En esta bitácora he utilizado repetidas veces el inexistente sustantivo «cuentario» como sinónimo de libro de cuentos —un similónimo de poemario— pero no son exactamente sinónimos. Libro de cuentos es un hiperónimo para cuentario.
Como sospecharás por el párrafo de arriba, no todos los libros de cuentos son de un mismo tipo. Hay diferentes tipos de libros de cuentos. Supongo que los neófitos en este género narrativo, y puede que algunos iniciados en la narrativa breve, no hayan reparado nunca en sus diferencias. Vamos a ello…
Yo diferencio al menos seis tipos de libros de cuentos:
- el cuentario
- la antología
- la colección
- la selección
- la anidación
- el encargo
Hoy te voy a hablar de los cuentarios y voy a definirlos. En sucesivas entregas explicaré en qué consisten los otros tipos de libros de cuentos.
EL CUENTARIO…
1) Es muy habitual que un libro de cuentos reúna historias escritas por un mismo autor. Esto es lo que llamo un CUENTARIO, a semejanza de los poemarios. Los cuentarios (por regla general) suelen contener entre doce y veinte cuentos de diferentes calados y horizontes diversos. Pero los hay de siete y los hay de treinta y siete, aunque los primeros suelen ofrecer noveletas y los segundos traen minicuentos. No hay norma ni criterio estrictos sobre el volumen del contenido.
En mi opinión esta no es la forma óptima de ofrecer cuentos a los lectores. Se copia lo que funciona en otros géneros pero es obvio que en el ámbito del cuento no está funcionando. Quizá el hábitat de los cuentos no sea el libro. Pero son conjeturas y hay que tener primero la posibilidad y luego el valor para explorar vías no institucionalizadas.
Hoy en día todo cuentista aspira a que le publiquen un cuentario. Digamos que se ha convertido en un estándar con el que un autor es reconocido como cuentista por el público y por la crítica (luego llegará la valoración que se haga de su trabajo). Es el bautismo de fuego del cuentista aficionado para debutar en el universo editorial.
Una modalidad de estos cuentarios, muy en boga hoy en día, estriba en que el autor escriba una ristra de cuentos sobre una temática concreta que vertebre el libro. Sabido es que las modas causan estragos. Si se hace bien, queda bien…, pero por lo general el experimento sale mal por no tener en cuenta un factor tan importante como el interés del lector. Y no está el universo del cuento como para permitirse errar en sus presentaciones. Quien padece en las carnes de su bolsillo la compra de un cuentario insulso es un acólito que pierde este género narrativo.
Tengo observado que el procedimiento que sigue el autor —o al menos esa sensación da— es que (primero) busca una temática y (luego) empieza a escribir cuentos sobre esa temática hasta llenar un libro de, pongamos, ciento cincuenta páginas. Los tres primeros que escribe pueden ser interesantes porque los anima el impulso de la creación, pero cuando se le seca el caletre y empieza a estirar el chicle mental, lo que evacúa ya no tiene la misma consistencia. Aun así, empaqueta todos en un archivo digital y lo envía a la editorial.
Ante esta disparidad de la calidad, si el cuentista está inédito, inédito se quedará. Pero si el autor tiene cierto tirón se le va a publicar lo que envíe: bien sea por compromisos, bien por pagar favores o bien como gracia de la que se espera correspondencia. Si se trata de un autor de la casa, es posible que la editorial le haya propuesto que escriba sobre el tema elegido, quizá para ganarse el monto de una subvención pública, o quizá para posicionarse en el imaginario colectivo, tan manipulable por algoritmos hoy en día.
Es natural esta disparidad en la calidad cuando se fuerza el magín. Si pudiera lograrse la calidad con tanta facilidad, todos seríamos artistas. Los editores deberían ser conscientes de que calidad tan dispar, como he dicho, ahuyenta para siempre al comprador que ha picado una vez. Alegan que los cuentarios que versan sobre un tema vertebrador son más fáciles de vender…
En mi opinión es una moda producto de copiar la punta de un iceberg sin tener en cuenta la masa invisible que lo sustenta: alguien publicó así alguna vez, se vendió bien, y ahora se replica el esquema sin que nadie medite sobre la validez de esta afirmación. Se ha asumido acríticamente que es la forma óptima de publicar cuentarios porque alguna vez que ya nadie recuerda se generaron ventas. ¿Y si ese primer cuentista que publicó un cuentario en torno a un mismo tema escribió veinticinco o treinta cuentos y desechó doce o quince para publicar sólo los mejores que tenía?
Yo he publicado un cuentario sobre un mismo tema, Ciudad Perro —que puedes leer gratis en formato digital buscando en esta bitácora—, pero el tratamiento y la amplitud del tema me permitía enfocarme en diferentes momentos de la realidad que quise criticar. No digo que mis cuentos fueran buenos, que eso no me corresponde a mí afirmarlo: digo que el enfoque me permitió trabajar con diferentes narradores en cada cuento de forma que la voz narrativa aportara algo distinto en cada uno.
Mi voz personal no está en los cuentos. Como todo el mundo sabe, el autor NO CUENTA EL CUENTO. El cuento lo cuenta el narrador. Y aunque sea un narrador omnisciente, debe tener su voz propia y diferenciada de los otros narradores omniscientes del cuentario. Pero de estas recetas de la cocina del escritor no quiero hablar ahora. Sí diré que no cambiar de voz narrativa acaba entreverando la voz personal del autor con la del narrador, lo cual resulta aburrido por cansino, y el cuentario acaba cayéndose de las manos.
Otra cosa será que haya lectores que abominen lo que los cuentos critican. Que cierren el libro porque está claro que no es para ellos.
Por terminar hablando de Ciudad Perro (después de todo esta es mi bitácora), cada historia muestra una fotografía de la realidad. Cuando el lector termina el libro tiene varias fotografías para montar el poliedro de la realidad a modo de puzle 3D que siempre estará incompleto.
Resumiendo, el cuentario es un libro de cuentos de un mismo autor que para enriquecer su lectura debería tratar múltiples temáticas.
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