La pregunta del simplón

5 de febrero de 2021

Es triste, resulta patético, y a mí me da alipori, comprobar cómo escritores de medio pelo, esos que logran publicar pero que no logran vender, han entablado una absurda carrera para adosar a su currículo una suerte de precocidad muy precoz (que diría Miliki).

Lo voy viendo en cada entrevista que leo desde hace tiempo. Pero hasta la semana pasada no me había dado por coleccionar las majaderías que van cayendo en mis manos. Qué forma más estulta de perder credibilidad.

Cierto que la pregunta es de lo más chorra, algo así como: Y tú, ¿cuándo has empezado a leer/escribir?

Si de las facultades de las hilarantemente llamadas ciencias de la información salen estas preguntas, me da por pensar que el profesorado no está haciendo su trabajo. Deberían filtrar a quienes preguntan bobadas y no promocionarles con el titulito. ¿De verdad es importante saber cuándo el autor ha empezado a escribir? No me imagino preguntar a un físico cuándo tuvo su primer contacto con los números. Son preguntas que no las hace un crío de cuarto de primaria porque ya tiene sentido del ridículo.

Pero vamos con los botones de los autores. No siempre hay pregunta, que sueltan la memez en la presentación, pero entiendo que la ha habido puesto que el gacetillero se anima a vendernos el dato.

1- Juan del Val: «Del Val, que dice sentir necesidad de escribir incluso antes de conocer con exactitud las vocales (…)».

Este tipo comienza las frases con «yo» y las acaba con «mí». Debe de quererse mucho. Habla de sí mismo como si su presencia fuera importante para la historia. Da palos de soberbia y engreimiento, preñadito de sí mismo.

2- Paloma Sánchez-Garnica: «Asegura que es lectora ‘desde que tengo uso de razón’ (…)».

¡Lectora…! Y se ha quedado tan ancha. Pero luego dice que hace seis o siete años que conoce la obra de Stephan Zweig. ¿Y qué has leído hasta ahora, chica? Ah, Harry Potter y las tortugas ninja. Excelente lectura.

Y a renglón seguido alardea de que «ahora tengo toda su obra». Tener no es leer, ni leer es comprender. Esto me recuerda la fábula de Iriarte de El ricote erudito.

El bendito Señor repasó tánto
Sus tomos postizos,
Que, aprendiendo los rótulos de múchos,
Se creyó Erudito.

(representado con la grafía original
—fuente: Wikisource—)

3- A Malenka Ramos le dan con la primera pregunta en la frente: ¿Recuerdas el primer libro que leíste?, y responde sincerándose: (…) La Ilíada, del cual no me enteré de la mitad de la historia porque era demasiado pequeña.

Lo siento, pero no veo a una niña pequeña «leyendo» La Iliada. Tal vez ojeándola, pero no hojeándola.

Iré ampliando con más aportes este reguero de memeces de escritores temerosos de quedarse atrás en tan absurda competición.

Un comentario