La cocina del escritor.— Este cuento ya tiene unos años y cuando lo he vuelto a leer me ha costado reconocerme. Ahora escribo con un lenguaje más oral, o eso es lo que he estado buscando. Ya lo perseguía de aquella, pero este cuento como que pedía volver al manido narrador del siglo XX, ese narrador grave, serio, correcto, aséptico y circunspecto. Necesitaba un narrador con esas tonalidades, pero no quería narrarlo en tercera persona. Así que metí un personaje dentro del cuento que nos narrara la historia. Y por algún motivo que tendrá más que ver con lo que me ocurría a mí en aquel momento que con lo que realmente buscaba en tanto que cuentista, imbriqué dos historias. Has de tener en cuenta que el narrador le cuenta la historia antigua a un niño de ocho años, y que narra los hechos actuales más para sí que para una audiencia ausente a la que hace mención en el cuarto párrafo. Esta es la vida del narrador, que se pasea por mi ciudad, sin que al final se sepa a qué viene tanta melancolía (aunque creo que se entreadivina por el título). La otra, la antigua, introduce un giro inesperado a una idea…
La cocina del escritor.— Un cuento del kabuki (teatro japonés) donde las fechorías de la mala quedan impunes y la chica buena sufre en silencio y logra rehacer su vida lejos de la malvada indocente. Quizá la mala, una vez le hayamos arrancado la máscara del kabuki, saliendo del cuento se vea en el escenario y se reconozca, y aún se ría de su mezquindad sin castigo. La vida esconde al monstruo deforme tras puertas decoradas de dignidad (quien se inviste de dignidad muestra su mezquindad). Protervos y aborreciblas acechan desde el hueco y se amparan en el anonimato que les da la noche, la masa o su superioridad estamentaria, y se retuercen de placer tras comprobar su obra y saberse invulnerables, quizá aforados. La única enseñanza que el bueno puede extraer es que debe apartarse de la senda cuando el malo transita por ella: triste, ¿verdad? Una historia de kabuki representada por una harpía y una niña: es el bullying del profesor al alumno, del que no se quiere hablar y los colegas de profesión amparan con corporativismos culpables. Quien pecó seguirá pecando mientras no se le imponga sanción. Entren y lean, señoras y señores: la vida misma representada en la pantalla…
La cocina del escritor.— Este cuento no puedo decir que me lo inspiró, sino que me lo sirvió una buena amiga con un enlace y la siguiente nota: «Escucha la letra». Mi cuento sólo escenifica la historia que cuenta la canción, pero esta canción no necesita de escenificaciones: es perfecta. Y como para no serlo… seis meses le llevó escribirla a su autor. Es obra del compositor mexicano Martín Urieta, y yo también debo gritar ¡Ay, Martín! junto con Vicente Fernández. En la portada de Rulo Minas aparece una imagen de Vicente Fernández, que la canta, y aunque fue su voz la que me inspiró el texto de mi cuento, al César lo que es del César: ¡Ay, Martín!, que pedazo de canción nos has legado a todos. Al final del cuento, en el epub, encontrarás la letra de esta soberbia canción y un enlace a una de las interpretaciones del charro mexicano. Y aquí atrás te dejo otra de sus interpretaciones. No dejes de escucharla… Yo estoy contento con este cuento. Pero, debo insistir hasta el hartazgo: el mérito no es mío, es del autor y del intérprete de la canción. No hable mal ¿Cómo leer un archivo ePUB? No hable mal…
Regalo aquí mi libro de cuentos Ciudad Perro (pincha en el icono de ePub, más abajo), el libro de cuentos que asustó a los editores. El aserto que titula esta entrada, a muchos les sonará a herejía, pero es compartido por las personas que piensan por sí mismas y que por lo tanto tienen criterio propio: los animales, y por ende los perros, no tienen derechos. Empero, el vulgo y los que se dejan llevar a pesar de su formación académica acaban pensando lo que les dicen que deben pensar. Pero párate un momento a pensar por ti mismo y lee estas líneas con la mente abierta (shhh… son legión quienes no quieren darte esa posibilidad). Es probable que acabes comprendiendo por qué los animales no tienen derechos. Tranquilo, seguirá anocheciendo a su hora y volverá a amanecer. En Ciudad Perro, que es sólo un libro de cuentos, explico por qué los animales no tienen derechos. Sólo tienes que (1) bajártelo y (2) leerlo. Si eres de los que se dejan llevar por el mainstream quizá no tengas arranque suficiente. Después de todo leer un libro es cansado. Y leer, si te obliga a pensar, ni te digo. Pero este…
La cocina del escritor.— Poco os podré anticipar sin destripar este cuento de noviembre de 2017. Cualquier cosa que diga es probable que os destripe una parte de la lectura. No se trata sólo de una huida angustiosa en un entorno urbano y claustrofóbico, ni de una persecución contenida. Hay algo más que habéis de descubrir leyendo el cuento o la sección La receta del cuento, donde sí que se destripa algo de la historia. Espero que os resulte ameno aunque vuestro credo no apruebe algunas acciones. El ascensor ¿Cómo leer un archivo ePUB? El ascensor *** (cuento – 1.411 palabras ≈ 6 minutos) Acababan de hacer el amor en el piso de ella, una mujer casada que vivía en la quinta planta de un lujoso bloque de apartamentos de quince alturas. Estaban desnudos, jugando a las caricias en la cama, cuando sonó el teléfono. Ella se estiró hacia la mesilla para alcanzarlo mientras él observaba el bamboleo de su pecho. Eran unos pechos grandes que él había estado besando con sus manos. El gemido que ella ahogó le sacó de la ensoñación. La miró sorprendido y vio la alarma en su rostro. Ella respondía aprisa, queriendo colgar a un interlocutor…
Después de contactar vía Internet con algo más de ciento treinta editoriales, no he logrado que ninguna quisiera publicar el libro de cuentos que hoy te regalo. No buscaba dinero, sino promover un debate serio y sosegado sobre la proliferación indiscriminada de canes en las zonas urbanas (y en las rurales, donde algunos lugareños persisten en asemejarse al necio paleto de barrio). Ofertas sí que he recibido, pero o bien eran de autopublicación o bien una forma enmascarada de autoedición. También hubo quienes se arrugaron… Por lo visto aún no está el bollo para este horno y temían que les escrachearan su trabajo editorial. Como editar el libro en formato EPUB no me supone ningún esfuerzo extraordinario, aquí lo tienes (para lanzar la descarga pincha en el icono verde de ePUB de más abajo). Trece historias (dos han sido recuperadas de Los cuentos de Juan Norris) que caminan desde lo realista al esperpento y a lo grotesco para llegar al duodécimo cuento, que incursiona en una cercana pero preocupante distopía. Habrá quien no entienda el mensaje, que anticipo en el prefacio y que zanjo en el ultílogo, ventanas desde donde, en tanto que autor, hablo con el lector. Pero cada…
La cocina del escritor.— He presentado este cuento a concurso. Pero continúo sin destacar en ellos. Tampoco es que me importe, pero sí me jode. Mi pasado competidor me dice que se participa para ganar. Todo lo que no sea ganar es perder. El segundo es el primero de los perdedores. (Ayrton Senna) De verdad que no creo que el cuento sea flojo, pero quizá no se adaptaba enteramente al tema propuesto: Maldiciones. O a lo mejor es que me pasé de frenada en la curva escatológica. También puede ser que no leyeran más que el comienzo e interpretaran que la forma de expresión del protagonista era consecuencia del perfil bajo del autor. O quizá es que sí hubo trece cuentos mejores que el mío. Asimilando la derrota —no me queda otra— lo presento a vuestra consideración. Ah, lo escribí en septiembre de 2018. El duro ¿Cómo leer un archivo ePUB? El duro *** (cuento – 3.544 palabras ≈ 15 minutos) Allí estábamos, frente a frente, en un desolado cruce de caminos entre dos barrios marginales, antes de las seis de la mañana. Las miradas eran cautas, pero el entorno hacía presagiar bofetadas. No me amilano fácilmente. Peleas he tenido demasiadas… Unas veces…
La cocina del escritor.— Este cuento lo he presentado a un par de concursos y no ha recibido la consideración de los jurados. Sin duda los trabajos premiados merecieron mejor suerte que el mío, pero no creo que mi cuento sea malo. Lo terminé en el mes de octubre de 2017 y la fábula no trata sobre ningún juego de mesa, aunque en él se mencionan varios de los llamados duelos, juegos de mesa diseñados únicamente para dos jugadores. El tema es el paso del tiempo durante la vida de una persona y las vicisitudes que le sobrevienen, con una lectura (creo que) entrañable, por relajar mi vis cáustica e irreverente. La partida ¿Cómo leer un archivo ePUB? La partida *** (cuento – 2.437 palabras ≈ 11 minutos) (Ajedrez) Mi padre me miraba con su cabeza en alto, la espalda erguida, cogiendo distancia con la partida de ajedrez. Yo miraba las piezas con la barbilla casi pegada a la mesa donde se abría el arcidriche sobre el que se dirimía la batalla. —Si no tienes una visión del conjunto no puedes leer la partida. Me eché hacia atrás, pero mis ojos continuaban fijos en el alfil perdido desde hacía dos…
Hoy, sin empacho pero también sin arrogancia, me atrevo a presentar un cuento distópico. Es un cuento candidato a formar parte de uno de mis ebooks. Recién salido del horno, aún sin enfriar, todavía le falta algún aderezo. Pero ya puedes probar si tiene inconsistencias argumentales o incongruencias formales. Edito: el cuento ha sido pulido con el paso del tiempo y aquí presento una versión final aunque nunca definitiva. Después de armarlo y montarlo, lo he tenido que someter a una sesión de calafateado… Mis betalectores, a los que estoy muy agradecido, me señalaron un par de agujeros por los que entraba agua. Ahora las juntas están selladas… O eso creo. Que no entre luz no quiere decir que no se filtre agua. En este tipo de cuentos un pequeño poro en su redacción puede hundir el artefacto. Si se descubre a tiempo se parchea. Pero si el cuento crece en torno a él, puede quedar arruinado. El anacoluto aguarda emboscado en una elipsis bienintencionada o en un pleonasmo desafortunado para desarbolar el cuento que se ha llevado jornadas de planificación y visualización, horas de modelaje ante la pantalla, y muchas más horas de desbastado, pulido y lijado: añadir, suprimir,…