaba a mí también. Así que baje un poco la velocidad, que igual algo pasado de vueltas sí iba, con la limitación esa en toda la autopista a ochenta, y empecé a pensar.

»Y que me acuerdo de un día que estábamos en el gimnasio de boxeo, cuando yo ya peleaba pero todavía no tenía este gimnasio, y el entrenador de boxeo que no viene. Me solían acompañar otros dos chavales que también peleaban en kickboxing, y estuvimos haciendo las rutinas de ese día. Pues ya sabes, que si saco, que si sombra, que si cuerda, que si punching… Tú que ya has peleado un poco sí sabes de qué te hablo, ¿eh?

»El caso es que el hermano alto, el estropeado, andaba haciendo el tonto en el ring con unos guantes. Y va y se nos pone a vacilar. Que si él hace no sé qué estilo de kungfú, (bueno, un estilo de kungfú que se había inventao un español y que lo llamaban Cham-Pú, nada más te digo, ¿eh?); y que si el boxeo y el kickboxing no son artes marciales, que si el kungfú es más completo, que si vale para defenderse en la calle porque no hay reglas, que si él entrena por su cuenta la técnica y no necesita sudar.

»Unas tonterías decía que al final al ‘Satas’, un asturiano muy salao que estudiaba en Sarriko y entrenaba con nosotros, pues que se le suelta el corcho. Tío majo el Satas, ¿eh? Muy majo. De un pueblo era… Forondas… Ay la hostia, no, que Foronda es el aeropuerto de Vitoria, jajaja. Ah… espera un poquito. ¡Oye Mari! El sábado de la semana que viene peleamos en Gasteiz… ¿Te vienes? Pues dejas a la Nekane, que abra el bar, y luego te enrolas cuando bajemos… Pues no sé… Para las diez de la noche aquí estaremos; una velada de barrio para chavalitos nuevos… Por la tarde… Duchados y todo saldremos de allí a las nueve… Bueno, ya me dices. Que hay un sitio para ti… Si no vas a venir, dime, que igual puede subir otro… Vale, pues me dices…

»¿Por dónde iba? Ah… Por el Satas, el asturiano. Qué chaval, qué manos metía… El spinning back fist lo bordaba, y los lowkicks, que te los hacía dobles, repetidos, vaya bien que te los metía… El primero lo parabas, pero el segundo lo comías… Pues no recuerdo ahora el pueblo ese… Sé que remaban… No, hombre, en trainera no… Traineras en Asturias, solo en Vegadeo y Castropol que yo sepa. Pero esos allá, para la zona de Galicia. Más traineras en Asturias no conozco. Los de este pueblo remaban en el río, ¿eh? Bueno, es igual.

»Te decía que el Satas que va y se ralla con el andoba alto y achepao que era, así que va y que le da jabón. Que le dice que sí, que él que le había estado observando y que le estaba gustando más lo que hacía él que lo que hacíamos nosotros. Que se le veía un fluir, le dice. Y que bueno… que le gustaría hacer guantes con él. Por probar, ¿eh? Oyes, mira, a aquel bobo nunca lo habíamos podido coger en el ring del gimnasio… Pero iba a las veladas nuestras. Recordaba una en que había ido el tío todo chulo, vestido de punta en blanco y con botas de puntera y con un austriaco azul, y diciéndole a todo el mundo que estaba preparando su debut. Un majadero. Pero gente así siempre ha habido en este mundillo. Mucha boca y pocos huevos. Pero si tú lo sabes bien, que has peleao.

»El caso es que el tipo va y le dice al Satas que vale, que entre a hacer guantes con él, pero va y le dice que suave, que tenía que coger no sé qué punto hasta calentar no sé qué, y que iba a hacer técnica. Y el Satas con los guantes ya en el ring que le dice que vale, y el punto filipino, que era más alto que el asturiano, que le empieza a coger la distancia y a moverse. Y el Satas que empieza a dejarse hacer. Y que le llegan una mano y otra, solo jabs, ¿eh?, porque a sacar la derecha el kungfundido le tenía miedo por si se quedaba colgado. Total, que el Satas deja de presionarle, se sigue comiendo jabs, y empieza a recular y el andoba alto que se viene arriba y empieza a dar pasito adelante, pasito adelante y a meter las manos, cada vez más rápido y cada vez con más fuerza. Mira, en una de esas que va y saca el jab y lo deja a medio recoger y el Satas, que era zocato, que va y le mete un spinning back fist, ya sabes, un puñetazo girado con toda la fuerza centrífuga que eso coge, y que le explota en toda la quijada al otro. Ay amá, cómo sonó aquello. Vaya bombazo. Y el boquerón que se queda parado pero que no cae, que yo creo que el Satas abrió la mano en el último momento para no arrancarle la cabeza porque vio que entraba, pero aún así la órdiga fue gorda. Sonó, sonó… Y el Satas que va y sonríe como quien dice “yo no he hecho nada”, y para de boxear y baja la guardia y le pregunta si está bien. Y el otro que no reacciona, y el Satas que le dice, con el bocado y todo puesto, ¿eh?, que lo siente, que lo probable es que le haya despistado que él fuera zurdo. Que está aprendiendo mucho con él, y que se pone de diestro.

»Oyes, el otro que le dice que sí con la cabeza pero que no habla. Chocan guantes y se pone el Satas de diestro, como él, y empieza a girar otra vez hacia la derecha, y así un ratito, y en un paso el asturiano se vuelve a poner de zurdo como quien no quiere la cosa, y continúan un poquito más y en estas va el andoba y le saca otro jab al Satas y… ¡Bum!, otro spinning back fist, pero esta vez interior, con la derecha, por el otro lado. Esta vez sonó a hostión. Vaya fustio. ¡Ay, amá! Blanco se queda el hermanito, aturdido que estaba, y yo que me digo: “lo ha matao”. Pues el andoba que no se cae, pero lo ojos, mira, uno mirando para Roma y el otro para Santiago. Y cuando recupera la visión, que fue enseguida, todo en un segundo, ¿eh?, coge los guantes, se los quita, los tira al suelo como con aversión, y con las mismas que da un paso, se agacha y sale del ring por entre las cuerdas como una exhalación, que todos pensamos que se iba al baño a mojarse o algo, o a mirarse en el espejo, pero nada de eso, que según sale del ring, que era un ring de suelo, enfila con las mismas por la puerta del gimnasio y la abre y que sale disparado caminando al ritmo de la legión. Y por el gimnasio nunca más lo volvimos a ver.

»Total, que recordando esta anécdota, yo que iba conduciendo, me empecé a reír, y me doy cuenta de que sí, de que ese era el aire que yo tenía que coger para ir a arreglar esto, que ya te he dicho que no me gustaba ni un pelo eso de que fueran jugando con el equívoco de que habían entrenado conmigo. Que no, que habíamos coincidido en el gimnasio alguna vez. El otro, el gordote, de aquella era más niño, y otro día te cuento otra anécdota de él, que si no me pierdo en dibujos y no te acabo este cuento. Pero recuerdo que un día el entrenador estaba haciéndole repaso y le pedía que soltara la izquierda y el chaval que se pone a llorar porque le dolía el hombro, y el viejo le echó del gimnasio por llorón y hasta nunca más.

»¡Eh!, Mari… Trae aquí otras dos cervezas, que este también bebe, ¿eh? A que están frescas frescas, ¿eh? Siempre venimos aquí después del gimnasio. Y las parrilladas, aquí también las hacemos. El gimnasio está ahí enfrente y el Mari nos trata de maravilla. Buenos feligreses somos, ¿a que sí, Mari? Jajaja… Mira como se ríe el jodío… Y encima nos patrocina con lo que puede. Hay que ser agradecidos en esta vida. Unos con otros, ¿eh? Ya verás los chándales que nos hemos hecho este año con la publicidad del mesón. Pues mira, igual los estrenamos en Gasteiz… Que un equipo de boxeo o de kickboxing conjuntado viste mucho, y no cada uno vestido de su casa. Que el dinero se ha hecho para gastarlo, ¿a que sí? Pues eso, que aquí vamos a estar cuatro días y no hay que hacerse mala sangre. Y como te iba diciendo, ¿a qué iba ir yo a ver a estos dos andobas cabreado? Pues pasado Baraka ya iba yo riéndome y quitando importancia al asunto, aunque no me gustaba eso de que jugaran con mi nombre, que lo mío me ha costado levantarlo donde lo tengo. Tú lo sabes bien, ¿eh? ¿A que sí, eh?

»Bueno, pues con esa mentalidad llegué al bar de esos dos andobas. Que me habían dicho en qué barrio de aquellos pueblos estaba, que no te digo cuál porque no hace falta para contar la cuestión. ¡Y ay amá! De la que me ven enfilar por la puerta, que no digo que no iría yo un poco serio otra vez al entrar en el bar, que veo que ambos, los dos, ¿eh?, que se me ponen pálidos. Date, aquí hay tomate. Y voy y miro alrededor y que en una de esas pizarras donde se anuncia el menú del día que habían puesto lo de las clases de kickboxing. Que estos para que iban a querer la pizarra. ¡Qué iban estos dos a dar menús ni nada! Si no saben…

»Y en la pizarra, colgado con un celo, había una hoja de grande como un folio pero de esas cuadriculadas y todavía con las rebabas de haberla arrancado del alambre del bloc. Escrita a boli. Alguna falta de ortografía sí creo que vi, pero ya ni me acuerdo. A saber cómo habían escrito kickboxing. Oyes, tú ponlo bien, ¿eh? No te vayas a equivocar, ¿eh? Que ya llevamos años con el tema de la nomenclatura…

»Bueno, pues yo que les entro en plan sociable, sonriente y eso. Qué cómo por allí, pues nada, que me había enterado de que habían empezado a entrenar, y ellos pues que sí, que les habían dejado una cochera… Y yo, pues que siendo digno, que cualquier sitio es bueno para empezar, que lo que hace falta es ilusión, y ellos que sí, que ganas de hacer algo ya tenían, y de organizar veladas en el barrio, pero que antes querían tener gente del barrio que peleara para atraer público (y hacer caja, claro)… Y yo que qué tal les iba, que si los chavales del barrio les iban por allí y que había que tener paciencia con ellos, y que si el Ayuntamiento les echaba una mano. Y ellos que sí, que bien, que si la gente del barrio estaba contenta, que si aquello era barrio obrero, que si los campeones salen de los guetos… Puaj… Los tópicos a mí ya sabes tú que me empiezan a cansar rápido, así que yo aguantando mecha… Que si que tenían razón, y que si yo me había dejado caer por allí era por si necesitaban algo, que si querían que les echara una mano, y que si querían traer a sus pupilos algún día al gimnasio para hacer guantes, que si nos tenemos que ayudar unos a otros, y que si así se levanta el deporte nuestro, que cuantos más seamos mejor, y que bastante tenemos con la falta de apoyo institucional… Pues y hasta les dije que si necesitaban algo que me podía dejar caer por su Ayuntamiento, que peleas sí que había hecho allí y les había llenado el polideportivo del pueblo, y que el alcalde de ahora era el concejal de deportes de aquella, y que seguro que se acordaba de mí, y todo eso que se dice en estos casos… Y ellos, entonces, que comienzan a darme jabón a mí, música para mis oídos, ¿sabes?: que si cuando yo peleaba, que si se acordaban de ir a verme, que si levantaba al público del asiento… Las tonterías de siempre… Y así conversamos, hasta que se me ocurrió preguntarles si tenían alguno que despuntara.

»Para qué lo haría… Lo que tuve que aguantar… La cara se les iluminó, oyes. Y después de mirarse uno a otro, empezaron a contarme de uno que tenían, pero al principio muy poco a poco, ¿eh?, como con timidez. Como si no quisieran decirme la joya que tenían. Pero el uno con el otro, se fueron animando. Y me contaron… Que sí, que tenían uno muy bueno. Bueno bueno de verdad, uno que iba para campeón de Europa. ¡Toma!, para mis adentros me dije, ¿eh?, que hasta al final nada he soltao. Y pensé que si era pipiolo sin estrenar en el ring, ¿cómo coño va a ir para campeón de Europa? Pero la curiosidad sí que me picó, ¿eh? Y algún detallito más sí les he preguntao. Y ellos me han dicho. Que si metía las dos manos con fuerza, que peleaba lo mismo de zurdo que de diestro. Que vaya cómo se movía por el ring, que vaya desplazamientos que tenía el chaval… Que había que ver cómo pegaba a las manoplas, que las hacía cantar, y que vaya cómo entraba y salía… Que además de pegador, con los pies también era rápido. Que estaba muy bien entrenao y que no cansaba. Que había que ver cómo pegaba a los sacos. Con qué potencia le atizaba al saco pesado. Y que con el saco ligero tenía mucha precisión y lo doblaba a cada puñetazo. Que esquivaba muy bien, que hacía la media cintura y la doble cintura perfectas… Que nada más se lo habían enseñado una vez y que ya lo había cogido… Que tenía facilidad, y que lo suyo era un talento natural… Que daba gusto verle saltar a la comba, que había que ver cómo la hacía silbar. Y que verle hacer sombra que vaya gozada era… Que en el punching el chaval mantenía desplazamientos y manos en alto, los tres minutos, ¿eh?… Y yo, un poco amoscao, la verdad, ¿eh?, les pregunto que si le gustaba entrenar… Que ya sabemos todos, ¿eh?, que estos talentos naturales suelen ser vagos naturales también, en el gimnasio y por las mañanas. Que todos sabemos que llega más lejos el que quiere y no puede que el que puede y no quiere… Así que van y me dicen que sí, que al chaval le gustaba entrenar en el gimnasio, y que por las mañanas madrugaba e iba a correr… Que hacía todo lo que le ponían… Que si series, que si cuestas, que si cambios de ritmo… Y yo asombrao que estaba… Y no te voy a mentir… Un poco con los dientes largos… ¿A ver si van a tener estos dos andobas un diamante en bruto y lo van a echar a perder con lo inútiles que son? Así pues, que me postulo como amigo, aunque ya te digo, yo estaba algo mosca, ¿eh? Tanto venderme el paquete, y yo pensando que si fuera bueno bueno no me lo tenían que decir, porque me lo podría llevar a mi gimnasio, que una cosa es ayudarse unos a otros y otra muy distinta es hacer el panoli y no hacerte con una perlita… Así que voy y les pregunto que algún defecto ha de tener, porque yo no he visto aún el boxeador perfecto, y menos si es tan joven y aún no ha debutao… Y van y se miran los dos, igual que al principio… Y me dicen que sí… Pero vaya caras que me ponen… ¡Date!, me digo… A ver si el chaval va a ser tuerto, o es viejo y ya no puede boxear porque licencia no dan si pasas de una edad, que tú lo sabes ¿eh?… Y que van y que me dicen que sí, que tenía un pequeño defectito que tenían pensado mantener en secreto hasta que debutara… Normal, les digo yo… Pero que si les puedo ayudar en algo, que podían contar conmigo… Y me pongo en plan doctor y les hablo de metodologías, que si ya está todo inventao para corregir todos los defectos habidos y por haber, que es cuestión de trabajo y de método… Y te digo ahora, ¿eh?, que sí que les he notado un poco timoratos para hablar del defecto del chaval… Pero yo animando, que no pasa nada, que a ver si se iban a pensar ellos que yo era perfecto cuando empecé, que todo se corrige, que los diamantes hay que pulirlos…

»Y entonces van y me dicen el defecto del chaval… Así, como con mucho sigilo, bajando la voz en el bar, que por cierto, nadie había, ¿eh? Ya me había fijao en ello nada más entrar… Y van y me dicen que el chaval que tiene un defecto que no saben cómo se lo pueden a corregir, y yo les digo que venga pues, que seguro que hay medio de corregir, y entonces va el andoba pequeñajo y regordete y me dice el secreto: “es que tiene mucho miedo a llevar golpes”.

»¡Ay amá! Mira, salí del bar sin decir adiós… Así como salió aquel día del gimnasio el alto desgarbao… así salí yo de allí… Ni un minuto más perdí con ellos ¿eh?… Vaya par de andobas… ¡Mari, salao! Sí…, otro par de birras.

Losange Sable
febrero 2017

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