Algo se ha roto dentro del cuento (y V)

8 de febrero de 2023

««Algo se ha roto dentro del cuento (IV)

5)- Falta de calidad.

…O al menos falta de capacidad para interesar al lector, y sobre esto voy a disertar.

Hemos escuchado en esta edición del Encuentro Internacional de Cuentistas, en boca de sus autores, cuentos febles. Y en algunos de la pasada edición también, y los he criticado en esta bitácora. Recuerdo un cuento de la edición de 2021 escrito por una cuentista que contaba «los sentimientos» de una elefanta. ¿A quién le importa lo que en la imaginación de una autora pueda pensar una elefanta?

Un cuento lo escribe un humano (obvio, ¿no?) para contar algo a otros humanos (obvio también) sobre algo que sea de interés al lector… humano (¿sigue siendo obvio?). La literatura es una construcción humana destinada a humanos, no se escribe para alienígenas ni para animales. Debemos situar la razón por encima de las emociones –y por supuesto por encima del sentimentalismo–, porque cuando no es así, la sociedad empieza a desnortarse y naufragar, como nos está ocurriendo en este comienzo de la tercera década del siglo XXI, donde algunos ven natural pasear un can en un carricoche de bebé.

Pero centrémonos en el debate que traemos entre manos. Observa estos dos conceptos: «para contar algo» y «de interés para el lector».

El cuento de la elefanta no logra interesar más que a un puñadito de lectores tintados de sensiblería.

Un cuento DEBE CONTAR ALGO. Los cuentos estadounidenses, que por lo visto gustan en ese país, son cuentos que no cuentan NADA. No todos, obviamente, que al igual que algunos de los nuestros adoran la anglosfera, muchos de sus cuentistas se fijan en nuestra hispanosfera y hasta reconocen (reunidos en conventículo y con la boca pequeña, so pena de ser excluidos de la anglosfera) que la literatura en español es (MUY) superior a la anglosajona.

Esa forma de no-contar se está imitando en estos tiempos globalizados por nuestros cuentistas, que por tradición y cultura pertenecen a la hispanosfera, que como ya ha quedado dicho es una literatura muy superior a la anglosajona.

A los lectores hispanosféricos, habituados a paladares literarios selectos, no les gusta leer un cuento que anda mareando la perdiz durante diez, doce o incluso veinte páginas para al final acabar no contando absolutamente nada y ni siquiera tener un final (no es lo mismo un cuento sin final que un cuento con final abierto, como ya he explicado en esta bitácora).

Claro está que con la facilidad para acceder a la literatura que proporciona la globalización, tenemos lectores hispanos que han cogido el husmo de los cuentos a la estadounidense. No tengo nada que objetar, a mí a veces también me gusta meterme una hamburguesa

¡Pero espera!, las hamburguesas son de… Hamburgo, ¿no? Y Hamburgo está en Europa… ¡Qué cosas!, estos gringos se apropian de algo y nos lo devuelven como si fuera un invento suyo. Ya lo han hecho con el juego de cartas de las veintiuna, que ellos llaman muy pomposamente black jack. La primera vez que se habla de este juego en la literatura es en Rinconete y Cortadillo, una de las Novelas Ejemplares de Cervantes, escrita cuando a los casinos de Las Vegas les faltaban siglos para existir… (por cierto «las vegas» es un término español, como lo es el caballo mesteño que ellos llaman mustango o mustang).

Volviendo al tema que nos ocupa –la calidad del producto–, la calidad de los cuentos que encontramos en el mercado, si visionas el segundo vídeo del Encuentro Internacional de Cuentistas del año 2022 (enlazado en la primera entrega de esta serie), verás que a la primera pregunta del público (una pregunta ya clásica y cansina) cada uno de los tres que estaban en la palestra responden justificando su propia forma de escribir. Cada uno barriendo para su casa.

Y no, señoritas y señor: ustedes en los cuentos que han leído no han contado nada. Pueden decir que ustedes escriben cuentos alegando sofistamente que sus textos no pasan de cierto número de páginas, pero esos textos no cuentan nada (ya he explicado en un artículo de esta serie que la cualidad de cuento no se valora al peso).

Los tres han sido incapaces de concluir con un final porque se pusieron a escribir sin saber adónde querían llegar. Escucha lo que dice Sergio Ramírez a propósito de esa forma de escribir en el primer vídeo de la edición 2022.

¿Son cuentos lo que nos han leído esos tres escritores? Para mí son estampas de la vida de unos personajes. Dejar el cuento sin final y pretender que el lector rellene lo que el autor no ha sabido expresar es ser mal escritor y peor cuentista. No han contado nada a otros humanos. Son cuentos-cóctel. Meten en un tarro unos personajes aderezados con un par de escenarios, añaden unas gotas de situación, y a partir de ahí baten, sirven y estiran la mezcla como si fuera un cuento.

Así son los cuentos estadounidenses que NO CUENTAN NADA. Es una ventana a la vida de alguien. Luego, que el lector se identifique o no con lo que le cuentan, es trabajo del lector, pero contar, lo que se dicen contar, no se ha contado nada: son textos que carecen de acontecimiento.

No tiene por qué ser un hecho trágico, ni siquiera dramático. A veces se presenta un dilema o directamente se cuenta una toma de decisiones desacertada. O se narra una superación. Otras veces se trata de una crítica social reflejada en los personajes que nos presentan. Pero si no se puede hacer ninguna lectura válida tras terminar el cuento, será cerrar el libro y olvidarse de las historias leídas. Es leer para nada. Es fundirse en la inanidad.

Si quien se aproxima por primera vez a un cuento lee una de estas historias, escrita con bellas palabras, con sensiblería aparente, pero careciendo de interés, este lector se sentirá defraudado y pensará que ha perdido treinta minutos de su vida, porque encima este tipo de cuentos suelen ser larguitos, desparramándose más allá de la media hora, ya que como el autor comienza a escribir sin saber qué quiere contarnos, nunca encuentra el final.

Este tipo de cuentos se toman como modelo y se replican cada vez más a menudo por cuentistas de la hispanosfera, siendo el caso que algunos descastados alardean de emplear esta forma de escribir: comienzan con una idea peregrina sin saber adónde quieren ir a parar. Y claro, lo que paren suele ser largo e inacabable, muchas veces infumable. También he dejado críticas a autores conocidos en esta bitácora por ufanarse de este proceder torticero.

El daño que este tipo de narradores están causando al género se percibe en las bajas ventas que los cuentarios tienen en España, y en consecuencia las editoriales son reacias a invertir en libros de cuentos.

Esta es la ecuación: la baja calidad literaria lleva a una mala imagen del género, lo que conlleva pésimas ventas y da como resultado la renuencia editorial, editorial que, no lo olvides nunca, es una empresa privada cuyo objetivo es obtener beneficios. Una empresa estatal quizá podría permitirse el lujo de no obtener beneficios, pero por ese mismo motivo poco le importará la salud literaria del género.

Este finde remataré esta serie de artículos mostrándote un puñadito de cuentos de autores reconocidos. Unos son ejemplos a imitar, y otros serán ejemplos a evitar.

Mañana es jueves y toca GREGUECUENTOS… Mantén tu atención en esta bitácora.

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