Lee la primera parte de este artículo. Ya he dicho que uno de los obstáculos para el seguimiento del cuento por los lectores es la indefinición que surge en España en la década de los últimos años sesenta llamando relatos a los cuentos: «enredo terminológico-conceptual» lo llama Medardo Fraile en su antología Cuento español de posguerra. Espero que asignando el nombre de relato (ya en uso) a un subconjunto de los textos breves el tal enredo se aclare para los lectores, pues en mi opinión fue el origen de la diáspora de los cuentoheridos, que abandonaron la lectura de cuentos al no encontrar cuentos que leer y abundar estos relatos que no cuentan nada. Si llamamos relato a toda historia breve, es normal que el lector medio no pueda encontrar lo que quiere leer (como dice Merino en su prólogo, hasta a un atestado de la Guardia Civil le cabe el nombre de relato). Si el lector busca cuentos y le dan relatos, huirá amoscado porque no quiere leer textos insustanciales. Cuando le den relatos una vez y otra, y una vez más, desistirá de buscar aquellas historias que le han hecho pensar, plantearse la realidad desde otra arista y…
En los clubes de lectura hay socios que sólo saben opinar que el cuento analizado «está bien escrito» (el texto) o que «está bien contado» (la historia). Al lector, mero aficionado a la lectura, le cuesta salirse del maniqueo me-gusta/no-me-gusta que ha impuesto el (binario) lenguaje de Internet a una sociedad que antes era múltiple y dispar, porque nunca hemos sido todos iguales, digan lo que quieran ciertas ideologías. El lector medio reduce su opinión literaria (que no crítica literaria) a emociones y sensaciones, olvidando que puede razonar. Quizá sea que dé pereza razonar, mientras «sentir» que algo gusta o disgusta lo hace cualquiera. Cualquier chisgarabís tiene una opinión, y para darla apelará a sus emociones: nunca argumentará razones. No es lo mismo demostrar que se es tonto de capirote por no saber razonar que sentir algo diferente de lo que sienten los demás. Y como Internet nos iguala a todos, y todos valemos lo mismo para Internet, la opinión de alguien con conocimientos vale lo mismo que la de un picapleitos metido a opinar de lo que no sabe, verbigracia, sobre el arquetipo de la mujer fatal (ejemplo tomado de la vida misma… le ocurrió a mi padre, que…
Ve a la primera parte de este artículo. El texto de Pombo relata el tedio que lleva a una pareja de no tan recién casados al esplín propio del matrimonio. El marido, opositor frustrado, mete en casa a un aguililla amigo del trabajo para introducir en el día a día de la pareja una novedad que rompa con la rutina. Pero cuando la mujer comienza a flirtear con el amigo, éste pasa de querer irse por estar incómodo entre estos dos malavenidos, a arrellanarse en el sofá y a estirar las patas con toda confianza. Llegados al busilis de la historia, el autor no remata la faena: —Te advierto que te va de primera. Esa frase encauzó esa primera noche de Fernando González en casa de Sergio y Menchu hacia su fin. Escena mansa y muda, con Sergio acariciándose la frente con un gesto mecánico y Menchu poniendo discos en el tocadiscos. El mecanismo demasiado brillante de la irrealidad tictaqueaba como un reloj sin agujas. Fernando se deshace el nudo de la corbata (ligeramente) y estira las piernas por debajo de la mesita de tomar café. No ha sucedido nada en absoluto. Ten misericordia de nosotros. Hasta el propio autor…
Leyendo la antología del cuento español seleccionada por José María Merino (1941), he percibido un cambio en la poética de los cuentos –que se suceden en la obra ordenados por fechas de nacimiento de los cuentistas–, y pasan de ser cuentos a ser relatos, es decir, narraciones breves escritas según los gustos de la anglosfera. El cambio, sutil, eso sí –que he tenido que volver páginas–, comenzó con el cuento de Francisco Umbral, y me quedó claro en el de Álvaro Pombo. Destacaré brevemente los cuentos «que me tragué» sin darme cuenta de la sutil transformación, y luego le dedicaré un tiempo al cuento de Pombo. Antes, unos datos. La antología se titula Cien años de cuentos (1898-1998). Antología del cuento español, y está publicada en 1998. Lamentablemente el libro no es redondo y no ofrece cien cuentos sino noventa. Creo recordar que en el prólogo Merino da una explicación de por qué noventa y no cien. El volumen tiene 575 páginas: se trata de un trabajo valioso. El primer cuento presentado es de Miguel de Unamuno (1864-1936) y pertenece a un cuentario publicado en 1912. El último es de Juan Manuel de Prada (1970) y fue publicado en volumen…
Sobre las denominaciones cuento y relato: Ya he explicado en esta bitácora que no existe ningún género narrativo llamado relato, que lo que existe es el género narrativo que todos conocemos como cuento. Que hay cuentistas, y que no hay relatistas. Que nadie dice «Abuela, cuéntame un relato», sino «Abuela, cuéntame un cuento». Que hay quien dice escribir relatos pero luego dice que es cuentista. Que las editoriales dicen que publican relatos pero luego titulan cuentos completos. Que en las aulas de secundaria se enseña que el género narrativo se compone de cuentos, novelas, epopeyas, cantares de gesta, leyendas y fábulas… Con anterioridad he propuesto que, para aprovechar el término relato (tan extendido en España), cabe llamar cuentos a la narrativa breve propia de la hispanosfera, volcada en mostrar la realidad que se esconde tras las apariencias –llevando al lector al desengaño–, y utilizar el término relato para denominar a la narrativa breve propia de la anglosfera, interesada en validar las apariencias, el artificio, el engaño de la razón a través de los sentidos, en narrar emociones y sensaciones antes que hechos y acontecimientos. Son escritos que acaban sin contar nada, enumerando una sarta de divagaciones y elucubraciones en torno…
A pesar de recalcitrar contumazmente en la manía de llamar relato a lo que se llama cuento (no existe ningún género literario llamado «relato»), en esta entrada de hace tres años ofrecen un buen recordatorio de cómo podar un cuento para que quede aparente y enviarlo a un concurso. Es una lástima que tan buena aconsejadora no conozca la palabra cuento. Quizá también el tipo de cuento propuesto en esta guía es el que se deba enviar a una editorial si se quiere publicar un cuentario, porque la narrativa que se sale de lo estandarizado provoca en el editor un prurito urticante. Si publican un cuento literario (que sea eufónico no significa que sea literario) se exponen a recibir críticas de la policía del pensamiento. Los editores actuales no tienen redaños para publicar ciertos cuentos: lo suyo es el negocio de libros y no revolver conciencias ajenas ni moralinas sociales (con lo que cada vez más leemos lo mismo). Un cuentario plagado de cuentos relámpago como los propuestos en el artículo da imagen de autor apesebrado. Un buen lector de cuentos agradece que el cuento se trabaje, que le saque de su zona cómoda y le exija reflexionar. Decía Meliano…
Quiero contarte algo… espero que puedas soportarlo. Iré al grano, pero antes deja que te ponga en situación. Ya sabes que vivo en la zona rural. Hoy he tenido que ir al hospital comarcal, a consultas externas. Un hospital enclavado en la periferia rural de una provincia periférica y empobrecida. Me he llevado conmigo una botella de agua de dos litros y un libro de cuentos. Me he ido metiendo el litro y pico de agua mientras esperaba a que saliera leyendo cuentos de corte fantástico. Encargué el libro porque la autora está perseguida en su país y leí una entrevista donde venía a decir que ahora depende de las ventas porque al estar exiliada no le es tan fácil ofrecer charlas, conferencias y cursos. El caso es que me dije: bueno, me compro el libro aunque sé que para el autor sólo va un 10% del PVP. O sea dos miserables euros. Pero no se me ocurrió qué otra cosa podía hacer por ella desde aquí. El libro, lo sabía, es de cuentos de corte fantástico. Ya sabes que a mí ni siquiera me entretienen. Puedo entender que haya lectores que busquen evasión y la encuentren en este tipo…
Caprichos que te cuestan un ojo de la cara (la aventura del volcán, donde las toman las dan) * (cuento – 187 palabras ≈ 1 minuto) Paseo por el camino de un monte cercano al poblado. Un tipo me sale al paso: parece alarmado. Me pregunta si traigo perro. No tengo perro. Es que, me dice, el mío es muy peleón. Un staffordshire bull terrier que mete respeto con solo verlo. Sigo adelante y entonces el chucho, que está suelto en una finca abierta, ladra desaforadamente. Ate al perro, por favor, le pido. No hace nada; camine tranquilo. De tranquilo nada, ¡leches!, pienso. Ese can me cruje en dos tarascadas. Ate al perro por favor. Usted siga por el camino, que el perro no le va a hacer nada. Doy dos pasos por el sendero y el perro sale de la finca con muy mala pinta, gruñendo y con la mirada clavada en mí, quizá por no obedecer su advertencia. Miro atrás y doy un silbidito. Aparece mi cunaguaro, que dilacera al perro en un santiamén y luego se lo come. El hortelano se ha quedado de piedra: parece una estatua, inmóvil y blanco. Ya le dije que no tengo…
El catedrático de literatura Jesús González Maestro analiza los movimientos de los diferentes ecosistemas sociales del mundo a través del prisma de la literatura. En las clases de literatura que imparte en la Universidad de Vigo, que graba y comparte de manera gratuita, enseña a comprender qué es la literatura. En su obra Crítica de la razón literaria, un sistema racional de crítica y análisis literario, se expone diáfanamente qué es literatura, cómo debe interpretarse, y por qué los sistemas anglófilos de análisis literario son hueros, vacíos de contenido. Explica también de forma meridiana las diferencias entre la literatura de la hispanosfera y de la anglosfera, y la lucha continua entre ambas esferas, a veces comiéndose terreno, a veces influenciándose mutuamente, y otras veces complementándose entre sí —lo que Jesús González Maestro define como biocenosis, calcando el concepto del campo de la biología y trayéndolo al ámbito de la literatura. No se trata de perseguir y aniquilar lo que llega de la anglosfera y sobrevalorar lo que tenemos en la hispanosfera… a eso en Asturias lo llaman madreñismo. Se trata de analizar críticamente lo que produce el mundo anglosajón, que no tiene por qué calzarnos como un guante en el…