La oveja descarriada de Ovejero

28 de agosto de 2023

Voy superando el disgusto que me ha dado el atentado cometido por Andrés Barba en el primer vídeo de la quinta temporada de CAFÉ CHÉJOV. Es doloroso comprobar que también nuestras élites intelectuales cargan contra nuestro país. Hasta el punto de harakirizarse ellos mismos por palmaria ignorancia de nuestra historia.

Pero la vida sigue y he llegado al cuarto vídeo de CAFÉ CHÉJOV de la actual temporada. Tras dos mexicanos entrevistados le ha llegado el turno a José Ovejero.

Hace unos años acudí a Oviedo a la presentación de un cuentario suyo. A juego con el título del libro que presentaba, me pareció un tipo algo extraño. Y en consecuencia no esperé a que terminara la rueda de firmas de ejemplares para departir siquiera brevemente con él. Como no soy mitómano, tampoco quiero la firma ocasional de nadie en un libro que tengo que pagar yo.

En esta entrevista me ha sorprendido un aplomo que no vislumbré en la biblioteca de El Fontán. Pero Ovejero patina en la misma cáscara que el imberbe Barba: le priva lo anglosajón y critica lo español.

En la segunda entrevista de esta temporada, el mexicano Villalobos —afincado en Barcelona— hacía patria proponiendo lecturas de sus compatriotas Garro y Sada, y del hondureño-guatemalteco exiliado en México, Monterroso, demostrando así estar por encima de cualquier leyenda negra promocionada y alentada por los enemigos tradicionales de la hispanosfera.

Pero los nuestros, embebecidos en el embeleco del sentimentalismo sensiblero, proponen lecturas de autores representativos de la anglosfera. La literatura del mundo anglosajón coloca las emociones por delante de la razón; esa cultura —su modo de encarar la realidad— la vemos reflejada en la imbibición de la gringo-canadiense religión woke por toda la vieja Europa occidental, la cual se aleja día a día de un pasado esplendor que tiene sus raíces en las culturas griega y latina.

Ovejero ha propuesto leer a Borges, autor renegado del mundo hispano que se jactaba de su cultura anglosajona –al punto de ufanarse públicamente del sinsentido (para un hispanohablante) de haber leído el Quijote en inglés— que nunca ha sido aceptado en aquel canon; y propone también a las estadounidenses O’Connor y Butler. Barba propuso a la canadiense Munro, al polaco anglófilo Conrad y al estadounidense britanizado James… Que digo yo que por qué no escriben en inglés y se van a la feria del Jabberwocky a que les entreviste el Humpty Dumpty.

Con Ovejero, menos espídico de lo que le recordaba de la tardenoche ovetense, no coincido en casi nada de lo que expone y argumenta. Sí es verdad que me ha dado materia de reflexión, lo cual agradezco.

Pero comienza con mal pie la entrevista, diciendo que Cela (nuestro Premio Nobel) hizo una definición de cuento «muy estúpida».

Siempre es feo criticarse públicamente entre compatriotas, pero aquí hay una diferencia: esta bitácora no la lee ni dios y Café Chéjov lo ven miles de personas en su emisión en directo y en su puesta a disposición del orbe en la plataforma de vídeos por excelencia.

Hay otro matiz, y es que yo les critico con la esperanza de que alguien me lea, tome conciencia de la debacle y, como la mariposa que provoca una tormenta, se promueva un cambio en las huestes literarias españolas, que no élites intelectuales.

Si la definición de cuento que hace un español galardonado con el Nobel de Literatura le parece estúpida, que se lo calle. Pero jamás debe catalogarla públicamente de estúpida. ¿Es acaso más docto José Ovejero que Camilo José Cela para desautorizarle?

La definición de cuento que hace Cela hay que tomarla en perspectiva. El error —que cometen todos los entrevistados— es definir el cuento en relación con la novela, como si la novela fuera un referente universal para el cuento.

Analicemos la primera intervención de Ovejero: «No encuentro una definición (de cuento) que me guste (…)». Pues se le está pasando el arroz (1958) perdiendo la oportunidad de crear la suya propia. ¿A qué espera?

A renglón seguido es cuando atiza a Cela, y cita textualmente la frase del Nobel. Continúa diciendo que ha leído otras definiciones «más inteligentes». Pero curiosamente no cita ninguna de las que le han gustado.

Este destacar el menosprecio hacia los compatriotas sólo se da entre españoles, que alardeamos de un gusto desmedido por lo foráneo y mostramos vergüenza por lo propio. A quien destaca lo sometemos a ordalías arteras, a no ser que el desdoro sea imposible porque el resto del mundo ya se ha rendido ante él. Entonces entramos en fase de adulación y exaltación…

Es triste y vergonzoso que dos escritores españoles hayan ido hasta México a criticar lo que España produce en literatura, lo que España tiene de literaria, lo que otros españoles representan en el campo de las letras. Si lleva sello español no puede ser bueno, vino a decir Andrés Barba en su turno.

Se me rebatirá diciendo que la de Ovejero no es más que una frase a la que saco puntilla…

Es preocupante la facilidad con la que Ovejero cuela esa frase en su mensaje: a partir de 1700 empezó a convertirse en costumbre entre españoles acuchillar lo patrio en público y renegar de nuestras excelencias. Va siendo momento de frenar. Vemos glamur en lo extranjero y cutrería en lo nuestro. Hace unos meses un olvidable ministril ha criticado en el extranjero los productos cárnicos españoles.

Con esta actitud somos el hazmerreír del resto del mundo. O tomamos conciencia de que nosotros tenemos que defender lo nuestro o seguiremos perdiendo credibilidad a ojos de los foráneos, por muy hermanos en el idioma que sean. Y nos seguirán perdiendo el respeto en los países que no nos estiman.

Recomiendo a quienes gustan de pontificar elucubrando teorías personales en público sobre el género del cuento en particular y sobre la literatura en general, que acudan al catedrático en literatura de la Universidad de Vigo, el profesor Jesús González Maestro, autor de un suculento sistema de análisis y crítica literaria elaborado desde la tradición hispana literaria (que es LA NUESTRA, ¡coño!). Dispondrán de un guión de base al que atenerse y evitarán así hacer trompos en el páramo helado del norte.

Verán que no necesitan irse ni a Inglaterra ni a los Estados Unidos ni al Canadá para hablar de objetivos literarios. Y que tienen en español —a ambas orillas y más allá de ultramar— maestros cuentistas que son referentes para todos esos autores ingleses, estadounidenses y canadienses cuyas lecturas proponen.

No hay comentarios

Los comentarios están cerrados.