Anoche di salida a un cuento cortito que se había quedado atrapado entre mis sinapsis desde que escribiera otro, largo, hará cuatro años.
Tras darlo a leer a mi areópago de betalectores, una mujer me ha aclarado: Es un cuento de hombres.
Y yo he respondido, Sí, y que…
Y nada. Mis betalectores ya me conocen. Y yo a ellos. La queja ni siquiera ha llegado a crítica. O si era una crítica, ni siquiera ha llegado a queja.
Ya sólo faltaba que tuviera que escribir un cuento pensando en que las mujeres, o mejor dicho, algunas mujeres con un perfil muy concreto, se sientan representadas.
El cuento versa sobre un duelo que ocurre en cualquiera de nuestros pueblos. Y al contarlo, pero procurando esconderlo para que no se note, he querido dejar un regusto a spaghetti western. Aún sigo trabajando en él… Si llego a tiempo, lo subo el primero de septiembre.
Si alguna de ominoso perfil quiere cambiar los dos protagonistas por dos protagonistas ellas, y a los dos que no aparecen en el cuento cambiarles el sexo, y el cuento le funciona, pues que me cuente dónde ha comprado los polvos de la madre Celestina y el padre Cucharón.
No me extrañará que este mismo año salte un ofendidito que, arrogándose la representación de los obesos de España, se queje y critique y pida y recoja firmas en changeamibolsillolapastapuntoorg para que se deje de llamar el Gordo de navidad. Y apostaré a que en el Organismo Nacional de Loterías y Apuestas del Estado, regido por medrosos políticos o adláteres suyos, le harán caso.
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