Ayer te ponía en situación. Hoy entro ya en el cuento español.
Hemos visto las entrevistas que se hicieron en Café Chéjov con motivo de la pasada FIL de Guadalajara 2022 (México) a cuatro cuentistas españoles: Andrés Barba, José Ovejero, Marta Sanz y Aixa de la Cruz. Marta Sanz fue prudente, pero los otros tres se despeñaron por la ignorancia de su oficio y castigaron a la cuentística española, sobre manera Barba. En sus nombres te enlazo mi análisis de cada comparecencia ante las cámaras de televisión.
Cabe señalarles porque se prestaron a ser el centro de la jalea televisiva, colocándose ellos solitos en el centro de la diana. Y ahí estaba laaguja para afearles sus declaraciones por falsas.
Decir que no hay buenos cuentistas en España, cuando te están entrevistando como cuentista español, sólo se entiende desde los postulados de la leyenda negra que nuestras élites intelectuales han incorporado y repiten como loritos descerebrados. Ellos sí tienen obligación de conocer la historia literaria y cuentística de España y hay que exigirles que la expongan al mundo.
No se puede andar blasonando de ser doctora de Teoría Literaria y decir públicamente que «En España hay muy poquita tradición de cuentistas». Esto demuestra lo que te decía ayer: en colegios, institutos y universidades se enseña la historia que otros han dicho que los españoles deben conocer.
La cuentística en España es ubérrima y de calidad superior. ¿Por qué las élites intelectuales dicen lo contrario? Repiten un mantra sin pararse a pensar… Si ellos son cuentistas españoles en España… ¿para qué insisten en escribir cuentos si tan mal van las cosas para el cuento en nuestro país? ¿No es ello un contrasentido? ¿No crees que están minando el suelo donde pisan?
Es evidente que el cuento en España no pasa por sus mejores momentos, pero eso no significa que aquí no haya tradición de cuento y muy buenos cuentistas. Existen unos motivos que debo ser cauto al exponer porque sólo fui espectador: estuve presente en una conversación siendo un crío. En aquel momento no entendí el trasfondo, pero el paso del tiempo me ha ordenado las piezas del puzle.
Así que no esperes una explicación que vaya desde el origen hasta la conclusión. Será una relación fragmentada y desordenada, y es a ti a quien corresponde rellenar los vacíos. Sonríe, que parte del trabajo lo vas a hacer leyendo cuentos.
Podemos comenzar por el final. En España el género del cuento no tiene muchos lectores… lo cual tampoco es cierto porque sí que los tiene. Lo que no tienen los lectores españoles es conciencia de la cantidad de lectores que el cuento tiene en España. Como ya he explicado en otra ocasión, el desprestigio del cuento en España está funcionando como una profecía autocumplida: si piensas que algo se va a estropear, dejas de realizarle los mantenimientos… y acaba estropeándose.
Pero España ha sido y sigue siendo un país de cuentistas. Lo he dicho hace poco: no tenemos un cuentista que destaque, no tenemos un Induráin del cuento porque todos en el pelotón son de una calidad pareja, todos son Freires.
Por decirlo de otra manera, no tenemos un buque insignia como puede ser García Márquez en Colombia, Cortázar en Argentina, Quiroga en Uruguay, Rulfo en México… Estos países tienen un cuentista que va en cabeza escapado y luego un grupo de perseguidores que le talonean. El grueso del pelotón de cuentistas, por mor de que los demás tiran del cuento, no van muy rezagados del grupo perseguidor.
En España la carrera del cuento, y termino con el símil ciclista, se dirime en un nutrido esprín luego de que una serpiente multicolor vaya lanzada todo el trayecto, con todos los elementos a muy poquita distancia unos de otros. Cualquiera de ellos puede ganar una etapa de forma sobresaliente…, digo, que cualquiera de ellos tiene calidad suficiente para escribir un cuento de los que la crítica catalogará de obra maestra.
Tenemos y tuvimos siempre una cuentística fuerte y sana. Es más, nuestra cuentística se desdobló por que en España tuvo lugar la Tercera Guerra Mundial, la que se dirimió entre la Primera y la Segunda. Y así hemos tenido una camarilla de cuentistas españoles que se quedaron en España y una camada de cuentistas españoles que se vieron obligados a abandonar España.
Todos ellos son españoles, aunque algunos han pasado a engrosar las filas de cuentistas de sus países de adopción de forma natural porque cuando marcharon al exilio con sus padres eran niños de corta edad.
Los editores españoles han asumido un sistema que viene de cincuenta años atrás y creen, primero, que siempre ha sido así, que el cuento nunca tuvo seguimiento en España; segundo, que no tenemos cuentística y que de ahí viene la situación de desidia general hacia el género narrativo por excelencia y, tercero, que apenas hay lectores interesados en leer cuento en España. Pero un editor ni es un intelectual ni es un artista: es un mercader de libros que antepone el beneficio al arte en función de sus creencias y expectativas, aunque estén equivocadas. Y si no lo hiciera así, sería un pendejo.
Voy a ir concluyendo que no quiero explicar lo que tal vez jamás se vaya a poder demostrar; al menos yo, que era jovenzuelo cuando asistí a aquella conversación (una de muchas que habría entre influentes en aquel momento). Quienes hablaron ya no están en el mundo para confirmarlo; y si estuvieran lo negarían como canallas que eran.
Un cuento transmite con la facilidad que da la brevedad ideas y mensajes que penetran en la mente de sus lectores como cuchillo caliente en la mantequilla. Un cuento escrito de forma magistral levanta indignación en el lector, y puede prender una llama. Para copiarlo en aquellos años bastaban unas cuartillas, fáciles de reproducir con multicopistas o con una máquina de escribir y papel carbón.
Los editores de la época colaboraron con lo que se les pidió, y dejaron de dar visibilidad al cuento, lo ningunearon, lo ignoraron, le hicieron un vacío. Para redondear su labor comenzaron a llamarlo relato con idea de desprestigiarlo y borrar memoria de su existencia.
Hoy en día, editores, escritores y lectores españoles están convencidos de que la realidad que perciben a su alrededor proviene de un desinterés atávico en España por el género del cuento, y se convierten en actores de la profecía autocumplida, como hacen nuestras élites intelectuales con la leyenda negra. ¿Ves el paralelismo con la chapa que te he dado ayer? Se sienten por encima de la situación cuando aseguran que el cuento no tiene arraigo en España. Pero las hemerotecas les dejan en evidencia.
Hispanoamérica ha sido hasta ahora un bastión donde el cuento ha vivido a salvo de manipulaciones arteras y gozaba de muy buena salud, pero hasta Sergio Ramírez ha enviado un recado a los editores en la pasada FIL de Guadalajara; hace diez años allí se preguntaban por el inicio de este hostigamiento.
El objetivo de llevar al lector al desengaño, propio de la literatura de la hispanosfera, ha logrado que los poderes busquen evitar complicaciones con el género breve. Los relatos de la anglosfera no son un polvorín social y sus gobiernos no vislumbran en ellos ningún problema político porque sus autores escriben para distraer y entretener a los lectores, sin compromiso alguno con la realidad. ¿Qué daño puede hacer un relato sobre niños que estudian para ser brujos y vuelan montados en escobas? ¿Por qué iban a querer eliminar algo tan tonto como inofensivo? Hay dioses primigenios esperando en los abismos oceánicos la llamada de Cthulhu, nos relata Lovecraft. ¿O esos son los Autobots que esperan a Optimus Prime…?
Voy a dejarte unos cuentos escritos en español que no hicieron gracia a los gobiernos donde se escribieron porque retrataban una realidad que convenía ocultar. En la España tardofranquista y posfranquista (unidas por el continuo espacio-tiempo) se pidió no fomentar el cuento para «tener la fiesta en paz». Los editores de aquella época obedecieron y la lectura de cuentos decayó; los de la actual siguen la estela que han heredado sin plantearse por qué lo hacen (pero hacen el pendejo no sacando rentabilidad de un género que parece creado ad hoc para las prisas del siglo XXI).
El cuento sobrevive pese a quien pese…
Te dejo un puñadito de cuentos (pero hay cientos) que te harán ver el bosque que a las élites intelectuales españolas les tapa la niebla de su ignorancia (ignorante es el que ignora que ignora, recuerda). El primero y el último no son obra de españoles, pero te acabarán de abrir los ojos hacia la capacidad que encierra el cuento:
- El guardaespaldas, de Nelson Marra
- Con tortura, de Raúl Guerra Garrido
- La chivata, de Luisa Carnés
- Cabeza rapada, de Jesús Fernández Santos
- Euskera ez, de Ramiro Pinilla
- El refugio, de Manuel Chaves Nogales
- Balada de plomo y hierro, de Guillermo Cabrera Infante
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