Escribe Enrique Vila-Matas en la sección cultural de un diario de tirada nacional un artículo en el que parece criticar que el escritor hable de su obra: «No he venido a hablar de mi libro«.
El título del artículo parodia o/y parafrasea la famosa intervención de Paco Umbral en un programa de Mercedes Milá («Queremos saber», Antena 3, 1992) requiriendo atención hacia el libro que acababa de publicar (parece ser que porque así se lo habían prometido): «Mercedes, yo he venido a hablar de mi libro» (y no de cosas que me traen sin cuidado).
Existe grabación de otra intervención anterior de Umbral en tertulia con Camilo José Cela y con el doctor Palacios Carvajal, en un programa de Jesús Hermida («A mi manera», TVE, 1989) donde se queja de las desacertadas preguntas de los entrevistadores hacia los premios literarios.
Umbral postulaba ante Cela, quien asentía, que a un premio Nobel de física no le preguntan por banales cuestiones de actualidad sino por su premiada aportación al mundo y a la sociedad, pero que un escritor es requerido a dar su opinión sobre cuestiones político-sociales en las que únicamente podrá dar su opinión «de ciudadano de a pie». Un escritor no tiene por qué ser un filósofo, aunque para producir su obra, debe pensar y razonar. El filósofo explica una realidad, el escritor la plasma (a veces es una realidad ficticia que sólo existe en su mente, pero realidad en cuanto que existe en algún lugar).
Me ha chocado, pues, la queja-crítica de Vila-Matas, porque yo suscribo las premisas de Umbral y me gustaría saber qué le gusta a Vila-Matas que le pregunten cuando presenta un libro.
Los que escribimos por afición, como el que juega una pachanga por diversión, gustamos de saber (no necesariamente para imitar) cómo se enfrentan los profesionales, (sean ídolos o no) al reto de chutar, encestar… o escribir, como es el caso.
A mí me gusta averiguar sobre lo que Juan José Millás llamó la cocina del escritor (minuto 7:40) en el programa «Andalucía al Día, Cultura”, Canal Sur, 2018.
Por todo ello, leído el artículo de Vila-Matas, puedo entender lo que propone el escritor catalán, pero no lo comparto enteramente.
Sí es verdad que puede ser tedioso escuchar a un escritor filosofando sobre sus obras, o peor, sobre su última obra, pero no lo es averiguar cómo las ha cocinado, con qué herramientas (digitales o no) las ha traído del platónico mundo de las ideas al mundo de las cosas, cómo busca las musas para escribir (aislándose o buscando el rumor continuo de un bar-cafetería), dónde se inspira, si toma notas, si escribe movido por la inspiración o escribe como funcionario (de tal a tal hora), produzca o no calidad o cantidad. Me gusta saber de dónde un escritor ha sacado tal cuento o tal otro, quizá movido por un encontronazo fortuito en el transporte público, o quizá raptado por el atardecer durante una excursión bucólica, tal vez tras una observación minuciosa de su entorno y del comportamiento social del animal humano…
Porque el hecho de chutar, lanzar a canasta, o dar un raquetazo puntual, esencialmente es el mismo lo haga Pepe Pérez o un astro que cobra astronómicas sumas. Y el hecho de escribir, de poner unas palabras detrás de otras, también es esencialmente el mismo. Ocurre que un cuento de un buen escritor es más que la sucesión puntual de las palabras y los aficionados aspiramos a lograr, aunque fuera una vez en la vida, esa concatenación y ordenación magistral de las ideas que plasmamos en un escrito y que por mor de ese orden y de la elección de sintagmas la historia logra remover el ánimo del lector. Conocer esa cocina del escritor en la que se ha fraguado el cuento (o novela) me resulta muy interesante.
No hay comentarios
Los comentarios están cerrados.