Esplín

15 de junio de 2018

Antes del día de Reyes me llegó una pequeñita alegría: Esplín. Este cuento me lo dejaron en la puerta de entrada a mi casa el tercer día del año 2017. Cuando lo vi, manuscrito en unas hojas cuadriculadas, arrancadas de una libreta de espiral, supuse que serían las hojas con los deberes de algún chaval del barrio que había arrastrado el viento.

El cuento trastea con los signos de puntuación, huyendo en algunas líneas de la notación convencional, anulando comas para remarcar la sensación que el autor quería instalar y tratando de jugar con el tiempo y las líneas en blanco. Es una escritura experimental, diría yo.

A mí el cuento me llegó a ese rincón del alma que pocas veces abrimos a la consideración propia, so pena de caer en agujeros mentalmente escabrosos. Pero he de decir que es un cuento sincero y valiente.

No alcanzo a suponer qué vecino pudo ser el autor de estas cuartillas. A lo mejor las arrastró el viento de verdad y llegaron allende las sierras que enmarcan el paraje donde vivo.

Esplín   
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Esplín
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(cuento – 1.658 palabras ≈ 7 minutos)

Las mismas caras, los mismos rostros, los mismos gestos a la misma hora.

Las mismas voces, las mismas palabras, las mismas frases, siempre a la misma hora.

Un día y otro, un día y otro, uno y otro día. Siempre lo mismo, una y otra vez, a la misma hora las mismas persombras.

Una cantinela que no acaba, una salmodia que perdura, una letanía que se repite. Que se repite una y otra vez, una y otra vez.

Mi mente me pide que me marche de aquí, que me aleje, que me levante y me vaya y que no mire atrás.

Pero no puedo…

Estoy encadenado a este banco por unos compromisos, unos deberes, unas obligaciones que no recuerdo haber aceptado.

Cayeron sobre mí como sentencias implacables. Imposible evitarlas, imposible abstraerse, imposible pudo ser haberme anticipado. Si las vi venir, que ya no recuerdo, es que me parecieron dulces y no amargas. Y se han instalado en mi ánimo como una carga de la que no me puedo liberar.

Me gustaría poderme ir de aquí… ahora. Pero no puedo. Como el forzado, prisionero que aunque lo desea tampoco puede zafarse de su condena.

Para ellos es materialmente imposible levantarse y marcharse. Para mí es mentalmente imposible levantarme y marcharme. Dado que les es imposible, ellos no sueñan con su evasión y acaban aceptando su rutina prisionera y su cotidiano remar encadenado a la galera. Mi mente conoce que materialmente me puedo ir de aquí cuando quiera, ahora mismo ya… Pero el hecho de, pudiendo, ser incapaz de irme, de dejarlo todo y marcharme, de abandonarlo todo a su destino, compromisos, deberes y obligaciones, para salir de este sitio, hace más insoportable y acibarada mi condena, amarrado por ligas intangibles a este banco, ante esta mesa, frente a esa ventana. Mi liberación está aquí, delante, ante mí. Depositar este bolígrafo en esta mesa y comenzar a andar en cualquier dirección y no parar hasta más allá del cansancio, hasta desmayar de agotamiento.

Es una desesperación similar, pienso mientras mi mente viaja, a la que sienten los condenados en Siberia. No había barrotes ante ellos que limitaran la huida, pero su evasión era imposible… físicamente posible, materialmente imposible. A este sufrimiento de poder marchar pero no poder fugarse se añadían otras penurias, climatológicas, y malos tratos, ya fueran infligidos por los guardianes ya llegaran de los compañeros de suplicio, pues en toda sociedad que se conforma se instalan jerarquías que has de respetar… Si no te dobla uno por la fuerza te doblan todos por la presencia.

He dicho suplicio… Sí, mi sino es más suplicio que prisión.

Como no me puedo fugar es mi mente la que se evade y se ausenta, y ya no estoy en este banco al que me encuentro anclado con lastres invisibles, ante esta mesa en la que escribo y a la que miro, agotado, frente a esa ventana que me ilumina y que opaca mi ansia de fuga.

La misma banqueta, la misma mesa, la misma ventana de todos los días; las mismas caras, las mismas frases, las mismas bromas absurdas; los mismos gestos, los mismos tics una y otra vez, un día tras otro, semana tras semana, mes tras mes, sin ver el final… Sin saber si llegaré al ansiado final…

Después de aguantar, después de soportar las mismas rutinas, las mismas voces, los mismos ademanes, los mismos andares de las mismas persombras, un día y otro, un día tras otro, sería lamentable no llegar a vivir el final del camino.

Sería triste quedarme tirado en una cuneta cualquiera, en cualquier mal arrabal, en una cochambrosa esquina peor iluminada…

Por eso debo hacer cambios, tal vez acabar con esta vida. Porque esto no es una vida. Debo acabar con mi vida presente para convertirla en anterior. Debo levantarme y marcharme. Ese solo gesto, sólo ese gesto, cambiará mi vida presente acabando con ella de una vez por todas para alcanzar una nueva vida, una vida nueva distinta y diferente…

Pero no puedo. Me atan compromisos, responsabilidades, obligaciones, costumbres. Me atan con grilletes imperecederos; son lazos más poderosos que el deseo de acabar con esta vida para tomar otro rumbo.

Es una lucha entre el deseo de acabar con todo de una vez, de una manera tan simple, de darle un papirotazo al tapete, de voltearlo y tirar los dados, de dejar de jugar con las cartas marcadas por las obligaciones, y los compromisos; es una lucha contra las responsabilidades, y contra las costumbres con las que me han encadenado otros, las que han conformado mi forma de ser y de entender.

Debo irme, y me iré… Debo irme antes de que me sea más imposible.

Pasan los días y sigo aquí. Pasan las horas y sigo aquí… Los minutos no acaban nunca, los segundos se hacen eternos… Nada ha cambiado, nada cambia y nada va a cambiar en el segundo siguiente, al minuto después… Nunca cambia nada, ni mañana, ni dentro de un mes. El mes pasado como el que vendrá, son los mismos minutos, los mismos segundos. Diez y veinte años todos iguales.

Y siempre las mismas caras, las mismas voces, los mismos gestos… Un día tras otro las mismas caras, las mismas voces, los mismos tics…

 

 

Una gota cae en un vaso… y éste rebosa.

Otra gota cae en el vaso… y rebosa.

La gota cae en el vaso que rebosa…

Una gota de agua, una gota de sudor, de sangre… una lágrima.

Con cada gota el vaso rebosa por su infinita circunferencia la cantidad exacta de una gota. Esa agua, esa cantidad de agua de una gota llega abajo y allí se evapora y luego se condensa arriba y desde allí se precipita de nuevo sobre el vaso en forma de gota, que rebosa.

Una gota cae en el vaso y éste rebosa.

Una gota de agua o de sudor, una gota de sangre o una lágrima.

Otra gota de agua cae y el vaso rebosa una gota que resbala por sus paredes lisas para evaporarse, condensarse y precipitarse… ¿Es siempre la misma gota? ¿Qué pasa con las miles de gotas de agua, de sudor, de sangre o de tinta que están en el fondo del vaso para que las de arriba rebosen, se evaporen, se condensen y se precipiten sobre el vaso para que éste rebose? ¿Vibran? ¿Se inmutan? ¿Siguen ahí? ¿Existen?

Mientras este ciclo se repite yo continúo en esta silla ante esta mesa frente a esa ventana un día y otro uno y otro día sin que las gotas de mi interior cambien, ni vibren ni rebosen. Puedo irme pero no puedo levantarme y marchar.

 

Otra cara más, la misma de ayer a esta misma hora en el mismo sitio; la misma voz la misma palabra la misma frase un día tras otro…

¿Por qué no me levanto y me voy? No puedo… Puedo pero no soy capaz… soy incapaz. Mis compromisos mis obligaciones mis deberes mis costumbres me sujetan a este ciclo de la misma gota que cae en el mismo vaso al mismo ritmo para que rebose por las mismas paredes un día tras otro… ¿o acaso es siempre el mismo día?

Alguien habrá sucumbido por el camino, habrá quedado varado en alguna cuneta sucia, en algún arrabal hediondo, en alguna esquina mal iluminada. ¿Queda aún alguien ahí? Sí has llegado hasta aquí… ¿Cómo es tu vida?

¿Puedes levantarte y marcharte, abstraerte de tus compromisos y de tus costumbres, dejando atrás tus responsabilidades y tus obligaciones?

Y adonde vayas… ¿sabrás vivir sin nuevas responsabilidades y sin nuevos compromisos y sin nuevas obligaciones que vuelvan a encadenarme a esta silla ante esta mesa frente a esa ventana?

¿No será la libertad ese tránsito fugaz entre obligaciones y compromisos adquiridos? ¿No será el acto de levantarme en busca de una libertad una huida hacia una próxima dependencia con la que acabaré encadenado a otra silla ante otra mesa frente a otra ventana?

Si puedo levantarme y marcharme y no lo hago… ¿no es ésa mi libertad?

Si puedo levantarme y marcharme, me iré. Si no me puedo ir, viviré conforme…

…conforme al plan establecido por otros. Otros que antes que yo ocuparon esta silla ante esta mesa frente a esa ventana y vieron los días pasar, un día tras otro, uno y otro día, uno detrás de otro. ¿Soy entonces libre?

Un día tras otro, uno y otro día, un día detrás de otro, día tras día sin llegar nunca al final, sin verlo siquiera en lontananza, sin poder fijar un rumbo, sin poder determinar la fecha de arribada… ¿Habrá acaso final?

Nada cambia, todo permanece… Todo permanece inmutable… Es un ser y un estar siempre en el mismo sitio, minuto tras minuto, segundo tras segundo, gota tras gota… Una gota y otra, una gota y otra gota y otra gota más. El vaso rebosa y al rebosar se vacía para aceptar otra gota, otro segundo, otro minuto más, igual al anterior, igual al que ha de seguirle. La vida no pasa, sin embargo la vida se acaba si continúo anclado con sogas inmateriales a este banco, ante esta mesa, frente a esa ventana. Un día y otro, una semana tras otra, nada cambia, todo permanece. Inmutable. En el mismo sitio, en el mismo segundo, la misma gota. Y en esas todo acabará y otro llegará a ocupar mi lugar ante en esta silla ante esta mesa frente a esa ventana para ver las mismas sombras oír las mismas palabras percibir los mismos tics de las mismas persombras.

 

Amanece…

 

 

 

Anochece…

 

Vuelve a amanecer y vuelve a anochecer un día y otro un día tras otro uno y otro día idéntico al anterior igual al posterior…

 

 

 

Me he decidido…

…esperaré a ver qué pasa.

 

Pero ahora debo decidir cuánto tiempo esperaré. Y luego, cuando pase el tiempo y no pase nada decidiré qué haré. Espero, procrastino, me evado… mi mente viaja…

 

Mi mente es libre, yo no.

Losange Sable

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