El arte de contar historias es uno; aunque existen diferentes formas de contar dependiendo del medio.
Primero fue la tradición oral, que se mantuvo al calor de las hogueras… No hace falta que te vayas a las cuevas rupestres: mis abuelos, de niños, escucharon historias a la lumbre del lar en las húmedas noches del invierno septentrional. Y aprendieron a contarlas… esa pausa dramática, esa inflexión de la voz, el personaje que queda esbozado y que reaparece en el momento oportuno… o en el más inoportuno; ese dejar la narración en suspenso para dedicarse a atizar el fuego.
Recuerdo a mi abuela contándome historias que incluían «efectos especiales»: dedos que no veías arañaban madera o tamborileaban al compás de una marcha fúnebre, boca y garganta emitían gemidos y chasquidos nunca antes oídos, una caja de cartón salía volando, o una silla caía sin que hubieras advertido que la mano estaba en el cayado… La lumbre adquiría protagonismo, y hasta el viento del exterior actuaba para el teatro doméstico.
Pero sí, también se contaron historias de cazadores, guerreros y mercaderes en las cuevas neolíticas (en el Neolítico se vivía en cuevas, a ver si crees que se pasó del Paleolítico al Neolítico como pasabas la página de tu libro de sexto; la transición ¡duró miles de años!).
Luego llegaron los libros. Sí, sí… mucho antes de que naciera Gutenberg ya había libros. Vale, con la imprenta el libro se empezó a popularizar bastante más, pero todavía te estoy hablando de antes de nuestra era.
Durante cientos de años, al medio escrito se transcribían las historias que habían sido transmitidas oralmente.
Pero con el tiempo, mucho antes de la invención de la imprenta, los textos que contaban historias se fueron adaptando al medio escrito, y se les fue dando la forma que mejor convenía: poema, cuento, fábula, teatro para ser representadas…
Vaaale… y novela. Pero la novela como la conocemos hoy es relativamente joven.
El medio audiovisual surgió hace más de cien años, y desde entonces se vienen contando historias en él: cine, radio, televisión… ¡e Internet! Al principio se adaptaban las historias contadas en el medio escrito o en el teatro, pero con el paso de los decenios empezaron a contarse historias expresamente pensadas para ser vistas o/y oídas.
Las historias audiovisuales se recogen bajo la forma de guión. Un escrito cuya elaboración es muy técnica porque el medio para el que está escrito es también muy técnico y cada vez más complejo.
El arte de contar historias permanece inalterado, simplemente se adapta al medio. Y con los nuevos medios aparecen nuevas formas de contar. Pero podemos decir que las últimas han sido engendradas desde las primeras.
Los guionistas son personas muy profesionales. Quizá más que los escritores. Escribir un guión supone dedicar mucho tiempo a tareas que no son propiamente de narración. El guionista, escritor de guiones, tiene que pensar en cómo se verá la historia, en cómo se escuchará… En si existen medios técnicos para realizar lo que tiene en mente, y si una innovación será bien acogida. Además, que la historia «se vea bien» depende de otros colectivos: actores, directores, productores…
No debo extender más este largo preámbulo. Iré al grano. He dado con la web de un megacrack de la comunicación: el guionista David Esteban Cubero.
En uno de los más de trescientos pódcast que tiene subidos, el número 82, habla de los cuatro ciclos de Borges. Esos cuatro ciclos son presentados en el libro de poemas El oro de los tigres. Haré un extracto de lo que Jorge Luis Borges propone en Los cuatro ciclos:
Cuatro son las historias, una, la más antigua, es la de una fuerte ciudad que cercan y defienden hombres valientes. Los defensores saben que la ciudad será entregada al hierro y al fuego y que su batalla es inútil; (…)
Otra, que se vincula a la primera, es la del regreso. El de Ulises, que, al cabo de diez años de errar por mares peligrosos y de demorarse en islas de encantamiento, vuelve a su Ítaca; (…)
La tercera historia es la de una busca. Podemos ver en ella una variación de la forma anterior. Jasón y el Vellocino; (…). No podemos creer en el cielo, pero sí en el infierno.
La última historia es la del sacrificio de un dios. Attis, en Frigia, se mutila y se mata; Odín, sacrificando a Odín, (…) pende del árbol nueve noches enteras y es herido de lanza; (…)
Cuatro son las historias. Durante el tiempo que nos queda seguiremos narrándolas, transformadas.
Creo que estas cuatro historias pueden ser resumidas o condensadas desde el punto de vista de la victoria/derrota.
1) La ciudad sitiada es la historia de una derrota anunciada; abocado a perder, el héroe permanece fiel a su credo o código, y resignado a su destino…
2) El regreso es la historia de una victoria in extremis; el héroe aparece cuando ya no se le espera ni él cree llegar.
3) La busca es la historia de una victoria pírrica; el héroe acaba ganando sufriendo pérdidas dolorosas.
4) El sacrificio de un dios es la historia de una victoria mediante un sacrificio; para lograr su objetivo el héroe tiene que perder.
Una victoria apabullante y que se ve venir de lejos no merece ser narrada. O sí… Pero sólo una vez en la historia.
Y de forma tan gloriosa como breve: «Vine, vi, vencí».
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