Cómo comentar cuentos

6 de enero de 2024

Veo clubes de lectura muy bienintencionados que no acaban de tratar con cuentos.

Lo diré otra vez: el género del cuento es ideal para trabajar el análisis literario en grupo.

De sobra sé que no es necesario terminar una novela para hacer la puesta en común. Pueden irse comentando capítulos y mantener así una lectura pareja para todo el grupo. Pero lo que para unos es estimulante y alentador para otros es desilusionante y una agonía viendo que aún quedan más de cien páginas por leer de un texto que se le ha hecho farragoso, por no decir infumable.

Un cuento también se le puede atragantar a cualquiera, pero viendo que quedan tres páginas un lector medio se anima a terminarlo.

Tras la lectura, llega la salsa de los clubes de lectura: los comentarios. Hay que enseñar a los participantes a salirse del me-gusta/no-me-gusta, y del está-bien-escrito, está-bien-contado.

Cada vez que veo a alguien diciendo que tal cuento «está bien escrito» tengo la sensación de que está aprobando la calidad de un cuento de Chéjov, de Cortázar o de Márquez… ¿De verdad es necesario decir que está bien escrito un cuento de Onetti? ¿O que está bien contado un cuento de Bosch? ¿Necesita Quiroga que alguien diga que su cuento La gallina degollada está-bien-llevado?

Para mí sería decepcionante que un cuento mío sólo promueva en el lector la reflexión de que está bien escrito. ¿Acaso le dicen al taxista que les lleva al aeropuerto que conduce bien? ¿Cómo es que esa misma persona, ante una crónica o un reportaje periodísticos no se arranca con esa misma opinión?

Pues pienso que quizá sea por falta de herramientas para hacer el análisis de un cuento. Por eso me he sentado a escribir unas breves pautas que sólo voy a desarrollar en lo más básico esperando que con ellas cualquiera pueda enfrentarse al reto de comentar un cuento. Pero estas directrices básicas necesitan que cada cual investigue por su cuenta para mejorar y personalizar su discurso analítico.

Tras la lectura de un cuento, tres áreas se prestan a ser comentadas:

  1. la diegética
  2. la poética
  3. la estética

A — La diégesis es la historia que se nos ha contado; tanto lo que se dice, como lo que queda velado como lo que se sugiere. Cierto es que las más de las veces esa forma de escribir textos breves a la anglosférica no se cuenta nada. Me gusta sacar a colación el ejemplo de Un hombre en la escalera, de la celebrada Miranda July, porque es un texto paradigmático en el no contar nada. Ni siquiera tiene un final abierto porque carece de final. La autora espera que el lector apruebe su lectura por haberse identificado con algo de lo que ha escrito.

En estos casos no queda más que decirlo: «Este texto presenta a una persona asustada por un ruido que no sabremos si es cierto o sólo está en su imaginación. Pero la narradora (que no la autora) es tan sumamente estúpida que se queda en la cama temiendo la llegada de alguien que podría hacerla daño. Y así se cierra el texto, dejando al lector sin saber cuál es el origen del ruido«.

Tampoco se cuenta mucho –o al menos algo que sirva para entender el mundo loco en el que vivimos– en Hay tigres, del celebérrimo Stephen King («cancelado» a finales de año en varios estados de su loco país junto con obras de reconocido prestigio, como Por quién doblan las campanas, de Ernest Hemingway).

B — La poética es la forma en que el autor ha concebido el texto para hacernos llegar su mensaje. Si comparamos el texto de la July con otro de la hispanosfera que también me gusta citar porque cuenta, y mucho, acerca del horror que alguien siente ante una duda que le corroe, pero no sabe si causará más daño si revela sus temores, que bien podrían ser infundados.

En Acerca de la muerte de Bieito, Rafael Dieste concibe su cuento como una seria duda que acosa a uno de los portadores de un féretro camino del camposanto. Es posible que no fueran más que figuraciones, pero… ¿y si no lo son? Por otra parte, si desvela lo que cree haber sentido y son figuraciones, quedará marcado de por vida por su fantasía en la comunidad pequeña en la que vive, causando además dolor a los deudos de Bieito. Todo el cuento, escrito en primera persona, se desarrolla en la mente del narrador.

A la elección de la primera persona se apareja la narración en presente, todo lo cual confiere a la historia un ambiente inquietante. Como en el cuento de la July, el lector se queda sin conocer el resultado de la inacción del protagonista, pero esta vez se entienden las dudas constantes que asaltan a quien nos cuenta esta inquietante historia.

En el apartado de la poética podremos extraer el tema tratado para comentarlo, exponer la distribución de la trama, o hacer referencia a las figuras literarias –lingüísticas y retóricas– que apreciamos en el cuento, los recursos y las técnicas narrativas empleadas. En la poética podemos comentar los giros argumentales (si los hay) y por supuesto el final: si es abierto, si es un doble final (dos interpretaciones posibles, ambas válidas), si hay dos finales unidos por una «vuelta de tuerca», o si tras el final del cuento sigue una coda a modo de epílogo.

Lo que no es de recibo es darle a los sufridos compañeros de lecturas un resumen del cuento que todos han leído. Eso es una doble falta de respeto: primero por hacerles perder su tiempo, y segundo por tratarles como botarates que carecen de comprensión lectora. Un resumen de lo leído lo hace en segundos cualquier inteligencia medianamente artificial a la que se le introduzca el texto.

Empero, la figura del resumidor abunda en los clubes de lectura, y algunos hay que hasta arden blasonando de letrados.

C — La estética es la recepción a título personal que hace el lector de la historia que se le ha narrado. A nada que busquemos en Internet encontraremos definiciones de este tenor: «La estética es la belleza literaria que genera placer estético que conmociona los sentidos y la mente del lector ante la obra literaria».

Ya lo he dicho en otra ocasión: yo, lo del «placer» estético no lo veo. Quizá es que tenga girada la antena del placer hacia otro tipo de satisfacciones.

En realidad la percepción estética no es un análisis literario. Es más bien el autoanálisis que se hace el lector a sí mismo a través del texto, contraponiendo, contrapesando, contrastando su experiencia vital con el cuento.

Aquí es donde se debería decir algo más que un triste me ha gustado o no me ha gustado. Un lector con algunas tablas debe saber analizar qué ha movido o qué le ha removido la lectura del cuento en su ánimo.

En el cuento de la July, el lector podría exponer que entiende que el terror atenace a la protagonista y narradora porque en cierta ocasión siendo joven también se sintió así –en realidad la inacción que adopta la protagonista de ese cuento es un acto pueril, pues siempre tendrá más posibilidades de escapar o defenderse si se anticipa a la llegada del supuesto hombre en la escalera.

El lector puede explayarse en su análisis en narrar el terror o el horror que ha vivido leyendo uno u otro cuento, y podría decir que ante una situación similar a la que presenta Dieste habría resuelto la situación de tal otra forma, o sencillamente que no le gustaría verse envuelto en semejante tesitura. Toda la estética se resuelve desde el punto de vista personal del lector.

Es posible comentar cómo piensa el lector que se sucederán los hechos una vez concluida la narración en base a su interpretación personal (estética) o sobre la base de los datos objetivos que aporta el texto (diegética). No sería raro que de este debate contrafactual surgiera la posibilidad de escribir otro cuento (digo contrafactual porque en el mundo limitado que ocupa el cuento lo único que ha ocurrido es lo que se nos cuenta: cada vez que lo leamos no va a ocurrir ninguna otra cosa, ni diferente ni a continuación).

No olvides que tu percepción personal puede no interesarle a nadie, sólo a ti. Por lo que deberías ser breve, escueto, sucinto, conciso con tus impresiones personales. A nadie le importa cómo ligaste con tu novio, dejando a la pareja que tenías entonces con dos palmos de narices (esto ocurrió en un club de lectura de cuentos donde participaba mi padre; si tocas el tapón negro leerás el texto).

Con estas tres líneas de juicio cualquiera puede iniciarse en los comentarios de cuentos, y seguir investigando por su cuenta cada apartado por separado.

Cómo comentar la diégesis es sencillo: no hay más que leer el cuento y tratarlo como una noticia que leemos. Y no será raro que charlando de la historia leída entre compañeros del club, vayan saliendo puntos de la poética y de la estética. Los tres planos conforman el cuento y puede ser ameno comentarlos juntos y revueltos, saltando de uno a otro. No hay más que tener sentido común y aplicarlo (¡ay…!).

Recuerda, la poética es, grosso modo, cómo el cuentista presenta el cuento, y necesitarás conocer algunas herramientas para discernir cómo se ha estructurado el texto para que deje en ti la impresión que te ha causado. La estética es la impresión que te ha causado, cómo tú lo recibes y lo percibes, lo que sientes leyendo el cuento. Y ahí, eres libre de decir lo que quieras.

De hecho, para eso se le ha dado valor a la estética, para que cualquiera pueda decir algo sobre la literatura que lee y no desmerecer… «Me-gusta porque está-bien escrito y bien-contado».

He escrito un segundo artículo que completa a este.

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