Este artículo se me quedó en un borrador y, aunque el arroz se ha hecho concón, lo voy a etiquetar como artículo de actualidad porque era lo que tenía en mente allá por abril de este año que tras pasado mañana se acaba…
Te traigo un relato que sale en un cuaderno publicado en el mes de febrero de 2024 y que el autor ha compartido con una web de la que es colaborador: Por la herencia de mi madre es un texto de unas 750 palabras que no cuenta nada… absolutamente nada. O que en el mejor de los casos dice algo que todo el mundo sabe de antemano, que es lo mismo que no contar nada.
Te dejo que lo leas para que saques tus propias conclusiones… Si ya lo has hecho, ahora DESTRIPARÉ el cuento.
Javier Sáez de Ibarra pertenece a la Hermandad de los Espumosos, de la que te he desvelado su existencia hace un tiempo. Entiendo que cuando alguien da algo gratis como promoción de un producto, comparte género de la mayor calidad…
Atención, DESTRIPE del cuento: Por la herencia de mi madre | Mostrar> |
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Y punto. Se acabó la espuma. Y si quieres una historia te quedas con sed porque este cuento no tiene cerveza, sólo espuma.
El texto es un relato de situación escrito con la filosofía de escritura anglosajona: se narra en prosa que adolece de pretendido lirismo un momento puntual en la vida de un personaje, escena a la que llegamos sin conocimiento de causa y que perderemos de vista sin resolución ninguna; no se cuenta nada, sólo se esboza un conflicto: yo te cuento, tú te identificas… Queda de manifiesto el miedo a contar del autor, adscrito a los postulados del abate mayor de la Hermandad de los Espumosos: presenta un conflicto que el autor no resuelve… ¿y para qué le leemos entonces?
El protagonista podía haberse tirado por la ventana, y hubiéramos entendido su hastío y hartazgo, o salir volando como los pájaros que mira, un final fantástico con mensaje que invita a la reflexión. Pero ni eso, porque hay miedo a contar.
A estas alturas de la película este texto sólo puede asombrar a incautos y adolescentes. ¿De verdad un lector promedio ignora que por la herencia algunos hermanos se matan, a veces literalmente? No hay más que leer la prensa o sacar la cabeza por la ventana (y no quedarse mirando los pájaros por ella). O mejor aun, salir a la calle y escuchar a las personas, que todo dios tiene ganas de hablar… de contar, y cuentan cosas más interesantes que este Sáez de Ibarra.
Si el autor piensa que ha escrito un texto interesante es que le falta calle: pisarla, no mirarla. Pero ahí estarán los hermanos de la espuma para elogiarle y elevarle a algún altarcito donde se sienta a gusto y calentito. Y cronificar esta tendencia de los hispanos a abominar de su tradición literaria y revolcarse en la tradición literaria anglosajona: yo te cuento, tú te identificas.
Este vitoriano llama cuentos a sus deposiciones, y se ufana de que en «talleres» de cuentos y clubes de lectura le han dicho que sus cuentos «son duros». Algo me dice que la acepción de duro que quisieron trasladarle era la de infumable.
Te dejo enlazada la entrevista en el momento de la pregunta, porque las repuestas anteriores son una filosofía capciosa, pero ante cuya observación el autor no es capaz de sacar una historia en la que ocurra algo: tiene miedo a contar.
Nos dijo Eduardo Antonio Parra en uno de los Encuentros de cuentistas de la FIL de Guadalajara que le había dicho David Toscana que el cuento cuenta la historia de un asesinato mientras la novela cuenta la historia del asesino. Pero en la narración de Ibarra nada hay parecido a un acontecimiento… sólo cuenta un retazo de vida del individuo: yo te cuento, tú te identificas.
Para abundar en la depauperada escritura de Ibarra te voy a mostrar el primer cuento de ese cuaderno que se llama Un réquiem europeo. Este cuento lo regala la editorial para abrir boca… a mí me la ha abierto con un bostezo: [Una mujer camina sola…] (me ha parecido que el título incluye los corchetes). Ya me contarás qué te parece la efusión de imágenes y la evocación de emociones, pero contar, lo que se dice contar, no cuenta nada: tú te identificas…
No es de extrañar que los de la Hermandad de los Espumosos insistan en llamar relatos a la narrativa breve puesto que todos ellos tienen miedo a contar. Con la doctrina del abate mayor de la Hermandad es normal que en sus relatos breves no ocurra nada, tan sólo un transitar y a veces ni eso, una naturaleza muerta, como en el caso de ese primer cuento del cuaderno.
Tampoco es de extrañar que con este tipo de escritura el grueso de los lectores recelen de los libros de cuentos, porque pagar para este material es lo mismo que pagar y no mojar (digo, pagar la merienda y no mojar los churros en el chocolate).
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