Apunte de media reseña: Línea de fuego

23 de octubre de 2020

Hace tiempo que Arturo Pérez-Reverte ha dejado de ser santo de mi devoción. (El académico, además de educado, debe parecerlo).

Dicho lo cual, añado que me he comprado Línea de fuego, veintidós euros, descuento de mi amiga Mar mediante (gracias Mar, eres un sol). Sólo llevo algo más de cien páginas de las casi setecientas de la novela, pues leo lento porque vuelvo sobre las frases y párrafos que me gustan.

Todos los que critican al bocachancla Pérez-Reverte por esta novela (se ve que no tienen «percebes en los huevos» —como los del cabo Selimán al-Barudipara criticar la novela) deberían hacer esta reflexión:

Reverte ha escrito de lo que sabe porque lo ha vivido y tiene noticias propias. En consecuencia la novela tiene sabor a memorias de francotiradores como Záitsev, Pavlichenko o Häyhä. Ahora mismo Reverte es el escritor nacional que más sabe de guerras. Me corrijo: es el único novelista nacional que sabe de guerras como las batalladas en los cuatro primeros quintos del siglo XX. ¿Cuántos españoles de los que critican la novela han oído un tiro en su vida analógica? Pues que se callen esos mojones, que si oyeran uno mientras enfrían el café les cambiaban los calcetines de color (que se zurruscaban, leche).

A la novela sólo le veo dos rayitas hasta ahora. Dicen en la Wikipedia que el eslogan original era «una copita de ojén» y no «media copita de ojén», pero por mí puede valer de ambas formas.

Y el cabo Longines no diría «zusórdenes» sino «zuzórdene». Pero es posible que la ultracorrección del deje original vaya dirigida a facilitar la comprensión a tanto bodoque que nos ha invadido el país.

Quizá lo que menos guste a los adoctrinados, caso de que la hayan leído, sea verse en la novela tal cual son.

Que sigan pegando tiros contra la novela de Pérez-Reverte desde sus trincheras digitales, porque me temo que carecen de hombría y mujerío suficiente para encajar siquiera una paulina a pie firme, cuanto menos una copita de ojén bien tableteada. Las bragas se les harían chicle.

Edito (26.10.2020):
Me estoy dando cuenta de otra «rayita». El moro Selimán dice «los arrojos» cuando se refiere a los republicanos. Pero me creo recordar bien que los marroquíes no pronuncian perfectamente la erre doble, por lo que debería estar transcrito: «los arojos».

Edito (31.10.2020):
Anoche he terminado Línea de fuego. Es una novela bélica ambientada en la Guerra Civil Española. Al que no le guste por motivos ideológicos, porque los suyos son tratados igual que los de enfrente, tampoco va a entender que al grueso de la población no nos gustan los catecismos ideológicos, que se han vuelto a instalar en España para martirio y aburrimiento del sufrido contribuyente.

Aunque me está pareciendo que el propio Pérez-Reverte es quien arteramente alienta las críticas contra su novela y magnifica las que recibe, que no son tantas. No debe conocer la teoría de la profecía autofrustrada, que surge a raíz de la más conocida teoría de la profecía autocumplida.

Para mi gusto le ha sobrado el epílogo. El final, con Satu Bescós y el cabo Avellanas fumando tranquilamente tras esos dos tiros, era perfecto. No comprendo a qué ha venido tratar de alargar la vida de unos personajes que sabemos que eran ficticios, como el pueblo y la propia batalla. Y aunque sus auras de personajes de novela hubieran estado inspiradas en personas reales, con mayor motivo sobra el epílogo.

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