En los colegios e institutos siempre se ha enseñado que dentro del género narrativo se ubican los cuentos y las novelas además de otros subgéneros, como la epopeya.
Siempre hemos pedido «cuéntame un cuento», y nunca la palabra cuento ha ofendido a nadie.
Pero desde hace unos buenos años, un grupúsculo de personas, quizá por sentirse más adultos, han decidido llamar relatos a los cuentos.
Después de indagar y conocer el patio nacional, llego a la conclusión de que esas personas, muchas muy pagaditas de sí mismas, evitan la palabra cuento por su connotación infantil, siendo que relato les hace parecer más serios y adultos a sus propios ojos.
Relato es un hiperónimo para cuento, pero también para novela, así como para algún otro subgénero que no cae dentro del género narrativo. Está bien usar el hiperónimo para no repetirse en un texto, pero por un miedo oxidante están fagocitando un sustantivo tan bonito y que evoca tantos sueños y aventuras como es cuento.
Me encuentro con quien se ufana de estar leyendo un relato, ocultando por temor que lee un cuento cuando desde siempre hemos leído cuentos de terror, cuentos de ciencia ficción, cuentos eróticos, cuentos bélicos, cuentos realistas o cuentos distópicos y de otras temáticas difíciles, o directamente imposibles de entender por la mente de un niño.
El mal se halla tan extendido que son muchos los cuentistas que sólo hablan de relato. Tal vez crean que su obra es más seria y digna de admiración (cosa curiosa para mí, que siempre he sostenido que los cuentos para niños son los más difíciles de escribir). Y lo que es peor, esa irreductible aldea que forman los profesores de creación literaria, quienes por mor de su oficio deberían reivindicar la puridad del término, dicen relato. Me temo que muchos ni siquiera han hecho la reflexión: usan relato porque lo han heredado de la generación anterior. Incluso llegan a decir relato breve por evitar decir cuento. Ah, es que cuento para ellos sólo son los infantiles. Ah, y quieren ser adultos y diferenciarse de los niños, y por eso ellos leen relatos y dan clases de escritura de relatos.
Pero luego hablan de cuentistas… ¿Cómo es eso? A ver, un cuentista como Cortázar o como Aldecoa escribe cuentos de la misma forma que quien escribe novelas es un novelista.
Sin embargo nuestros hermanos de Hispanoamérica siempre dicen cuento y se sienten orgullosos de ser cuentistas, como orgullosos de escribir cuentos se sintieron siempre los miles de cuentistas que el castellano ha dado a la literatura universal.
Aquí, en España, arrastramos un complejo (bueno, arrastramos varios que se quedan anclados en el imaginario colectivo y luego cuesta siglos arrancarlos, como la leyenda negra que hasta los propios españoles hemos acabado creyéndonos y replicando). Decía que aquí arrastramos un complejo, que por otro lado hemos creado nosotros mismos, y hay quien trata de solucionarlo remitiéndonos al diccionario de la RAE. Necedad de la que se vanaglorian quienes no tienen más argumentos.
El DRAE es un diccionario de mínimos consolidados, y no creo que acabe recogiendo el lema relato como sinónimo de cuento, el género literario. En la RAE de momento saben muy bien lo que hacen en lo relacionado con la literatura y los relatistas no visitan el lema cuento, donde los académicos de la RAE explican qué es cuento.
No existe ningún género literario llamado relato.
En este escapar de la realidad se llega a ridículos tales como publicar un libro titulado «Escribir cuento. Manual para cuentistas», donde los profesores de cierta academia de escritores usan constantemente el término relato de forma reiterativa y ciertamente ominosa para quienes nos gustaría recuperar la pureza del término. Ignoro si también es para sentirse más profesores.
Aprovechando alguna feria del libro he podido conversar algunos minutos con autores de la talla de Lorenzo Silva, Víctor del Árbol o Jon Bilbao (los tres escriben cuentos), y todos, cuando lo he explicado, me han dado la razón: «hay cuentistas, no hay relatistas», me ha dicho el último.
He asistido a conferencias que han impartido José María Merino, Cristina Fernández Cubas o Mariana Henríquez, y siempre se han referido al cuento, y han dicho relato cuando lo han necesitado para referirse al acto de contar una historia, sea cuento, sea novela, sea biografía o lo que fuera que sea.
Pero editores, profesores de creación literaria, escritores, libreros y lectores prefieren decir relato. Ah, que los cuentos son para niños… Craso error que seguiremos afianzando. Incluso me he topado con un desnortado en un foro de literatura que reniega abiertamente del término cuento y se agarra al relato para aparentar seriedad y altura de miras. Actitud patética si no fuera porque ahora ya son legión quienes huyen conscientemente de la palabra cuento para refugiarse en un hiperónimo: es como si siempre dijéramos fruta para evitar decir manzana.
Pero como he dicho al principio, en los colegios e institutos, los profesores con criterio literario, siguen explicando a sus discípulos que dentro del género narrativo encontramos el cuento, la novela, el cantar de gesta, la épica y la epopeya. La fábula poco a poco va cogiendo sitio en el género didáctico porque su función es de enseñanza moral, aunque como todos sabemos entronca fuertemente con el cuento.
Por qué me llamas relato
cuando me dedico a contar.
Mi nombre siempre ha sido cuento
y con cuento me quiero quedar.
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