A veces en la verdulería del facebook encuentro algo nutritivo (una vez al año, pero si es bisiesto, una vez también). Ayer ha sido el caso. Una feisbuktarra (que vive en el facebook, vaya) ha posteado esta noticia: Una presentadora de Telemundo pierde los nervios en directo: “¡Aquí se habla español!” He tenido que buscar el corte en el repositorio vertical de vídeos y aquí te lo dejo: Así se pliega a la patulea de vagos indignaditos que permitimos que nos asuele. Tú me chuleas, yo te pongo en tu sitio. Estoy hasta los higos de tanta tolerancia zapatera. «Hay un límite en el que la tolerancia deja de ser una virtud». Edmund Burke Así o haciéndolos pasar de uno en uno por el ring. Abdominales, correr, sudar sangre, escupir dientes, seguir pegando cuando las luces se te apagan… En una frase: tener espíritu de sacrificio, capacidad de sufrimiento y afán de superación. Pero hemos creado una sociedad muelle que antepone los sentimientos a la razón, y en consecuencia es una sociedad blanda y amorfa, infantilizada, ofendidita, sin norte ni futuro. Tenemos caprichosos y consentidos niños treintañeros en lugar de adultos que se enfrentan a los retos mirándolos de tú…
Es triste, resulta patético, y a mí me da alipori, comprobar cómo escritores de medio pelo, esos que logran publicar pero que no logran vender, han entablado una absurda carrera para adosar a su currículo una suerte de precocidad muy precoz (que diría Miliki). Lo voy viendo en cada entrevista que leo desde hace tiempo. Pero hasta la semana pasada no me había dado por coleccionar las majaderías que van cayendo en mis manos. Qué forma más estulta de perder credibilidad. Cierto que la pregunta es de lo más chorra, algo así como: Y tú, ¿cuándo has empezado a leer/escribir? Si de las facultades de las hilarantemente llamadas ciencias de la información salen estas preguntas, me da por pensar que el profesorado no está haciendo su trabajo. Deberían filtrar a quienes preguntan bobadas y no promocionarles con el titulito. ¿De verdad es importante saber cuándo el autor ha empezado a escribir? No me imagino preguntar a un físico cuándo tuvo su primer contacto con los números. Son preguntas que no las hace un crío de cuarto de primaria porque ya tiene sentido del ridículo. Pero vamos con los botones de los autores. No siempre hay pregunta, que sueltan la memez…
Tengo observado un efecto que se da en el mundo editorial cuando se recurre a asesores para que aporten una visión profesional. Tras los análisis llegan las disquisiciones. Pero trataré de ser breve, sucinto y conciso (y no lo estoy siendo con tanto sinónimo). Sucede cuando un autor novel acude con su obra a un corrector de estilo. O cuando quien escribe un texto en una lengua que no es la suya entrega el borrador para ser supervisado por un traductor (bien un cuento, bien un artículo de investigación que se precisa publicar en inglés). En ambos casos los profesionales consultados (o las empresas que les pagan) se ven obligados a justificar su trabajo proponiendo equis número de cambios en los textos originales. Existan o no fallos en el estilo o en la traducción enviada, el asesor se ve forzado a acreditar sus tarifas aportando una ringlera de correcciones. Aunque el texto que se les envíe esté correcto, deben encontrar algo que pueda ser cambiado (por delante llegará la factura, que morosos hay en todos las artes y oficios). Es muy posible que tras el cribado del profesional, el texto pierda el alma, la impronta que el autor ha puesto…
Tengo una amiga que, el miércoles lo supe con certeza, padece una enfermedad incurable, y me ha dado una gran pena certificarlo. Y aunque la ciencia médica avance a pasos agigantados en las próximas décadas, la Psiquiatría será incapaz de curar esta dolencia, que se enmaraña cual rey de las ratas con otros males similares, conformando un cuadro clínico complejo e insoluble. La dolencia de mi querida amiga camina por la senda que nos mostró Cervantes en el Quijote: personas que razonan perfectamente pero que en tocando su tema desvarían y ven vestiglos y endriagos en cada escaparate o aflorando por cualquier alcantarilla. El lector lo habrá adivinado: la dolencia de mi amiga se llama radicalización política. Da igual que vaya con la extrema mierda o que gire con la extrema hez: siempre defenderá a ultranza el ideario dictado por los de su bando, nunca verá sus errores o incongruencias. El mal de mi amiga no se limita a ejercer en el país en el que vivimos: ve gigantes en las noticias, castillos en las empresas y ejércitos ovinos en los parlamentos de otros países, y opina con toda su ignorancia sobre la política internacional y asegura tener en el…
He dejado pasar unos días para dejar constancia en mi blog de mi pensamiento sobre algo que ha soliviantado a buena parte de los ofendiditos e indignaditos que pululan por mi país (España) porque entiendo que las discusiones que atañen a la neurona de las emociones han de abordarse en frío. Vemos a diario que indignarse y ofenderse no es privativo de ningún sector social. Se ha convertido en una actitud transversal por la que todos creemos tener derecho a decir que alguien ataca nuestros sentimientos y ello nos autoriza a arremeter contra el supuesto agresor cual alienados Quijotes. Pero los sentimientos son como el ombligo, que cada cual tiene el suyo y le parece el más bonito y respetable del mundo… Y de ombligos vengo yo a hablar hoy. Hace unos días algunos popes, ignorantes del efecto Streisand, han mostrado su indignación por unas palabras de una edil del Ayuntamiento de Valencia que se recogen en la noticia enlazada. No tengo muy claro si la alteración en el orden molecular del Twitter ha surgido porque la vicealcaldesa ha escrito la palabra coño, o si por haber compartido una supuesta imagen del parto de la virgen María. Quizá por coincidir…
Vivimos en un estado aconfesional. Pero aunque esté escrito en la Constitución de 1978 —artículo 16.3: Ninguna confesión tendrá carácter estatal—, se mantienen pagos para sostener los diferentes caprichos religiosos. Mientras que con la boca se niega, con la mano se llenan los bolsillos de credos y religiones que, al igual que la monarquía, representan modos de vida y de organización política y social que han ido quedando obsoletos a lo largo del siglo XX y están superados en el siglo XXI. Todavía rancios meapilas mantienen su recia raigambre, y otros que visten informalmente en recepciones regias y despachos diplomáticos temen finiquitar con estas costumbres por miedo a la Nada, a Mordor o quizá al Infierno. Uno de los colectivos más laicistas es el de los profesores. El laicismo se asocia tradicionalmente a la izquierda, con el reaccionarismo como lugar común. Y la religión (tradicionalmente) pertenece a la derecha, que porta el cliché de rancia y conservadora. Pero el próximo mes, diciembre, veremos profesores, aguerridos defensores del laicismo, contraviniendo la legislación y colocando nacimientos o belenes en las escuelas. Con sus pastores proletarios a pie, con sus armiñadas majestades en monturas, con sus tecnificados ángeles voladores y el amorcillo en su cuna…
Esperando un político capaz, como si surgiera por generación espontánea, votamos entre manguanes y charranes: necesitamos el milagro que nos saque de la caída en barrena. Se conocen camareros metidos a alcaldes que lo han hecho mejor que ingenieros y funcionarios de educación que les precedieron. Pero ay si al mesero se le ocurre salirse de su entorno. Otros fueron arrancados de las faldas de sus madres para arropar una lista municipal, y una vez acoplados al nuevo hábitat han reptado a primer edil sin más bandera que la irresolución manifiesta, un inerte dejar hacer, dejar pasar. En política nacional cada presidente de la democracia ha sido peor que el anterior: juzguen ustedes mismos (abstenerse secuaces menguados). El próximo cerrará por defunción… del país. Mientras aguardamos que de los fogones del figón surja una Cenicienta política que demuestre su buen saber hacer, los españoles olvidamos que Cenicienta ya tenía mimbres para brillar, pues era doncella de noble cuna que instruida por su honesta madre supo hacer en palacio. Fue don Quijote quien le dijo a Sancho: «no pidas peras al olmo». (Ahora deberías leer el cuento, aquí debajo). El sistema político español: El político español no tiene currículo práctico. No…
Hace tiempo que Arturo Pérez-Reverte ha dejado de ser santo de mi devoción. (El académico, además de educado, debe parecerlo). Dicho lo cual, añado que me he comprado Línea de fuego, veintidós euros, descuento de mi amiga Mar mediante (gracias Mar, eres un sol). Sólo llevo algo más de cien páginas de las casi setecientas de la novela, pues leo lento porque vuelvo sobre las frases y párrafos que me gustan. Todos los que critican al bocachancla Pérez-Reverte por esta novela (se ve que no tienen «percebes en los huevos» —como los del cabo Selimán al-Barudi— para criticar la novela) deberían hacer esta reflexión: Reverte ha escrito de lo que sabe porque lo ha vivido y tiene noticias propias. En consecuencia la novela tiene sabor a memorias de francotiradores como Záitsev, Pavlichenko o Häyhä. Ahora mismo Reverte es el escritor nacional que más sabe de guerras. Me corrijo: es el único novelista nacional que sabe de guerras como las batalladas en los cuatro primeros quintos del siglo XX. ¿Cuántos españoles de los que critican la novela han oído un tiro en su vida analógica? Pues que se callen esos mojones, que si oyeran uno mientras enfrían el café les cambiaban los…
Acaban de otorgar el Nobel de Literatura 2020 a una poetisa… perdón, a una poeta (ahora está mal decir poetisa, qué cosas). Los poemas suyos que he podido leer en la prensa no me gustan, no los entiendo, no me dicen nada. Ignoro si es que soy tonto o soy un insensible, aunque en mi estupidez quiero pensar que soy el niño del cuento El traje nuevo del emperador que todos deberían conocer. No voy a opinar sobre la calidad de unas líneas. Sería de majaderos. A mí no me gustan. A una amiga que entiende de poesía mucho más que yo tampoco le han gustado esos poemas escogidos (que no poesía). Rime o no rime, me guste o no me guste, me parezcan una ristra de palabras que casan sin sentido o sean la quintaesencia del arte, lo cierto es que la señora Glück es la flamante Premio Nobel 2020 de Literatura. Aunque sí me parece vergonzoso que a quien han otorgado tan eximio galardón «Por su inconfundible voz poética, que, con una belleza austera, convierte en universal la existencia individual», se descuelgue con todo el materialismo que le ha sido posible: «Respecto a mi primera impresión al saber…
Voy a contarte un cuento, pero no es mío. Es un cuento moderno que se transmite por la ancestral tradición oral, aun en nuestros días, donde lo digital y tecnológico es enemigo de lo analógico. Empezando por ponerle un nombre tan chorra… Analógico, que se antoja una doble negación. Y este cuento viene a cuento del niñoBarbón. Adrián Barbón, el jovencísimo presidente de Asturias, ha dado el patinazo del bocachancla. De haber conocido este cuento tal vez se hubiera quedado callado en el pisito del ático. Este cuento comienza como ese cuento tan conocido de un ídolo del presidente asturiano, el gran Oscar Wilde (sin tilde el nombre inglés): El príncipe feliz. Pero pronto verás que no es la misma fábula. (Sigo tras el cuento). (sin título, que yo conozca) (cuento – 439 palabras ≈ 2 minutos) Había una vez un pájaro que, jugueteando a perfeccionar su vuelo entre las ramas de las arboledas durante un estival otoño, fue sorprendido por la repentina llegada del invierno. No emigró cuando sus compañeros le advirtieron de que ese año el temible aquilón se anticiparía, y ahora iba a pagar caras las consecuencias de su irresponsable temeridad. El frío y húmedo invierno se…
Abrir los ojos y mirar, o mejor escudriñar, lo que está ocurriendo a nuestro alrededor va a ser muy útil al escritor de cuentos. Un buen filón lo encontramos en todos esos discursos ani-eco-femi-homo-raciales que proliferan merced a las nuevas tecnologías. Cualquier seco mental puede soltar un mensaje en busca de relumbrón personal y apoyo corporativo del mainstream. No siempre la ideología buenista es formalmente válida, y algunas ideas de bombero trasnochadas nos llevarán a la ruina de la civilización. Pero ahí está el escritor de cuentos para extraer lecturas y proyectar escenarios distópicos y postapocalípticos. También los cuentistas realistas pueden nutrirse de sinsorgadas buenistas para presentar paradojas, contrasentidos y despropósitos sociales en formato cuento. Desordenados mentales que ni saben decir en qué siglo viven tumban estatuas de Colón por algo que les han dicho que ocurrió hace cuatrocientos o quinientos años… Indignaditos con su propia vida gris prohíben obras maestras del séptimo arte… Quien se atreva a comer carne es un apestado (bueno, esto es muy viejo; llegaremos a pagar bula al Estado para comer carne… en forma de impuestos)… Cualquier chupacerumen puede ser un ofendidito que te obligue a cerrar el blog (aquí sigo, chupacerúmenes) o que se…