Algunos consejos para recordar

20 de noviembre de 2023

A pesar de recalcitrar contumazmente en la manía de llamar relato a lo que se llama cuento (no existe ningún género literario llamado «relato»), en esta entrada de hace tres años ofrecen un buen recordatorio de cómo podar un cuento para que quede aparente y enviarlo a un concurso. Es una lástima que tan buena aconsejadora no conozca la palabra cuento.

Quizá también el tipo de cuento propuesto en esta guía es el que se deba enviar a una editorial si se quiere publicar un cuentario, porque la narrativa que se sale de lo estandarizado provoca en el editor un prurito urticante. Si publican un cuento literario (que sea eufónico no significa que sea literario) se exponen a recibir críticas de la policía del pensamiento. Los editores actuales no tienen redaños para publicar ciertos cuentos: lo suyo es el negocio de libros y no revolver conciencias ajenas ni moralinas sociales (con lo que cada vez más leemos lo mismo).

Un cuentario plagado de cuentos relámpago como los propuestos en el artículo da imagen de autor apesebrado. Un buen lector de cuentos agradece que el cuento se trabaje, que le saque de su zona cómoda y le exija reflexionar.

Decía Meliano Peraile, maestro de cuentistas, que un cuento debe de tener entre tres y diez páginas (de aquellas mecanografiadas con el patrón editorial). Esos cuentos flash que proponen en la entrada enlazada arriba quizá no lleguen a las tres páginas. Así que, a pesar de ser un buen recordatorio de por dónde tirar, tampoco es que sea la guía-panacea. Sirve para lo que sirve: es una guía orientativa.

El cuentista debe probar para encontrarse como escritor: probar con diferentes narradores, probar con diálogos, probar con saltos temporales, probar con narraciones que le obliguen a encontrar las palabras adecuadas (que no ‘la palabra justa’) para ofrecer una idea límpida e inequívoca sin circunloquios cansinos… Probar con todas las posibilidades que ofrece el cuento. Eso sí, yo no me pongo a escribir si no tengo nada que decir, que luego se leen cuentos publicados por editoriales donde se huele el amiguismo entre autor y editor o el do ut des de la devolución de favores.

En este otro enlace, donde sí llaman cuentos a los cuentos (la autoría es de un hispanoamericano, y al otro lado del Charco —en el momento de su redacción— todavía no estaba extendido este complejo español de llamar relatos a los cuentos para que nos juzguen lectores adultos) se expone de forma más extensa los pasos a seguir para escribir un cuento.

De nuevo hay que tomar la guía como lo que es, una guía y no una biblia. Explorar por cuenta propia siempre es sano y saludable para el espíritu.

(Este artículo se me había quedado en borradores hace más de dos años y he tenido que reescribirlo para actualizarlo a mi modo).

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