En algún lugar leí, hará cien años, que los chinos (los de antes, los milenarios) decían que el principio de la sabiduría radica en dar a las cosas el nombre apropiado.
Y algo de razón deben tener, porque si no damos un nombre a un concepto no es posible referirse a él más que explicándolo, lo cual es farragoso de entender y tedioso de exponer.
Pero ha de ser el nombre apropiado.
He dejado por aquí varios artículos donde utilizo el sintagma «relato» para referirme a los textos breves que, escritos al gusto de la anglosfera, no considero cuentos, primero porque no cuentan nada, y segundo porque están escritos de modo novelado.
He expuesto más características de estos relatos anglosféricos en otros artículos, pero no es cuestión aquí de volver otra vez sobre ellos porque toca avanzar.
El cuento se caracteriza por contar algo con economía de recursos narrativos. Según explicaba el maestro de cuentistas Meliano Peraile, el cuento debe tener entre 3 y 10 páginas (economía de recursos). Todos entendemos que no hablaba de medidas matemáticas, sino de longitudes estimadas. Más o menos entre 3 y 10 páginas.
Pero entonces, ¿qué pasa con esas narraciones que se van a las 15 páginas? ¿Son cuentos o no son cuentos?
Pues es que en obras del ingenio humano, entre un concepto y otro siempre habrá tierras de nadie. Y si queremos hilar fino al mapear la tierra literaria conocida, hemos de entrar en esas tierras de nadie, o más bien quizá, tierras compartidas.
Si un texto de 15 ó 20 páginas mantiene todas las demás características del cuento, pues habremos de colegir que es un cuento. Pero lo que entiendo que quería decir el conquense es que en esa media distancia los velocistas no van a abundar. Entramos en los dominios de los mediofondistas, si se me permite mantener el símil atlético. El mediofondista ni es velocista ni es fondista; es una especie aparte que requiere una especialización propia.
Veo que los cuentos típicos de la anglosfera, los que gustan en los EE. UU. y Canadá –con las dos damas canadienses a la cabeza, Munro y Atwood, y el rey del terror estadounidense, King– son textos que se novelan y pasan de las 15 páginas (o quizá, que como quieren llegar a esa distancia necesitan novelarse para sostenerse).
¿Y qué es novelar?, me preguntará alguien… Pues lo contrario de contar… Si hemos aceptado que el cuento presenta una economía de recursos narrativos, la novela ofrece una facundia narrativa que embota y empalaga (al menos a mí). La novela da detalles, describiendo todo aquello que no viene a cuento (recuerda el principio de la escopeta de Chéjov).
En un cuento podríamos leer: «Juan entró en la habitación y notó el olor a humedad fría, a orín cálido y a sudor rancio que impregnaba el ambiente».
Una novela nos describirá el estado en que estaba la cama, con calcetines aquí y allí tirados, los manchones de humedad que se veían en los ángulos que forman las paredes y el techo, el estado ruinoso de las persianas, la suciedad que había en el suelo, el cenicero lleno de colillas, y cinco o seis bragas diseminadas por la estancia… Se recreará también en los matices de olor, hedor, fetidez y tufo, abundando en olores secundarios que se adosan a los ya descritos. Podría tirarse así, describiendo escenario, ambiente y atmósfera, dos o tres páginas porque tiene tiempo y dispone de espacio.
Empero, un cuento novelado quizá utilice doscientas o trescientas palabras para describir la penosa situación en que encontró Juan la habitación en lugar de las diecisiete que muestran en mi ejemplo el estado de la habitación: «(…) notó el olor a humedad fría, a orín cálido y a sudor rancio que impregnaba el ambiente».
Ya he dicho más veces que hispanosfera y anglosfera no son esferas estancas, sino que se relacionan entre sí, influyéndose recíprocamente, comiéndose terrero una a la otra mutuamente.
Y diré ahora que a mí también me divierte novelar una historia. Y que tengo escritos cuentos que se van a las diez mil palabras. Pero… ¿puedo llamarlos cuentos cuando llegan a las 20 páginas y están novelados?
Pues honestamente creo que no. Pero no los voy a tirar, sobre todo cuando están escritos con cierto regusto, cuentan una historia interesante, y son tan hijos míos como los cuentos que tienen 7 u 8 páginas.
Pero si no se pueden llamar cuentos, ¿qué nombre ponerle a estas historias escritas más al modo de la novela que al del cuento? Porque novela corta es otra cosa… Estos textos son más extensos que el cuento y más cortos que la novela corta. Los anglosajones, con su idioma prosaico, los llaman short story.
En la Wikipedia en español –que estoy viendo que andan cambiando artículos, copiando de la Wikipedia en portugués algunas entradas (ha pasado con el artículo wikipédico de «cuento»)– aparece una buena y escueta deficinión de noveleta. Está en la entrada novela corta.
Como veo que puede cambiar (y puede hacerlo para peor), y dado que no es mucho texto, voy a copiarla aquí:
NOVELA CORTA
Novela corta, noveleta, novelita, novelletta (italiano) o nouvelle (francés) es una narración de menor extensión que la de una novela, aunque sin la economía de recursos narrativos propia del cuento. Los editores y sociedades literarias comúnmente describen la novela corta como un relato que se sitúa entre las 15.000 y 50.000 palabras.Origen
El antecedente de la novela corta es el relato corto medieval. Julio Cortázar la definió como un «género a caballo entre el cuento y la novela».En español, en sus inicios, la palabra «novela» se empezó a usar en el sentido italiano, novella, con el significado de un relato más breve que el romanzo, en francés roman, equivalente a la actual novela en español. Así la empleaba Miguel de Cervantes en sus Novelas ejemplares, una recopilación de novelas cortas. Para una narración más extensa se empleaba el término libro.
Sin embargo, con el tiempo la palabra novela pasó a designar todos los relatos de extensión superior al cuento, por lo cual se hizo necesario distinguir entre novela y novela corta.
El término noveleta es usado en revistas y en el día a día desde hace décadas, si bien no está recogido en el Diccionario de la lengua española. También hay tendencia a considerar la noveleta un tipo de novela corta aún más corta, situándola según el criterio de quién (sic) entre las 7.500 y 15.000 palabras.
Así pues, llamaré relato a los cuentos anglosféricos que nada cuentan, o que aún siendo cortitos son novelados (estirándolos porque el autor no tiene nada que contar o porque no sabe rematarlos), y llamaré noveleta a esos textos a partir de 15 páginas que son tan del sabor de la anglosfera y que yo también, de vez en cuando, me siento tentado de escribir, recreándome y regustándome.
Lo hago con la esperanza de estarle dando a las cosas el nombre apropiado. En el próximo artículo explico el concepto de noveleta.
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La facundia narrativa – Qué cuento