Una nueva moda, entre infantil y bobalicona, asalta la cartelería española.
Abarca desde pueblos de gallinero, donde las encargadas de actividades variopintas remedan los actos de ciudades de tercera, hasta los comunicados de la Benemérita y bienintencionada Guardia Civil, aunque ignara en asuntos lingüísticos y estilísticos.
Las buenas intenciones no son suficientes. Y alientan la infantilización que padece la sociedad, de la que nos advierten continuamente los psicólogos (otra cosa será que el ciudadano repare en sus advertencias).
La infantilización de la sociedad nos empapa a todos en nuestras manifestaciones públicas, desde humanizar mascotas y hablar con ellas y de ellas como si fueran chicuelos, hasta promulgar leyes que amparen a extraños como Quijotes que reparten panes con el Erario público —que siendo público no es de ellos—.
Vengo observando que las encargadas de confeccionar carteles para redes sociales, curiosamente empleadas de Administraciones públicas, pierden el tiempo que les paga el contribuyente buscando iconitos chorras con los que ilustrar una idea, un cartel, un aviso que viajará por los mares interneteros.
Los emoticonos surgieron como necesidad para expresar ciertas emociones de forma que enriquecieran el texto plano en los chats de la incipiente Internet. Se limitaban a expresar emociones sencillas valiéndose de signos ortográficos. Los duplicaron y reduplicaron mentes que vieron en ellos un juego creativo. Y se crearon combinaciones que nunca se usaron por complicadas y por desconocidas (aquello de que el emisor y el receptor deben utilizar el mismo lenguaje para entenderse).
De ahí se pasó a las caritas amarillas llamadas smileys, llegándose al punto de hacerse necesario un estándar que unificara criterios.
Pero como los códigos usados para almacenar estas figuritas dejaban sitio a la creación de miles de dibujitos, desde gestos humanos a comidas y útiles diversos, el estándar admitió una serie de emoticonos gráficos que cada plataforma representa libremente pero ciñéndose a una definición previa.
La pastosa moda que nos invade consiste en perder tiempo buscando entre los archivos un emoticono que tenga relación con lo que ya se expresa mediante palabras, como si los usuarios de esos servicios fuéramos gilipollas. Aunque pensándolo detenidamente, tal vez sea una forma de decirnos que quienes hacen los avisos que las instituciones cuelgan de las redes sociales son netamente gilipollas.
Ejemplos: si nos hablan de un perro buscarán uno de los iconos que muestra la imagen de un chucho, como si los contribuyentes no supiéramos representarnos un perro en la mente tras leer la palabra «perro». Si hablan de un campo de fútbol pondrán el icono de un balón de la modalidad. Incluso las más idiotas ponen todos los que encuentran: una portería, un guante de portero…, y si están hablando de que existen restricciones para usar el campo, pondrán la señal de stop, una mano abierta con el mismo significado, y un aro rojo que recuerda a las señales de prohibición de tráfico.
Esta chorrada y pérdida de tiempo que paga el vecino se está convirtiendo en hábito que los jefes de gabinete o concejales aceptan de buen grado confundiendo el culo con las témporas, quiero decir, confundiendo las chorradas momentistas con el buen gusto. Quizá porque la concejal del ramo forma parte del mainstream, como la encargada de subir a las redes el aviso al público.
¿Que dónde está la infantilización…? Pues en saltar de la esfera privada a la institucional con algo que se creó para uso exclusivo entre pares. Nos extinguimos, sí.
Pondré un enlace de ejemplo, pero en cada pueblo ceniciento de la España vaciada (vaciada de mentes con criterio propio) hay una encargada (o encargado, que también haylos) que es tan mochufa y chorra que usa los dichosos iconitos para las comunicaciones institucionales. Y su novia y las amigas le celebran la ocurrencia.
Iconitos en las comunicaciones institucionales de la Guardia Civil
Quede claro que la labor de información que hace constantemente la Guardia Civil es muy de agradecer… Pero más lo sería si dejaran de tratarnos como infraseres que necesitan de representaciones gráficas para entender conceptos. Altamira quedó atrás…
Actualización del 22.07.2020
El Ayuntamiento de Cangas de Onís (Asturias) se suma a la moda rupestre de informar a los vecinos con iconitos chorras en un bando municipal.
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