Era de noche, había nevado, y caminaba descalzo derritiendo la nieve con mis pisadas. A cada paso, mis pies formaban un charco de nívea agua caliente. De pronto, entre los árboles, surgió un gruñón en pijama. El gruñón tenía una larga nariz, roja como una zanahoria cocida, y algunas cerdas pendían de sus fosas nasales. Sus cejas, enmarañadas y crespas, retenían los copos de nieve, que lejos de derretirse, se iban escarchando. Por sus orejas salían al exterior una bolsas de pelo cardado que también atrapaban copos de nieve. Su boca, roja como la lava, escondía unos oscuros dientes amarillentos, como los de un mascador habitual de tabaco. Sus manos, de nudosos y largos dedos con largas uñas melladas, se abrían y cerraban compulsivamente. Al principio lo confundí con uno de esos muñecos de una feria diseñados para asustar a las parejas juveniles. Pero pronto entendí que trataba de decirme, pero de su boca salían espumarajos de baba transparente y espesa. Me acerqué a él sintiendo el agua tibia bajo mis pies, y al llegar un par de metros de él vi que también estaba descalzo, pero él pisaba árgomas y zarzas secas. Bajó una mano hacia los amplios bolsillos…
En uno de mis paseos nocturnos junto a la orilla del río, y así evito a las personas que van atadas tras un perro que hace lo que le viene en gana, me paré a contemplar los chapuzones de las truchas que saltan a cazar algún insecto atrevido que sobrevuela la lámina de agua. No vi ninguna, pero escuchar las escuchaba. Y es que si apuntaba con mi linterna siempre saltaban a derecha o izquierda, río arriba o río abajo. Pero el discurrir del agua siempre relaja la mente y también, por qué no, los músculos, conectados a la mente por los nervios (bien lo sabían los constructores de la Alhambra). Como era verano, y a pesar de la fresca, me senté en uno de los bancos del paseo. En realidad, sabedor del rocío veraniego nocturno, llevaba prendas de abrigo. A algún irresponsable municipal debió parecerle bonito colocar una papelera junto a cada banco, cuando lo ideal sería colocar una papelara equidistante entre dos bancos. Pero quien piensa no manda y quien manda no piensa. Pero esta vez, la estulticia municipal me tenía reservada una sorpresa. Se levantó un vientecillo y de la papelera que tenía a mi derecha, que…
Me habían llamado de una histórica ciudad castellana para impartir un curso. Me pagaban el viaje y la estancia, en un lujoso hotel de cuatro estrellas. Pero tras impartir el curso, en horas lectivas, porque era dirigido al profesorado, me encontraba solitario en la ciudad. Vagué sin rumbo por las tardes, pues el curso se extendía durante tres días. Visité tiendas que me eran de interés por mor de mis otras aficiones, charlé con vecinos de aquella fría urbe, comí en restaurantes modestos, buscando la charla con los lugareños… Nada calmaba mi desamparo aquellos días de noviembre de 2016, acostumbrado como soy a vivir solo y hablar conmigo mismo y la brisa ribereña del anochecer. Volvía al hotel cansado de caminar y con la sensación de haber perdido la tarde. Mi importaba una higa la actividad que la ciudad desenvolvía diariamente, que si los cursos de natación en la piscina o las clases de taekwondo en uno de los polideportivos municipales. De vuelta al hotel, las aleccionadas recepcionistas no pasaban de ser corteses. Perdido en mi habitación sin saber qué hacer, me puse a rebuscar en los cajones de una cómoda. Había un listín telefónico de la ciudad. De tan…
Antes del día de Reyes me llegó una pequeñita alegría: Esplín. Este cuento me lo dejaron en la puerta de entrada a mi casa el tercer día del año 2017. Cuando lo vi, manuscrito en unas hojas cuadriculadas, arrancadas de una libreta de espiral, supuse que serían las hojas con los deberes de algún chaval del barrio que había arrastrado el viento. El cuento trastea con los signos de puntuación, huyendo en algunas líneas de la notación convencional, anulando comas para remarcar la sensación que el autor quería instalar y tratando de jugar con el tiempo y las líneas en blanco. Es una escritura experimental, diría yo. A mí el cuento me llegó a ese rincón del alma que pocas veces abrimos a la consideración propia, so pena de caer en agujeros mentalmente escabrosos. Pero he de decir que es un cuento sincero y valiente. No alcanzo a suponer qué vecino pudo ser el autor de estas cuartillas. A lo mejor las arrastró el viento de verdad y llegaron allende las sierras que enmarcan el paraje donde vivo. Esplín ¿Cómo leer un archivo ePUB? Esplín ** (cuento – 1.658 palabras ≈ 7 minutos) Las mismas caras, los mismos rostros,…
Este cuento, a medio camino entre la distopía, el chiste y la crítica, me fue regalado en agosto de 2016. Iba de camino a casa en el Alvia, tras aterrizar en Barajas y pasarme toda una noche toledana de lectura histórica por mor de las pésimas combinaciones, cuando subió un señor de avanzada edad en una de las ciudades intermedias. Tenía reservado el asiento contiguo al mío, y tras darme los buenos días se repantigó a gusto en su butaca. Yo iba medio dormido, medio hambriento, medio rememorando mi lectura nocturna, cuando el hombre, del que recuerdo su enorme tamaño y su mostacho entrecano, soltó una exclamación. Con toda su educación me pidió disculpas, y me explicó que era lector de cuentos, y que lo que acababa de leer le había provocado esa exhalación. De repente se animó mi viaje. No es común que alguien se confiese lector de cuentos, y allí, el sistema informático de la Renfe, había reunido a dos cuentoheridos. Nos presentamos y la charla duró hasta Oviedo, donde yo me apeaba. Él continuaba viaje hasta Gijón. Pero antes de despedirnos me regaló unas cuartillas con el cuento que hoy subo al blog. Lamentablemente no está firmado y…
Hoy, sin empacho pero también sin arrogancia, me atrevo a presentar un cuento distópico. Es un cuento candidato a formar parte de uno de mis ebooks. Recién salido del horno, aún sin enfriar, todavía le falta algún aderezo. Pero ya puedes probar si tiene inconsistencias argumentales o incongruencias formales. Edito: el cuento ha sido pulido con el paso del tiempo y aquí presento una versión final aunque nunca definitiva. Después de armarlo y montarlo, lo he tenido que someter a una sesión de calafateado… Mis betalectores, a los que estoy muy agradecido, me señalaron un par de agujeros por los que entraba agua. Ahora las juntas están selladas… O eso creo. Que no entre luz no quiere decir que no se filtre agua. En este tipo de cuentos un pequeño poro en su redacción puede hundir el artefacto. Si se descubre a tiempo se parchea. Pero si el cuento crece en torno a él, puede quedar arruinado. El anacoluto aguarda emboscado en una elipsis bienintencionada o en un pleonasmo desafortunado para desarbolar el cuento que se ha llevado jornadas de planificación y visualización, horas de modelaje ante la pantalla, y muchas más horas de desbastado, pulido y lijado: añadir, suprimir,…
Estuve trabajando una larga temporada en un local de alterne. No uno nocturno, sino uno vespertino, donde la mocedad pijotera se reunía para discutir y exhibir sus cosas de niños adinerados. Pero los había la mar de educados a pesar del dinero de sus padres. Una noche, con el local ya cerrado y haciendo limpieza, encontré una libreta con algunas poesías y este cuento. Mientras la jefa limpiaba la barra con ginebra (el mejor producto para limpiar la barra de un bar) yo me escaqueaba al almacén para leer el cuento y echarme unas carcajadas. La última fue tan grande que la puerta del almacén se abrió lentamente y asomó la cabeza mi jefa. Le lancé la libreta, y mientras yo barría la zona del billar y los dardos, ella se fue a leerlo (y escaquearse) al guardarropía. Mientras recogía algún dardo perdido escuché su risotada. Aquella noche cenamos y comentamos animadamente el cuento. La libreta quedó en depósito en la taquilla, pero nunca vinieron a preguntar por ella. Cuando me despedí, poniendo fin a la relación con mi jefa, me llevé la carpeta. Era septiembre de 2016. A título de buena vecindad ¿Cómo leer un archivo ePUB? A…
Este cuento me lo ha hecho llegar en octubre de 2016 un muy buen amigo que es secretario de un Ayuntamiento de tamaño mediano tirando a pequeño. Por lo visto el cuento llevaba dando vueltas por los despachos municipales una buena temporada, y se depositó en el buzón de quejas sobre el funcionamiento municipal. La queja no venía firmada. Por supuesto el original sigue archivado en el Consistorio. El cuento refleja una Administración parapetada en la burocracia y tan ajena al ciudadano que no sirve más que para crearle problemas. Es el actual estado de la cosa política un caldo propicio para que florezcan los personalismos y los nepotismos (amiguismos, cuñadismos, clientelismos y despotismos) y los más impúdicos y descarados sacan partido de ello sin sonrojo. Otros, prudentes (o imbéciles), no nos atrevemos. El portón ¿Cómo leer un archivo ePUB? El portón * (cuento – 4.066 palabras ≈ 17 minutos) —Quiero contarle una historia, mi querida señora. Estoy convencido de que se preguntará usted qué tipo de historia, y tal vez se pregunte cómo tengo el atrevimiento de dirigirme a usted sin apenas conocernos. Sepa usted que yo soy muy observador pues tampoco tengo mucho más que hacer que…
Sabedores de que me gusta recopilar cuentos apócrifos, los amigos me pasan los que encuentran, generalmente en bibliotecas, rimeros, desvanes, arcones y lugares similares. Éste no tiene más historia que haberlo recibido por email de una amiga en septiembre de 2016 diciéndome que se lo había enviado un amigo, al que yo no conocía, con una nota que decía que se lo había pasado el cuñado de un amigo del dueño de una librería de viejo. Son dos páginas escritas a renglón seguido. Con una extensión tan breve la vista del lector no tiene tiempo de cansar y ello permite presentar la acción en un único bloque que se lee de corrido. La mano derecha ¿Cómo leer un archivo ePUB? La mano derecha * (cuento – 1.120 palabras ≈ 5 minutos) Esta es la historia de un hombre que tenía dos manos. Una mano derecha y una mano izquierda. Con ambas mantenía una relación cordial, pero con el paso del tiempo fue cogiendo más afición a su mano derecha. La mano izquierda no dijo nada, y aceptó su papel de secundaria. El tiempo siguió pasando y el uso continuado hizo que la mano derecha se convirtiera en imprescindible para…