Apostillas a Cómo comentar cuentos

13 de enero de 2024

En mi artículo del sábado pasado te proponía tres sencillas directrices para comentar cuentos con criterio en tu club de lectura. Me quedó una cuarta pata para esa mesa, que me iba a alargar el artículo:

  1. la histórica

D — La vida del autor y su obra es el cuarto aspecto sobre el que habrás de razonar para comentar el cuento.

Si el sábado pasado fui parco, aquí voy ser prolijo por aquello de abrirte vías para que veas dónde pisar. Si esta línea de análisis puede serte útil, lo será sólo como apoyo de las tres anteriores.

En realidad este cuarto apartado es el primero que despejo: antes de ponerme a leer un cuento leo una semblanza del autor: no es lo mismo que la crítica feroz que contiene El diente roto la haya escrito un exconvicto que ha pasado injustamente veinte años encarcelado por un error del sistema que un político y diplomático como Pedro Emilio Coll.

También juzgo interesante que te enfrentes al cuento sabiendo si es una traducción o lo vas a leer en versión original. No te dejes llevar por los apellidos, que pueden funcionar como los falsos amigos que tienen los traductores: Leonora Carrington (inglesa) y José B. Adolph (alemán) escribieron en español. Edgardo Cozarinsky es argentino de abuelos ucranianos.

Rafael Dieste escribió el cuento que te he presentado la semana pasada en gallego, pero Francisco Pi y Margall escribía su narrativa en español. Bernardo Atxaga (seudónimo de Joseba Irazu Garmendia), que se expresa perfectamente en español, escribe sus cuentos en euskera (o eso creo recordar haberle leído) y luego su mujer los traduce al español.

Lógicamente las traducciones de una lengua latina al español son menos complicadas. Clarice Lispector, ucraniana, escribía en el portugués de Brasil.

Cuando comentes cuentos de autores contemporáneos no es tan importante significar el momento y la geografía en que viven porque compartes su mismo tiempo, y se da por sentado que todos en el club de lectura conocen las mismas referencias sobre la coyuntura que les toca vivir, sobre el statu quo en que se mueven, sobre los grupos de poder que rigen sus vidas…

En el caso de los cuentistas hodiernos mencionados en el artículo del sábado, Miranda July y Stephen King, –y sólo si es necesario para exponer tu comentario– cabría destacar que viven en EE. UU., en una realidad social, económica y política distinta de la nuestra, donde hablan otro idioma y tienen una cultura diferente de la hispana. Ellos pertenecen a la anglosfera y nosotros a la hispanosfera. Son factores a tener en cuenta para enjuiciar un cuento. Pudiera ser que no aporten mucho. Dependerá de lo que quieras destacar.

Por ejemplo, el hábito de King de nombrar marcas y empresas en sus ficciones siempre he supuesto que se debe al retorno económico que le generaría esa publicidad directa. No me parece que cite la marca de un champú o de unas sopas para dotar de verismo su historia. En España, de momento, eso no es posible para ningún cuentista. Nuestra cultura comercial y literaria no confluyen en ningún punto. Pero ya empiezan a verse imitadores de lo que creen que es un estilo: y lo hacen a cambio de nada los muy cretinos.

Empero, leyendo autores del pasado es necesario tener en cuenta su tiempo y su cultura para entender qué están contando o qué quieren contar. Y cuanto más te remontes en el pasado más necesario será reseñar algunos matices históricos.

Cualquier factor diferente de la realidad desde la que comentas puede añadir algo interesante, incluso la situación geográfica y climática en que ha vivido el cuentista.

Permite que apunte a modo de ejemplo: no es lo mismo comentar un cuento de Chéjov, que vivió en un clima casi ártico la mayor parte del tiempo, que uno de García Márquez, que sitúa sus cuentos en climas mucho más templados cuando no tórridos. Hay cuentos de uno que el otro no escribiría jamás: no veo a Márquez escribiendo La tristeza, con la imagen de desolación del cochero cubierto por la nevada, ni a Chéjov escribiendo Un señor muy viejo, con unas alas enormes, donde la imagen de desolación del señor viejo se instala en otro clima (obviando los diferentes realismos de que son paradigma ambos cuentos).

Para decir me-gusta/me-disgusta sí que no hace falta emplear ningún razonamiento. ¿Me vas comprendiendo?

Igual de importante es que tengas presente la geografía en que vivió el cuentista. No es lo mismo vivir en un puerto de mar que en el interior de una meseta. Compara Calor amarillo, de Yaşar Kemal, con El precio de la cabeza, de John Russell. El cuento de un autor tendrá sabor a mar y el de otro sabor a tierra. O a subsuelo, como en La compuerta número 12, de Baldomero Lillo.

En cuanto a la sociedad en que vivió el autor, convendrás conmigo en que no escribiría lo mismo un cuentista nacido en una metrópoli que otro que vivió en los suburbios de una colonia que luchaba por su independencia. Tampoco tendrá la misma concepción de la vida quien es ciudadano de un imperio generador que quien lo es de un imperio depredador. Ni es lo mismo sentirse atrapado en una dictadura –o ser feliz en ella– que vivir en la libertad que ofrece la selva. ¿Quién si no es Horacio Quiroga –que vivió en la selva misionera– puede escribir A la deriva?

Tampoco presentarán el mismo tratamiento de un tema dado un cuentista que fue diplomático o político (muchos más de los que imaginas) que uno que no salió de su ciudad. Y mantendrá diferente visión de la existencia un cuentista que vivió en un entorno acomodado de otro que haya sufrido penurias y padecido necesidades… no voy a dar nombres. Has de averiguarlo leyendo biografías de cuentistas, que te serán muy nutritivas como lector.

Investiga (siquiera someramente) en la biografía del cuentista. Puede existir alguna particularidad que te sirva para comentar con suficiencia un cuento suyo: intenta averiguar en qué momento de su vida lo escribió, ya fuera el último o el primero que alumbró, o si es su cuento más celebrado o el más destacado. O si lo escribió padeciendo vicisitudes o tribulaciones: en la cárcel, tras la muerte de un ser querido, en la ruina, en el exilio, o soportando un entorno violento

Inquiere en los rasgos de la personalidad del autor, si era dipsómano, o pendenciero, o jugador, sablista o derrochador, o si vivió acuciado por las deudas… Se cuenta que O.Henry estaba necesitado de dinero y apremiado por el tiempo cuando escribió su cándido, candoroso y siempre adorable El regalo de los Reyes Magos. Saber de los avatares que le ocurrieron a un cuentista en su tránsito por este mundo, conocer cómo terminó sus días… te ayudará a tener una óptima perspectiva a la hora de comentar un cuento.

Indagar sobre el conjunto de la obra del autor (no tienes que leerla entera, pero sí documentarte) puede valerte para realizar un comentario acertado. Averigua qué aceptación tuvo el cuentista en su sociedad: si disfrutó de éxitos reconocidos en su tiempo, si gozó de popularidad, si obtuvo premios importantes, si fue un autor prolífico, si sólo escribió cuentos, si la crítica se cebó con él, si tuvo problemas con la censura para publicar su obra… Sabido es que Gustave Flaubert fue juzgado por publicar Madame Bovary. No siempre hubo las libertades de las que hemos gozado hasta finales del siglo XX. En los comienzos del siglo XXI vivimos en una época de recesión en cuanto a libertades se refiere. Y lo curioso es que las cercenan pequeños grupos querulantes, avilantados y coaligados que alardean públicamente de tolerancia… tolerancia hacia los que piensan como ellos.

Has de apreciar con perspectiva histórico-literaria la evolución del cuentista como escritor: a qué movimientos literarios perteneció o se adscribió, o contra los que luchó, los cambios de rumbo en su obra, si los hubo.

Otro factor interesante es la intertextualidad: las referencias de que disponía ese autor cuando escribió su cuento y si hace alusión en él a obras publicadas anteriormente. No es obligación del lector conocer toda la literatura universal, pero una sencilla búsqueda utilizando los medios con que contamos hoy puede aportarle valor a tu comentario. Quizás descubras qué influencias reconoció el cuentista haber tenido o cuáles creen encontrar los críticos en su obra.

A lo mejor averiguas que el cuento que has leído está basado en uno anterior (o que sirvió de inspiración a uno posterior). Es el caso de La diligencia (1937), de Ernest Haycox (sirvió de base para el celebérrimo filme de John Ford del mismo título, protagonizada por John Wayne), que bebe directamente del cuento que encumbró a Guy de Maupassant, Bola de Sebo, en 1880.

Podrías especular o dejar la pregunta en el aire, o mejor ofrecer tus impresiones… razonadas: ¿el tan celebrado cuento de Raymond Carver titulado Catedral (1983) está inspirado en el titulado El ciego (1920) de D.H. Lawrence? O mejor aun, puedes buscar información.

Nunca reproduzcas el comentario de otra persona (Internet está lleno de opiniones). Otros en el club pueden haberlo leído y te lo afearán en público. Esfuérzate por desarrollar tu propio criterio: hazlo como hábito con cualquier cuento que leas, no esperes al club de lectura. Puedes apoyarte en opiniones ajenas… citándolas. Cuantos más cuentos leas y más variados sean, mayor capacidad desarrollarás para comentar y comparar.

No tienes que reseñar todo lo que averigües sobre la vida y la obra del cuentista en tu comentario, sólo aquello que sea interesante conocer para entender tu aportación.

Como epítome de este repaso te diré que consideres la cultura, costumbres y valores de la época en la que vivió el cuentista. Destaca si era mujer en una época en la que no estaban bien vistas las escritoras. A Emilia Pardo Bazán, autora entre muchos otros de El encaje roto, le traían sin cuidado los imperativos de la sociedad en que vivió, y tuvo que pagar por ello ciertos peajes sociales, como verse apartada de un merecido sillón en la RAE.

En lo concerniente a las costumbres y valores imperantes en el tiempo en que se escribió el cuento, puede serte necesario investigar en ellos para entender la historia que se te cuenta desde una cultura diferente a la nuestra o/y alejada en el tiempo. Para entender (primero) y apreciar (después) El jardinero, de Rudyard Kipling, debes situarte –primero– en la sociedad existente en las fechas en que se escribió el cuento, y suspender –después– algunas de tus prevenciones vitales (que no te lo quiero destripaaar…).

Cuida de no caer en la sandez del presentismo –esto es, juzgar los hechos del pasado con la mirada del presente– y sé ecuánime al hablar de aquellos usos y costumbres… Haz referencia a ellos si tu comentario lo requiere pero recuerda que sólo estás haciendo un análisis literario.

Rasgos personales que hoy tenemos normalizados estuvieron prohibidos y perseguidos en tiempos pasados. Recuerda que Oscar Wilde, autor del tierno y lacrimoso El Príncipe Feliz, fue condenado a dos años de trabajos forzados por reconocer su bisexualidad. Estaba casado y tenía dos hijos, pero reconoció en un juicio sentir inclinación por un petimetre hijo de un potentado. Y la sociedad anglosajona de su época no se lo perdonó. Averigua si el autor o/y su obra fueron objeto de discriminación por sexo, racismo, orientación sexual, origen social, religión, enfermedades u otros motivos. Si el cuentista utilizó un seudónimo puede ser revelador saber por qué evitó firmar sus textos con su verdadero nombre.

Evita a toda costa tus propios sesgos personales para hacer valer tus criterios morales o ideológicos… Quizá la vida y la obra de un cuentista no deban tener más peso en tu comentario que una nota al margen.

Piensa que todos estos conocimientos que adquirirás investigando, amén de enriquecerte, te ayudaran a emitir un juicio sobre el cuento más allá del me-gusta/me-disgusta, y del está-bien-escrito/está-bien-contado.

Recuerdo que mi padre comentó en cierto club de cuentos, engangrenado por un ser torticero y caprichoso, el cuento Mi vida con la ola, del poeta mexicano Octavio Paz, y destacó que –quizá– el autor estuviera reflejando en él su vida en pareja con la cuentista mexicana Elena Garro. Al menos, dijo, Paz estaría dando su visión personal de una relación que acabó en tormentosa e irreconciliable. Salvo confesión del autor (que no encontramos), su idea quedó en el aire.

No dejes de apuntar una idea. Eso sí, nunca imponerla, como hace el ignorante Gollum que sigue sometiendo a sus berrinches y veleidades a aquel club de lectura.

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