Los cuentos deben contar algo. Lo vengo dejando claro en un sinfín de artículos en esta bitácora. Esos textos atmosféricos, lisérgicos y oníricos como llama Eloy Tizón a lo que él evacúa no son cuentos. A él mismo le da rampa decir que escribe cuentos. Lee el recorte de prensa que su propio editor exhibe. Recuerda que su amigo Alberto Olmos se fue de varetas diciendo que ET era el mejor cuentista español de todos los tiempos. Y es que quien tiene un amigo tiene un tesoro, aunque ese amigo sea un bocachancla que no tiene mucha idea de lo que es el cuento, y tuviera que correr a desdecirse cuando recordó que poderoso caballero es don dinero. Pues ese mismo Olmos ha escrito un cuento por encargo. Los cuentos por encargo no suelen funcionar y acaban siendo textos planitos por mostrar ocurrencias de última hora, cosa que cualquier cuentista sabe muy bien (en el enlace te dejo un cuento excepcional de Stig Dagerman escrito por encargo… el único que conozco por encargo que es de calidad superior). Tengo que suponer que como profesional plumífero que es no lo habrá escrito gratis, pues eso degradaría el esfuerzo del gremio de…
Mañana, día sábado, 17 de febrero, a las 19:30 horas, en el Parador de Turismo de Cangas de Onís, en Asturias, tendrá lugar un recital de cuentos conmemoratorio de la festividad de San Valentín. Me pidieron que presentara una selección de cuatro cuentos literarios, allá por noviembre, que versaran sobre la temática «sanvalentinesca», y ahora ha llegado el momento de la verdad: ¿será mi selección del agrado del público que asista al recital? Tamaña responsabilidad…, no vayas a pensar que es asunto baladí. Abajo te dejo el cartel que han confeccionado en el Parador para publicitar el recital. Aparezco como coordinador, pero no he coordinado nada, que quien ha realizado esa función ha sido Ignacio Bosch, el gerente del citado establecimiento hotelero. Un fenómeno… Ha dispuesto que los cuentos se lean con el acompañamiento de un violinista. A mí no se me hubiera ocurrido, puesto que la música y yo no solemos encontrarnos ni en los silencios de una habitación. Los textos los leerán cuatro intérpretes. En el cartel tienes a tres de ellos. El segundo cuento lo va a leer el propio Ignacio. La presentación correrá a cargo de un experto escenográfico: don Ángel Lueje. Ya te contaré el lunes…
« Ve al artículo anterior Voy a mostrarte tres cortes de Aquí no eres un extraño, libro de Adam Haslett donde se ofrecen 9 noveletas. Son textos breves –porque se leen de una sentada– que no se pueden llamar cuentos. Ni por su extensión, ni por su tratamiento. He elegido sin mucho mirar tres párrafos de sendas noveletas del libro. Después de que los repases te concretaré qué veo yo en cada párrafo que lo aleja del género del cuento. La traducción es de Eduardo Hojman. Adam Haslett – Aquí no eres un extraño • El fin de la guerra (página 39) Diez veces, quizá hasta veinte, se ha sentado en el sillón de un médico para responder a la misma batería de preguntas: cómo duerme, su deseo sexual, su apetito y su sensación de desesperación. Y él ha dicho que sí, que recuerda que un tío y una abuela suyos parecían más infelices de lo normal; y luego, sí, estaban sus padres, que se divorciaron; su madre, que siempre bebía bastante después de cenar; y no, no oye voces ni cree que exista una conspiración contra él. Al final de cada hora oía unas breves palabras del médico sobre…
En el último artículo propongo el término noveleta –de uso en el mundo editorial– para esas narraciones cortas que, al gusto de la anglosfera, están escritas de forma más novelada que cuentada. Ya he dicho muchas veces que el cuento tiene unas características intrínsecas, y que si un texto no respeta esas características no es cuento. Será otra cosa, pero no podemos llamar cuento a toda narración breve. Siquiera sea para no dar gato por liebre a los lectores. Es curioso que quienes se saben incapaces de escribir cuentos siguiendo las especificaciones que conforman este género narrativo son quienes piden «romper los corsés» que ellos dicen sentir para evacuar sus creaciones. Experimentación lo llaman, demostrando que ni les da el magín para escribir cuentos ni tienen caletre para escribir novela. Sólo paran mientes en la demolición del género. Eloy Tizón abandera a estos nuevos ninis (nicuento-ninovela). Ya le he dedicado un bisturí de laaguja mostrando su incapacidad para escribir cuentos y literatura (lo de que los personajes tienen derechos y merecen que se respete su dignidad le señala como un desnortado escritor que ha perdido el equilibrio entre realidad y ficción). Si el cuento se considera un género literario es…
En algún lugar leí, hará cien años, que los chinos (los de antes, los milenarios) decían que el principio de la sabiduría radica en dar a las cosas el nombre apropiado. Y algo de razón deben tener, porque si no damos un nombre a un concepto no es posible referirse a él más que explicándolo, lo cual es farragoso de entender y tedioso de exponer. Pero ha de ser el nombre apropiado. He dejado por aquí varios artículos donde utilizo el sintagma «relato» para referirme a los textos breves que, escritos al gusto de la anglosfera, no considero cuentos, primero porque no cuentan nada, y segundo porque están escritos de modo novelado. He expuesto más características de estos relatos anglosféricos en otros artículos, pero no es cuestión aquí de volver otra vez sobre ellos porque toca avanzar. El cuento se caracteriza por contar algo con economía de recursos narrativos. Según explicaba el maestro de cuentistas Meliano Peraile, el cuento debe tener entre 3 y 10 páginas (economía de recursos). Todos entendemos que no hablaba de medidas matemáticas, sino de longitudes estimadas. Más o menos entre 3 y 10 páginas. Pero entonces, ¿qué pasa con esas narraciones que se van a…
En mi artículo del sábado pasado te proponía tres sencillas directrices para comentar cuentos con criterio en tu club de lectura. Me quedó una cuarta pata para esa mesa, que me iba a alargar el artículo: la histórica D — La vida del autor y su obra es el cuarto aspecto sobre el que habrás de razonar para comentar el cuento. Si el sábado pasado fui parco, aquí voy ser prolijo por aquello de abrirte vías para que veas dónde pisar. Si esta línea de análisis puede serte útil, lo será sólo como apoyo de las tres anteriores. En realidad este cuarto apartado es el primero que despejo: antes de ponerme a leer un cuento leo una semblanza del autor: no es lo mismo que la crítica feroz que contiene El diente roto la haya escrito un exconvicto que ha pasado injustamente veinte años encarcelado por un error del sistema que un político y diplomático como Pedro Emilio Coll. También juzgo interesante que te enfrentes al cuento sabiendo si es una traducción o lo vas a leer en versión original. No te dejes llevar por los apellidos, que pueden funcionar como los falsos amigos que tienen los traductores: Leonora Carrington…
Queridos Reyes Magos: Como ya estaréis descansando del apretón de estos días, espero que tengáis tiempo para leer esta carta. Porque no os voy a pedir algo para un día concreto, como el de ayer, sino que será un trabajo para todo el año, para que poco a poco vayáis moviendo hilos aquí y allá, allí y acá, y que para el 6 de enero del año que viene me podáis regalar la consecución de un trabajo bien hecho. Os lo pido a vosotros y no al gordo porque sois tres, sois reyes y sois magos… El gordo está solo y lo veo bastante juerguista y muy informal. Sólo os pido que todos los españoles —sean de izquierdas o de derechas, o de sus extremos— se sientan orgullosos de ser españoles. Y que los que no quieran sentirse orgullosos de lo que significa ser español que se vayan de España porque, total, para qué van a estar sufriendo quedándose en España si España no les gusta, ¿no es cierto? Pensaréis que casi la mitad del trabajo está hecho, pero no podéis pasar por alto que para algunos de los referidos estar orgulloso de ser español es como una paranoia, una…
Veo clubes de lectura muy bienintencionados que no acaban de tratar con cuentos. Lo diré otra vez: el género del cuento es ideal para trabajar el análisis literario en grupo. De sobra sé que no es necesario terminar una novela para hacer la puesta en común. Pueden irse comentando capítulos y mantener así una lectura pareja para todo el grupo. Pero lo que para unos es estimulante y alentador para otros es desilusionante y una agonía viendo que aún quedan más de cien páginas por leer de un texto que se le ha hecho farragoso, por no decir infumable. Un cuento también se le puede atragantar a cualquiera, pero viendo que quedan tres páginas un lector medio se anima a terminarlo. Tras la lectura, llega la salsa de los clubes de lectura: los comentarios. Hay que enseñar a los participantes a salirse del me-gusta/no-me-gusta, y del está-bien-escrito, está-bien-contado. Cada vez que veo a alguien diciendo que tal cuento «está bien escrito» tengo la sensación de que está aprobando la calidad de un cuento de Chéjov, de Cortázar o de Márquez… ¿De verdad es necesario decir que está bien escrito un cuento de Onetti? ¿O que está bien contado un cuento…
Sigo con la antología Cien años de cuento (1898-1998) de José María Merino y llego a la aportación de Manuel Longares (1943), que firma un texto breve titulado Livingstone que NO puede considerarse cuento sino relato bajo los estándares que vengo observando en mis artículos sobre la diferencia (artificiosa por supuesto) entre unos y otros. Quizá más que relato, es un cuento fallido, truncado, malogrado. Ya te he explicado otras veces que las líneas que separan estas construcciones del intelecto humano son como los meridianos, que no existen, que son ideales, arbitrarias, pero nos valen para parcelar zonas horarias, agrupar conceptos similares. Este cuento está narrado al sabor anglosajón, con características que ya he detallado antes: tendencia a novelar la historia (no van al grano, divagan dando detalles irrelevantes para la historia, se explayan en descripciones de trasfondo), ausencia de acontecimiento, predominancia de las emociones por encima del razonamiento, y son textos eufónicos –el lenguaje opaca el mensaje– que buscan la identificación del lector con lo que se le dice a través del imaginario (y el vivenciario) común. Esto es literatura para entretener ociosos y gentes conformes, no para alimentar mentes sedientas de saber, que saldrán a confrontarse con la…