(…) Viene de Relatos de situación (2), donde te he hablado de los relatos ‘sin chicha’ que se generan en la anglosfera.
No puedo terminar esta crítica a, y advertencia sobre, los relatos de la anglosfera sin declarar que entre sus filas encontramos cuentistas que por el tratamiento que hacen de las temáticas que tocan bien podrían militar en nuestra hispanosfera.
Me estoy refiriendo a los autores del sur estadounidense que la crítica ha agrupado bajo la denominación de gótico sureño.
En el enlace verás que las características que definen esta temática abre los ojos a una realidad social que no interesaba «al relato político» de la época (la carestía de formación, información y conocimiento, de educación, cultura y literatura, tampoco interesan al político de hoy). Si bien se apunta lo sobrenatural en la construcción del argumento, yo no he me he topado nunca con un cuento ‘sureño’ que lo emplee.
Quizá lo de «gótico» sea extemporáneo, y sólo le haya caído el epíteto encima por lo sobrecogedor de su realismo (y a veces verismo). Pero ni asomo de algo sobrenatural o gótico en los cuentos que he leído de Flannery O’Connor, una de las emblemáticas escritoras sureñas. Ni en los que recuerdo haber leído de Eudora Welty. Ni en los de Carson McCullers tampoco. Ni en Katherine Anne Porter. Tampoco en los cuentos de William Faulkner, ni en Erksine Caldwell, John Steinbeck, Truman Capote o Tennessee Williams, todos ellos autores abanderados del llamado gótico sureño (bien es verdad que no me he leído toooodos sus cuentos).
Como se predica mejor con ejemplos, te dejo unos botones de muestra, no sin antes llamarte la atención sobre el hecho de que esos estados sureños de los EE. UU. parece que fueron ocupados inicialmente por la hispanosfera… ¿Quedaría nuestra simiente cultural en aquellas tierras y de ahí que sus cuentos se conforman a las bases de nuestra literatura?:
- Un hombre bueno es difícil de encontrar, de Flannery O’Connor
- La buena gente del campo, de Flannery O’Connor
- El hombre petrificado, de Eudora Welty
- El linchamiento, de John Steinbeck
- La hija, de Erskine Caldwell
- La habitación a oscuras, de Tennessee Williams
- Historia de una hora, de Kate Chopin.
Seguro que sabrás navegar y localizar cuentos de los autores citados. Es cierto, como definen en el artículo enlazado, que el gótico sureño se complace en presentar lo grotesco y esperpéntico… Pero cuando lo grotesco es real, estamos ante el crudo desengaño por mucho que nos espante.
Habrás notado que los tres primeros, como cuentos nacidos en la anglosfera, tienden a «esparramarse» y a no contenerse en límites ningunos, entrando sin complejos en las técnicas diversivas de la novela; recuerda cómo los cuentos de nuestra hispanosfera son más comedidos y van directos a mostrarte el meollo, sin ambages ni divagaciones.
Quizá por esta condición tan nuestra es que el maestro cuentista Meliano Peraile sostenía que los cuentos deben tener entre tres y diez páginas, computadas con los estándares que se respetaban cuando se debía presentar la obra mecanografiada (tantas líneas por página, tantos caracteres por línea). Para Edgar Allan Poe una composición (y un cuento entraba en su concepto de «composición») no debía superar los sesenta minutos de lectura para mantener lo que llamaba la unidad de efecto al poder leerse de una sentada. A una media de 250 palabras por minuto de lectura, son más de 30 páginas de cuento las que acepta la definición del bostoniano.
El ramillete de cuentos que te he ofrecido arriba son obras de autores que fallecieron en el siglo XX (salvo la nonagenaria Welty). En este cada vez menos nuevo siglo XXI han recogido el testigo autores que tienen en común la geografía de los montes Apalaches, encastrados por el mediodía en estados matrices del gótico sureño, y escriben cuentos que muestran la degradación aparejada a la vida penosa que en esas montañas llevan los llamados rednecks. Estos cuentos y novelas se conocen como grit lit.
Voy a ofrecerte un cuento a modo de muestra; deberás buscar este tipo de literatura en la editorial de los libros negros.
- Reunión familiar, de Bonnie Jo Campbell
Me queda por mostrarte algunos cuentos del llamado realismo sucio, cuyo autor más carismático es Charles Bukowski. El realismo sucio se caracteriza por mostrar la vida tal cual es, sin belleza rebuscada que edulcore la realidad. Si bien los expertos literarios sitúan su génesis en los EE. UU., como siempre lo que alumbra de valor la anglosfera tiene su origen en la hispanosfera. Españoles viejos, que blasonan de críticos literarios, nos venden el realismo sucio como genuino producto estadounidense porque ignoran las bases de su propia literatura.
Esta inversión de orígenes me recuerda ese juego de naipes de nombre glamuroso, venido de los casinos de Las Vegas (topónimo hispano donde los haya): el BLACKJACK. La primera definición de que se tiene constancia en la literatura universal de las reglas de LAS VEINTIUNA la da Miguel de Cervantes al comienzo de una de sus novelas ejemplares: Rinconete y Cortadillo (un cuento con los parámetros que manejamos hoy). ¿Curioso, eh? Nos devuelven nuestro juego de cartas de 1613 envuelto en papel de celofán de 2013 y quieren que creamos que recibimos algo genuino de su cultura. ¿Sabías que el nombre de sus caballos salvajes, los mustang o mustangos, proviene de nuestros mesteños? El mundo anglosajón no sería lo que es sin beber de la tradición hispano-greco-latina.
Te dejo como botones de muestra dos pares de cuentos de realismo sucio, que sé que los estás esperando:
- Uno de los nuestros, de John Fante
- La chica más guapa de la ciudad, de Charles Bukowski
- La venganza de los malditos, de Charles Bukowski
- Catedral, de Raymond Carver
Los autores del gótico sureño, del grit lit, y del realismo sucio, pertenecen por nacimiento a territorios intervenidos por la anglosfera, pero muestran el mundo en el que viven al modo propio de la hispanosfera. Qué lejos están del cuento eufónico de Lord Dunsany que te he presentado en la primera parte de esta serie, ¿verdad?
He aquí la definición de literatura que ofrece la Crítica de la Razón Literaria:
La literatura es una construcción humana y racional, que se abre camino hacia la libertad a través de la lucha y el enfrentamiento dialéctico, que utiliza signos del sistema lingüístico, a los que confiere un valor poético o estético y otorga un estatuto de ficción, y que se desarrolla a través de un proceso comunicativo de dimensiones históricas, geográficas y políticas, cuyas figuras fundamentales son el autor, la obra, el lector y el intérprete o transductor.
En Crítica de la Razón Literaria, de Jesús González Maestro
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