Enseñando «La gallina de los huevos de oro» a los escritores

10 de septiembre de 2021

En la lucha por el reconocimiento de los DERECHOS DE AUTOR ni todo vale ni todo es válido. Agárrense a las correas porque a partir de aquí este autobús transitará por terreno sinuoso.

Hace tiempo que no oigo la reivindicación de cobrar a las librerías de viejo por la reventa de libros (ver «Manifiesto de los Autores Europeos», punto 4), lo que significa que falta menos para que vuelva a ponerse en boga:

4. LEGISLACIÓN SOBRE EL PRECIO ÚNICO DEL LIBRO
(…)
Los Estados Miembros deberán tomar consciencia de los problemas que representa el mercado del libro usado/de segunda mano, que supone alrededor de un 20% del mercado del libro y del que ni los autores ni los editores se benefician.

(el subrayado es mío)

Defenderé los derechos de autor pero nunca el abuso, porque no apruebo el hacer daño sin más razón que un sórdido interés crematístico.

Se está logrando que las bibliotecas paguen por lo que ha sido su función durante eones: el préstamo de libros para personas con escasos medios económicos para acceder a la cultura. O para aquellos que no quieren pagar veinte o treinta euros por el último timo editorial, una novela de seiscientas páginas inflada de descripciones vacuas y estériles propias de los ejercicios de esos «talleres» literarios (qué horror de palabro).

A pesar de que las bibliotecas ya han pagado su ejemplar y ahora les piden pagar por lector, aquí los de mi gremio remaban a favor de la corriente porque al final quien paga es Papá Estado (aunque no el más leído será el que más cobre). Esta ‘victoria’ ha envalentonado a los más insolentes para continuar pidiendo, pero me declaro férreo opositor a la reclamación de cobrar a las librerías de viejo por revender libros. ¿Por qué? Lo explico…

La queja o/y denuncia del gremio de escritores se basa en que las librerías de viejo comercian, no con el libro físico, sino con el concepto inmaterial que se ha dado en llamar LA OBRA.

LA OBRA puede ser plasmada en diferentes soportes, algunos físicos y otros virtuales. LA OBRA no es el manuscrito (o mecanoscrito en más reciente época) donde se plasmó por primera vez. LA OBRA es un concepto tan inmaterial que ni siquiera tiene parangón en el mundo digital (ni tan siquiera con los novísimos NFT, pues los bites necesitan de una memoria física para almacenarse).

Ahora que casi todos escribimos con ordenador no existe manuscrito ni mecanoscrito original que nuestros herederos puedan plusvaler y bienvender en subasta, como mucho alguna galerada doméstica donde los más viejos todavía tienen necesidad de corregir a mano el texto, ¡que no LA OBRA! (Aunque si nos fijamos bien veremos que no es necedad ni necesidad, sino previsión, porque esa galareda casera podrá funcionar en el futuro como mecanoscrito corregido manuscritamente… son viejos, no tontos).

Vuelvo y repito: los escritores reivindican en su manifiesto que los libreros de viejo comercian con su OBRA, y que lo justo es que paguen por ello, porque sobre esa OBRA recaen los derechos de autor mientras viva y, mundialmente, setenta años tras su muerte (en España ochenta años).

Pero el autor ya comerció su OBRA con el editor, quien la plasmará en libros de papel o digitales, o en fotocopias, o en tablillas de arcilla si le diera la gana, que para eso los contratos de edición se curan en salud estipulando que se extienden a cualquier medio existente o futuro por el que se pueda reproducir LA OBRA.

Y es que siendo puristas, mientras esté en la mente de dios LA OBRA en sí no vale nada. Debe poderse reproducir para que adquiera valor, y es el soporte donde se plasma LA OBRA el que el editor puede vender en forma de papeles encuadernados o de colección de bites, que contendrán un par de cuentos o las tablas de multiplicar.

Por cada copia legal, por ley en España, al autor le corresponde un 10% del precio de venta al público: por un libro de cuentos que cueste 20,00€, al autor le corresponden 2,00€.

Pero… el libro que revende el librero de viejo ya fue vendido en su día y ya recaudó y distribuyó su porcentaje: un tanto para el editor, otro tanto para el distribuidor, otro tanto más para la librería, 4% de impuestos en España, y un 10% para el autor.

Cargar ahora un libro ya vendido con un nuevo pago es lo mismo que si Renault pidiera una parte de la compraventa que el propietario hace del vehículo que ya pagó en su día al concesionario.

Si he pagado 20.000,00€ por un vehículo nuevo de gama media, y al cabo de cinco años lo revendo por 12.000,00€, a Peugeot no se le ocurre venirme a pedir un porcentaje de la transacción (a Mamá Hacienda sí porque con ella estoy obligado para que Papá Estado me procure carreteras, universidades, hospitales, un ejército que salvaguarde mis derechos humanos y civiles…). Pero Opel no irá a un establecimiento de compraventa de coches de segunda mano con una reclamación semejante.

También Volkswagen tiene reconocidas sus patentes industriales y su propiedad intelectual sobre las mejoras que incorpora el vehículo, pero entiende que yo ya le pagué lo que me pidió por el coche y que el libro es mío (o del librero de viejo).

Existe otro agujero en esta torticera petición. Quien compra un libro es muy dueño de prestarlo o regalarlo, y nadie le pide nada por transferir esa copia física de LA OBRA. Pero si lo revende… Bueno, es un particular y para fiscalizar transacciones entre particulares no vamos a crear un Estado tipo 1984 (o tal vez sí…). Yo me pregunto si el hecho intelectual de transferir LA OBRA plasmada en un libro cambia sólo porque quien ejecuta la reventa del soporte tiene un NIF vinculado a un epígrafe registrado en Hacienda…

El lector, o quien comprara el libro en primera instancia, pagó lo que le pidieron y no adquirió ningún compromiso con el autor. El autor ya cobró por su libro lo que estipula la ley cuando se vendió la primera vez. ¿Qué problemas representa el mercado del libro usado para los autores europeos?

No seamos pendejos. Lo que se pide es gravar a ese eslabón de la cadena del libro que se engarza tras el eslabón-lector, y que son las librerías de viejo, porque si ediciones antiguas de una OBRA siguen en circulación las nuevas ediciones tienen peor salida, y entonces no gana ni el escritor, ni el editor, ni el distribuidor, ni el librero… Pero es el escritor –curiosamente quien recibe el porcentaje más pequeño– el que se queja para hacerles el trabajo sucio a los otros. Gravando el libro usado con un canon torticero, o bien se encarece el libro usado o bien pierde ganancia el librero de viejo, y poco les importa a los reclamantes que esta industria ‘de toda la vida’ se vaya al garete.

Y si se gana esta segunda batalla, ¿cuál será la siguiente? ¿Clavarles la estaca a los clubes de lectores? La vaca no da más leche por mucho que la ordeñes. Y si abres la gallina te quedas sin el huevo de mañana, ¡zonzo!

Os dejo a modo de recuerdo (porque sois escritores y conocéis seguro vuestros clásicos) la fábula de La gallina de los huevos de oro, en versión de Félix María de Samaniego.

Leedla y asimiladla antes de seguir pujando para cerrar el negocio de las librerías de viejo –que bien sabéis que trabajan con márgenes escasos– y pensad que si se le dificulta al lector deshacerse del libro comprado, quizá reniegue de seguir comprando y acumulando libros en unas viviendas que cada vez se construyen más pequeñas.

La gallina de los huevos de oro

(fábula – 102 palabras ≈ 30 segundos)

   Érase una gallina que ponía
un huevo de oro al dueño cada día.
Aun con tanta ganancia mal contento,
quiso el rico avariento
descubrir de una vez la mina de oro,
y hallar en menos tiempo más tesoro.
Matola, abriola el vientre de contado;
pero, después de haberla registrado,
¿qué sucedió?, que muerta la gallina
perdió su huevo de oro y no halló mina.

¡Cuantos hay que teniendo lo bastante,
enriquecerse quieren al instante,
abrazando proyectos
a veces de tan rápidos efectos,
que sólo en pocos meses,
cuando se contemplaban ya marqueses,
contando sus millones,
se vieron en la calle sin calzones!

Félix María de Samaniego (1745-1801),
versionando una fábula de
Esopo (ca. 600 a.C. – ca. 564 a.C.)

Un comentario