Lo que hay entre lo real y lo fantástico (1)

8 de marzo de 2025 | Luis R. Miguez

Como todos sabemos, los límites de las obras del ingenio humano no son rígidos, sino flexibles (y a veces difusos): los sonetos han de “medir” catorce versos justos… pero se admite el estrambote.

Cuentos y novelas no pueden clasificarse por peso: existen cuentos largos con más páginas que las novelas cortas. Y en algún lugar entre ellos están las noveletas, que se sitúan entre dos aguas. Son cuentos —porque guardan las características intrínsecas del cuento— narrados al modo lato de las novelas.

El cuento es una vía perfecta para los géneros realismo y fantástico de la literatura. La palabra «género» en literatura se aplica a una constelación de conceptos. Aquí, ahora, le vamos a dar el significado de modos. Modo realista o modo fantástico: lo fantástico y el realismo.

La definición de LO REAL no presenta equívocos: el realismo en la literatura refleja el mundo real, es una representación ficcional del mundo operatorio en el que vivimos.

Pero para definir en literatura LO FANTÁSTICO (o el fantástico que dicen algunos para sortear el artículo neutro) hay que afinar un poco: lo fantástico se define como un hecho imposible que ocurre en el mundo real que ficciona la literatura, y que se percibe como una amenaza para los humanos. Quede claro que un hecho imposible no puede darse en la realidad porque entonces no sería un hecho imposible. Pero podemos representarlo en la ficción literaria.

Cabría explicar qué son lo maravilloso, lo extraño, lo sobrenatural y otros hechos o géneros literarios que se utilizan como modo de expresión, pero el artículo de hoy no va de definiciones: vamos a transitar por el camino que une el realismo con lo fantástico, a ver qué encontramos.

En este “estudio” no se van a definir los modos o géneros literarios que se encontrarán en el camino porque ya están definidos por los que saben: aquí se les acomodará un lugar donde ubicarlos con respecto a otros hechos literarios.

Observando sus definiciones vemos que ambos modos literarios —el realismo y lo fantástico— se sitúan en el mundo real… y se antoja que debe de existir un continuo que vaya del realismo a lo fantástico, una línea continua en la que se ubican otras tendencias expresivas, otras formas de expresión literaria, porque las fronteras en las obras del ingenio humano no están delimitadas de forma rígida y en sus márgenes se nada entre dos aguas.

Podemos representar esa línea imaginaria en el papel situando a la izquierda lo real y a la derecha lo fantástico porque leemos de izquierda a derecha. O viceversa pues la línea es bidireccional. También podríamos colocar lo real arriba y lo fantástico abajo porque leemos de arriba a abajo, aunque algunas mentes igual prefieren colocar lo real abajo y lo fantástico arriba, pues la realidad sin imposibles funciona como base sólida.

Convengamos usar la primera idea, yendo de lo real a lo fantástico:


• lo real < = = = = = = = = = = = = > lo fantástico

Situemos un término medio a mitad de camino, aunque quien esté versado en estadística atestiguará que las medias pueden estar más próximas a un extremo que al otro y seguir siendo medias. Esa línea en mitad de la nada hemos de entenderla como una línea imaginaria, como los meridianos terrestres: una convención para avanzar hacia alguna parte.


• lo real < = = = = = = | = = = = = = > lo fantástico

Ya tenemos el mapa. Con nuestra hipótesis vamos a poblarlo de tendencias intermedias que permitan una transición amable entre lo real y lo fantástico; esas dos aguas en las que nadan modos de expresar una idea artística (la finalidad del arte es hacernos pensar).

Entre lo real y ese imaginario meridiano debe de existir algo que se aleje de lo real hacia lo fantástico pero siga siendo real. Algo que «no pareciendo real sí lo sea», y eso es LO GROTESCO, lo deforme que tenemos que mirar.

Una película de culto, La parada de los monstruos (Freaks por título original, Fenómenos en Hispanoamérica), muestra un elenco de personas que padecían deformidades y que se exhibían en circos y ferias. No parecían posibles fuera de la ficción, pero eran reales… y sobrecogedores.

En lo grotesco percibimos niveles de extravagancia, entre lo ridículo y lo repugnante. No sólo somos grotescas las personas por nuestra apariencia sino también por nuestros actos. En el romanticismo se escribieron cuentos que se recrean en lo grotesco tanto de personajes como de situaciones.

Así pues, entre lo real y el meridiano que hemos señalado en la teórica mitad del camino que lleva a lo fantástico hemos encontrado algo que «no pareciendo real lo es». Y esto nos anima a seguir.

Por una lógica… reflexible… podríamos colegir que llegando al centro del camino debe existir algo que «pareciendo real no lo sea». Y esto es EL ESPERPENTO. Su creador, Ramón María del Valle-Inclán definía el esperpento (en 1920) como una distorsión de la realidad: pero… si es una distorsión de la realidad entonces no es la realidad, al igual que un reflejo tampoco es el original.

Para explicar el esperpento, don Ramón utilizaba el símil de los espejos distorsionadores, esos que deforman la figura de quien se coloca ante ellos. Lo cierto es que todos los espejos distorsionan la realidad; por liso y plano que sea un espejo, lo que en el mundo real es derecha allí es izquierda. Prestemos atención porque tampoco hay nada risible en el esperpento, como no lo hay en lo grotesco.

En mi opinión, las distopías se sitúan en el ámbito del esperpento. El catedrático de literatura Jesús González Maestro explica que toda distopía es una utopía: lo que es distópico para unos es utópico para otros. Lo que es una utopía para los de aquí será una distopía para los de allá.

El canon de novelas distópicas comienza con Nosotros (Yevgueni Zamiatin, publicada en 1920, el año en que Valle-Inclán define el esperpento), sigue con Un mundo feliz (Aldous Huxley, 1932), continúa con 1984 (George Orwell, 1948), prosigue con Fahrenheit 451 (Ray Bradbury, 1953) y termina con La naranja mecánica (Anthony Burgess, 1962). Estas cinco obras sientan las bases de la temática distópica y en ninguna de ellas ocurre nada fantástico, nada que sea IMPOSIBLE en el devenir de la realidad operatoria en la que vivimos.

Las distopías son una distorsión de la realidad: «¿qué ocurrirá si estas teorías sociales que operan en la realidad hoy adquieren poder omnímodo mañana?»… Y tenemos un argumento distópico. Es la realidad de hoy distorsionada para trasmañana.

Los cuentos apocalípticos (la destrucción de la humanidad) y los posapocalípticos (la vida de los reductos de humanos sobrevivientes tras un apocalipsis) son distopías, son esperpento.

Volviendo al camino, y dado que nos anima la idea de que no existen límites rígidos en las obras del ingenio humano, hemos encontrado dos tendencias entre lo real y la mitad del continuo hacia lo fantástico: una que no pareciendo real sí lo es, y otra que pareciendo real no lo es. Veamos cómo queda el mapa.


• lo real < = = lo grotesco = = el esperpento = = | = = = = = = > lo fantástico

Si estoy acertado, al otro lado de la línea, al otro lado del espejo, (sin explorar aún) deberían existir al menos otras dos tendencias que, no siendo fantásticas, estén próximas a serlo.

[Ve a la segunda parte: Lo que hay entre lo real y lo fantástico (y 2)]

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