En los colegios e institutos siempre se ha enseñado que dentro del género narrativo se ubican los cuentos y las novelas además de otros subgéneros, como la epopeya. Siempre hemos pedido «cuéntame un cuento», y nunca la palabra cuento ha ofendido a nadie. Pero desde hace unos buenos años, un grupúsculo de personas, quizá por sentirse más adultos, han decidido llamar relatos a los cuentos. Después de indagar y conocer el patio nacional, llego a la conclusión de que esas personas, muchas muy pagaditas de sí mismas, evitan la palabra cuento por su connotación infantil, siendo que relato les hace parecer más serios y adultos a sus propios ojos. Relato es un hiperónimo para cuento, pero también para novela, así como para algún otro subgénero que no cae dentro del género narrativo. Está bien usar el hiperónimo para no repetirse en un texto, pero por un miedo oxidante están fagocitando un sustantivo tan bonito y que evoca tantos sueños y aventuras como es cuento. Me encuentro con quien se ufana de estar leyendo un relato, ocultando por temor que lee un cuento cuando desde siempre hemos leído cuentos de terror, cuentos de ciencia ficción, cuentos eróticos, cuentos bélicos, cuentos realistas…
Mi vida en el campo (sátira – 3.850 palabras) Parece que el concepto de España vaciada ha triunfado y en base a una idea garrapateada y sujetada con alfileres nuestros dirigentes se aprestan a elaborar políticas inversoras: han encontrado un objetivo, difuso y desdibujado pero objetivo al fin y al cabo. Y para más abundar, la covid19 está ayudando a que algunos urbanitas os decantéis por veniros a vivir al campo. Deja que te detalle las ventajas de vivir en el campo frente a las de vivir en la ciudad. Te llevo treinta y cinco años de ventaja, así que permíteme ser tu cicerone. Antes de entrar en detalles debes hacerte una composición de lugar. Existe un atávico resentimiento en el ruraleño por la pretendida superioridad del urbanita sobre el paleto de pueblo (digo paleto de pueblo porque también existen paletos de ciudad). Y llegas a terreno minado: ellos recelan, son sus pagos y a fe que tu incursión invasiva la vas a pagar. Urbanita, estás fuera de tu nicho y el vecino del campo se va a encargar de recordarte cada día que no eres «del pueblo de toda la vida». El pueblo es para los del pueblo. Por…
Voy a contarte un cuento, pero no es mío. Es un cuento moderno que se transmite por la ancestral tradición oral, aun en nuestros días, donde lo digital y tecnológico es enemigo de lo analógico. Empezando por ponerle un nombre tan chorra… Analógico, que se antoja una doble negación. Y este cuento viene a cuento del niñoBarbón. Adrián Barbón, el jovencísimo presidente de Asturias, ha dado el patinazo del bocachancla. De haber conocido este cuento tal vez se hubiera quedado callado en el pisito del ático. Este cuento comienza como ese cuento tan conocido de un ídolo del presidente asturiano, el gran Oscar Wilde (sin tilde el nombre inglés): El príncipe feliz. Pero pronto verás que no es la misma fábula. (Sigo tras el cuento). (sin título, que yo conozca) (cuento – 439 palabras ≈ 2 minutos) Había una vez un pájaro que, jugueteando a perfeccionar su vuelo entre las ramas de las arboledas durante un estival otoño, fue sorprendido por la repentina llegada del invierno. No emigró cuando sus compañeros le advirtieron de que ese año el temible aquilón se anticiparía, y ahora iba a pagar caras las consecuencias de su irresponsable temeridad. El frío y húmedo invierno se…
Abrir los ojos y mirar, o mejor escudriñar, lo que está ocurriendo a nuestro alrededor va a ser muy útil al escritor de cuentos. Un buen filón lo encontramos en todos esos discursos ani-eco-femi-homo-raciales que proliferan merced a las nuevas tecnologías. Cualquier seco mental puede soltar un mensaje en busca de relumbrón personal y apoyo corporativo del mainstream. No siempre la ideología buenista es formalmente válida, y algunas ideas de bombero trasnochadas nos llevarán a la ruina de la civilización. Pero ahí está el escritor de cuentos para extraer lecturas y proyectar escenarios distópicos y postapocalípticos. También los cuentistas realistas pueden nutrirse de sinsorgadas buenistas para presentar paradojas, contrasentidos y despropósitos sociales en formato cuento. Desordenados mentales que ni saben decir en qué siglo viven tumban estatuas de Colón por algo que les han dicho que ocurrió hace cuatrocientos o quinientos años… Indignaditos con su propia vida gris prohíben obras maestras del séptimo arte… Quien se atreva a comer carne es un apestado (bueno, esto es muy viejo; llegaremos a pagar bula al Estado para comer carne… en forma de impuestos)… Cualquier chupacerumen puede ser un ofendidito que te obligue a cerrar el blog (aquí sigo, chupacerúmenes) o que se…
(1) Cada vez que alguien señala (principalemente) en Facebook que cierta persona incita al odio, lo hace incitando al odio contra esa persona. (2) Cada vez que alguien alardea (principalmente en la cloaca en que se ha convertido Facebook) de ser tolerante, indefectiblemente mostrará su intolerancia contra cualquier comentario contrario a su credo ideológico. (3) Cada vez que los anteriores exponen en público que repudian la violencia, lo hacen con expresiones vehementes, crispadas y violentas. ¿De dónde han salido todos estos animales? ¿En qué cueva estaban retenidos tantos orcocerontes y orcocerontas? Eso sí es un misterio.
En Rebelión en la granja, de George Orwell, todos los animales fueron instruidos en la mecánica de la lectura por los cerdos que gobiernan la granja, y que según cuenta la leyenda simbolizan el régimen comunista. Pero los animales apenas tienen con qué practicar la lectura y en consecuencia su comprensión lectora es deficiente. De esta manera los cerdos comunistas tampoco fomentan el pensamiento crítico individual y se aprovechan de ello y de que la memoria colectiva es feble para gobernar a todos los animales. Así, los siete Mandamientos aprobados para favorecer el bien común van sufriendo leves matizaciones hasta conformar un ideario diferente al que se propugnó cuando comenzó la rebelión en la Granja Solariega (Manor Farm) que todos apoyaron. Orwell tuvo el buen tino de ocultarnos el octavo y un noveno mandamiento que se han descubierto buceando entre sus manuscritos. Hoy te muestro cuál era ese noveno Mandamiento de los animales: Todos los animales tenemos que ser tolerantes con los demás animales. Pero este noveno Mandamiento animal también tuvo necesidad de ser matizado por los arteros y torticeros cerdos comunistas: Todos los animales tenemos que ser tolerantes con los demás animales que piensen igual que nosotros. Si alguien…
En Rebelión en la granja (1945, George Orwell), el cerdo Bola de Nieve, ayudado por un cerdito gordo llamado Chillón, de mejillas redondas, ojos expresivos, movimientos ágiles y voz estridente había escrito los Mandamientos de los animales en la pared alquitranada de detrás del establo. Siete eran los Mandamientos, como recordarás, y una vez escritos en la pared, podían leerse desde treinta metros de distancia. Los Mandamientos fueron sufriendo leves matizaciones que explicaban el alcance de cada uno. Pero lo que no nos dijo Orwell es que había un octavo Mandamiento: Todos los animales tienen libertad de opinión. Y que al final, cuando la Granja Solariega (Manor Farm), es dirigida con mano férrea por el bien de la comunidad, ese octavo Mandamiento se matizó para su mejor comprensión por los animales. Todos los animales tienen libertad de opinión para opinar como nosotros opinamos. Pero con la canícula de estos días no tengo claro si esto ocurría en la Granja Solariega o en el Solar Hispano, donde la leyenda dice que los cerdos gobernantes simbolizan el régimen comunista.
Me vengo fijando en las entrevistas que se hacen a escritores noveles, prestando atención a las preguntas y planteándome las respuestas que yo daría. Y ha habido una pregunta que me ha llamado la atención y me ha puesto a pensar. Sería incapaz de dar la respuesta de plástico que espera el entorno literario. Va en contra de mi naturaleza. Si no quieres saber qué pienso no me preguntes qué pienso… Ni siquiera utilizando otras formas como ¿qué te parecería…? o ¿cómo reaccionarías…? o ¿qué crees que…? Responderé lo que pienso sin importarme si doy la respuesta esperada. Por supuesto que sé utilizar, cuando la situación lo requiere, la única mentira que puede presentarse con un traje decente, que es la mentira piadosa. Pero este no es el caso. No recuerdo el tenor literal de la pregunta pero creo ser fiel a su espíritu (recordemos que se la hacen a un escritor novel): ¿qué te parecería si de repente vieras que tu libro se ha replicado y se ofrece gratuitamente en Internet? El hombre entrevistado dio la respuesta acertada y se encendió la bombillita, pero yo paré el vídeo… Mi respuesta, que aunque no te interese la voy a dejar…
Una nueva moda, entre infantil y bobalicona, asalta la cartelería española. Abarca desde pueblos de gallinero, donde las encargadas de actividades variopintas remedan los actos de ciudades de tercera, hasta los comunicados de la Benemérita y bienintencionada Guardia Civil, aunque ignara en asuntos lingüísticos y estilísticos. Las buenas intenciones no son suficientes. Y alientan la infantilización que padece la sociedad, de la que nos advierten continuamente los psicólogos (otra cosa será que el ciudadano repare en sus advertencias). La infantilización de la sociedad nos empapa a todos en nuestras manifestaciones públicas, desde humanizar mascotas y hablar con ellas y de ellas como si fueran chicuelos, hasta promulgar leyes que amparen a extraños como Quijotes que reparten panes con el Erario público —que siendo público no es de ellos—. Vengo observando que las encargadas de confeccionar carteles para redes sociales, curiosamente empleadas de Administraciones públicas, pierden el tiempo que les paga el contribuyente buscando iconitos chorras con los que ilustrar una idea, un cartel, un aviso que viajará por los mares interneteros. Los emoticonos surgieron como necesidad para expresar ciertas emociones de forma que enriquecieran el texto plano en los chats de la incipiente Internet. Se limitaban a expresar emociones sencillas…