La teoría de la croqueta

2 de marzo de 2024

Todo el mundo sabe que una croqueta es una masa de besamel que lleva trocitos de jamón, de pollo, de pescado o de algún otro alimento, rebozada en huevo y pan rallado y que se fríe en aceite muy caliente.

Las croquetas son cilíndricas, oblongas… Pero es posible jugar con la forma y hacerla esférica, como si fuera una albóndiga.

Puedes hacer una croqueta con forma cúbica (como un dado), o semiesférica, o le das forma de cilindro oblicuo, o de cilindro truncado, o de cilindro con bases elípticas, o de cilindro cúbico (igual altura que diámetro), o de disco, o también de paralelepípedo, o incluso de toro (como una rosca), o darle forma de bala (o supositorio). También podrías intentar, con un molde de galletas, darle a tu croqueta forma de estrella…

Puedes jugar con estas formas, que mientras sea una masa de besamel con trocitos de alimentos y rebozada en huevo y pan rallado y la frías en aceite muy caliente, cualquiera que la coma la identificará como croqueta porque sabrá a croqueta.

Será una croqueta mientras mantenga su esencia. Si no es una masa de besamel o si no la rebozas o si no usas huevo y pan rallado, obtendrás otra cosa, pero no una croqueta, aunque le des la forma de las cilíndricas croquetas tradicionales. Y hasta puede que tenga buen sabor y sea nutritiva, pero no será croqueta sólo por tener forma de croqueta: será otra cosa. Y no la llames croqueta porque confundes a los comensales.

Con los cuentos pasa lo mismo.

Puedes jugar con su forma, pero no alterar su esencia porque lo que escribas no será un cuento. Será otra cosa, a lo mejor hasta es interesante, pero no será un cuento.

Por eso me maravilla que haya autores que todos conocemos que se ufanan proponiendo «romper los corsés del cuento»… Y se quedan tan a gusto con ellos mismos, encantados de haberse conocido. Son precisamente quienes NO SABEN ESCRIBIR CUENTOS los que hablan de romper cosas. Incapaces de hacer un cuento claman por que sus engendros sin nombre sean admitidos en el Parnaso del cuento.

Quizá esas prosas pretendidamente líricas que les salen tengan adeptos, pero NO SON CUENTOS. Y no les llames cuentos porque confundes a los lectores. Por ser formas breves no son necesariamente cuentos, de la misma manera que la forma no hace a la croqueta.

El cuento debe contar algo, debe tener un acontecimiento. Más el cuento se escribe con economía de recursos literarios. Más el cuento trata con muy pocos personajes. Más el cuento no tiene subtramas. Todas estas directrices son la esencia del cuento (como la besamel más los trocitos más la envuelta de huevo y pan rayado… más la fritura de aceite bien caliente).

Puedes jugar con las formas del cuento: con los narradores, con los tiempos gramaticales, con los finales (conclusivos, abiertos, dobles, epilogados, duales…), jugar con la trama y desbaratar el discurrir cronológico de la diégesis. Puedes escribir un cuento enteramente dialogado, o escribir varias historias en único cuento y anidarlas con la técnica de las cajas chinas, o relacionarlas en cascada, o llevarlas en paralelo y que converjan en un único remate.

Puedes darle al cuento ‘diferentes formas diferentes’, pero para que sea un cuento debe contar algo con economía de recursos literarios, tratando con pocos personajes y carecer de subtramas. Y debe leerse de una sentada, de un tirón, de una tacada, o de una tirada, como quieras decirlo, pero a partir de la media hora, de las 7.500 palabras, el texto entra en el terreno de la noveleta.

Escribir divagaciones emocionales sobre lo que la vida es o lo que podría ser no es un cuento. Y lo digo por Eloy Tizón y otros marichis del combo que orbitan a su alrededor (Neuman, Pron, Castán), a los que una cohorte de secuaces amistades tratan de encumbrar. Se muestran satisfechos de abogar por romper con no sé qué corsés que llaman. Y blasonan de ello dándoselas de inteligentes, cuando lo cierto es que estas personas no escriben cuentos porque no saben escribirlos (si supieran los escribirían y se dejarían de romper lo que no les pertenece).

El propio Tizón los ha llamados aerolitos y textos atmosféricos, porque sabe muy bien que lo que evacúa no son cuentos. Sin embargo le gusta presentarse como cuentista y que le traten de cuentista, quizá por verse acariciado de la épica mística del malditismo que rodea a los cuentistas, escritores que (supuestamente) nunca tendrán el reconocimiento popular de los novelistas.

Y es que una croqueta es una croqueta y un cuento es un cuento mientras mantengan su esencia.

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