De cómo destruye un deus ex machina

1 de enero de 2024

Sigo con la antología Cien años de cuento (1898-1998) de José María Merino y llego a la aportación de Manuel Longares (1943), que firma un texto breve titulado Livingstone que NO puede considerarse cuento sino relato bajo los estándares que vengo observando en mis artículos sobre la diferencia (artificiosa por supuesto) entre unos y otros.

Quizá más que relato, es un cuento fallido, truncado, malogrado. Ya te he explicado otras veces que las líneas que separan estas construcciones del intelecto humano son como los meridianos, que no existen, que son ideales, arbitrarias, pero nos valen para parcelar zonas horarias, agrupar conceptos similares.

Este cuento está narrado al sabor anglosajón, con características que ya he detallado antes: tendencia a novelar la historia (no van al grano, divagan dando detalles irrelevantes para la historia, se explayan en descripciones de trasfondo), ausencia de acontecimiento, predominancia de las emociones por encima del razonamiento, y son textos eufónicos –el lenguaje opaca el mensaje– que buscan la identificación del lector con lo que se le dice a través del imaginario (y el vivenciario) común.

Esto es literatura para entretener ociosos y gentes conformes, no para alimentar mentes sedientas de saber, que saldrán a confrontarse con la vida.

El texto de Longares es una narración novelada de una sucesión de hechos hilvanados a través de un protagonista que va y viene, que sube y baja, que entra y sale, pero que no interviene en lo que a él le ocurre. Todo lo hacen los demás. Es un quídam. Cierto que es joven, pero cierto también que hay jóvenes con más genio. Este joven no aporta ningún valor a la historia que se cuenta, que es la suya.

Curiosamente cuando el texto llega a la última línea, ¡¡justo en la última línea!!, el protagonista toma una decisión SORPRENDENTE ante el lector. Sorprende por lo extemporáneo, intempestivo, impropio e inconveniente de su solución. Las razones por las que el protagonista toma esa decisión no se muestran en el texto o yo no las he encontrado. El narrador no muestra una escalada en la mente del personaje que le lleve al hartazgo. Permanecer callado también es señal de madurez.

El texto de Longares sigue la técnica de la novela… Se describen más que se narran unas acciones. Se dan datos irrelevantes para lo que se va a terminar contando, como si hubiera que esperar subtramas que posteriormente se cruzarán. Mas cuando el lector se da cuenta de que no existe entrecruzamiento ninguno, advierte que le han contado mero chismorreo.

Para que una narración gane el aura de cuento no sirve con dar una sorpresa morbosa o trágica en la última línea del texto, como quien suelta un campanillazo, buscando epatar al lector con la brutalidad de un hecho sórdido (y en este caso concreto, el autor ni siquiera muestra la sordidez que insinúa).

Pero esto no es arte, es inepcia del escritor. No se dan los datos suficientes para que el lector colija acertadamente el fin de la historia. Debe suponerse un final dramático de tres posibles: A, B o A+B. En la introducción a cierta antología dan por cierta la opción A —quizá la más evidente por trágica—, la única en la que el gato sobrevive. Pero, insisto, la B está en el bombo, aunque por impericia del autor.

Sabido es que el cuento adquiere su estatuto de cuento porque existe un acontecimiento. Hay algo —una enseñanza tal vez, un aviso quizá, una idea a valorar— que el cuentista, cuando se sienta a escribir, quiere trasladar al lector a través del narrador. El acontecimiento suele llegar hacia el final, siendo que muchas veces se desvela en la última línea a modo de sorpresa.

Pero el final del cuento de Longares NO ES un acontecimiento, y no lo es por lo que voy a exponer.

Hay cuatro personajes en la narración: el protagonista, su madre, su tutora y un gato. Longares (a través del narrador) divaga por los párrafos del relato abriendo ideas para inducir en el lector la creencia de que la historia avanzará por unos derroteros que finalmente no van a darse. Parece que a la historia que se traía entre manos se le iban abriendo posibilidades pero Longares no encontraba cómo meterle el remate grotesco que buscaba para impresionar, posiblemente pensado desde el principio. Es otra forma de relatar: tener un final truculento, y empezar un relato chicle para hacerlos coincidir –farfolla y final– sin plano ni brújula. Como en el chiste de los hermanos que excavan un túnel comenzando uno por cada extremo.

Es cierto que el final no se espera —como aconsejaban algunos manuales— y en una primera lectura puede llegar a sobrecoger por su morbosidad. Pero tras dejarla reposar, el lector empieza a sospechar que todo el transcurrir no ha sido más que el decorado para rellenar siete páginas hasta llegar a un final que espante al lector. Y lo hace de forma tan abrupta que no guarda relación con la historia que venía contando. Es como un pegote.

Me ha recordado un deus ex machina, pero inverso: en vez de llegar a una solución deshaciendo una intrincada madeja por imposición del autor, sin que el remedio tenga relación con la trama, aquí se llega a un final abrupto sin hilazón con la trama por decisión expresa del autor.

Wikipedia define así lo que es un deus ex machina, pero harías bien buscando más información en manuales de creación literaria:

(…) deus ex machina [es un defecto de la obra que] hace referencia a cualquier acontecimiento cuya causa viene impuesta por necesidades del propio guion, a fin de que mantenga lo que se espera de él desde un punto de vista del interés, de la comercialidad, de la estética o de cualquier otro factor, incurriendo en una falta de coherencia interna.

La definición del diccionario de todos es tan lúcida como escueta:

deus ex machina
2. m. Persona o cosa que, con su intervención, resuelve, de manera poco verosímil, una situación difícil dentro de una obra literaria.

Aquí la situación difícil a resolver era introducir ese final sin empotrarlo.

Quizá un lector conformista se sienta satisfecho con este… cuento. Pero yo que soy crítico con lo que leo todavía no sé a cuento de qué viene la dolorosa decisión final del protagonista, y qué concatenación de pensamientos le han llevado a ese destino. No veo pista ninguna para saber por qué el protagonista termina haciendo A, B o A+B. El final sorprende porque no se espera pero no está contenido en el relato. Todo el texto es un decorado para coronarse dando un susto final.

Pero es que un cuento no se cuenta así, hombre. Un final abrupto y morbosamente trágico sin dar una explicación al lector para que entienda el mecanismo por el que el personaje del relato decide hacer algo, es un deus ex machina de libro.

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