Críticos reconocidos y reputados escritores emparejan cuento y poesía parangonando la belleza que emana de ambas composiciones. No es sabio contradecir a la elite de las justas literarias (maguer estén confundidas). Yo debo reconocer que mis cuentos carecen de la belleza que aporta el sello del poeta.
Soy consciente de que no me ha sido dado alcanzar el embeleso del requiebro literario (y huyo de su embeleco). Pero honestamente creo que ese bello envoltorio desluciría el tipo de cuento que me place escribir. Mis cuentos son desabridos, y para lucir entiendo que deben ser ajenos a florituras, aunque de vez en cuando me pueda caer en ellos una fragancia por aquí o un acorde por allá.
Mis cuentos crudos mantienen con los cuentos bellos la misma relación que pueden tener una linda mujer o un hombre hermoso con un cuerpo burdo y tosco. Pero si los desollamos y dejamos a la vista el primer armazón, el de músculos y tendones, encontraríamos escasa diferencia entre un cuerpo de perfectas proporciones y otro deformado por las duras labores en la mina o la cantera, maltratado por las insanas y repetidas faenas en una chalupa o detrás del arado. A la vista el esqueleto muscular, sólo el fisiólogo es capaz de apreciar la belleza de lo que cuenta las estrías de un bíceps forjado a base de pico y pala o en el remo galeote, aunque las deformidades del conjunto desmerezcan de las áureas proporciones propugnadas por el canon.
Así veo yo los cuentos que escribo. Intentan mostrar el oculto mecanismo que mueve las voluntades humanas, mecanismo que, expuesto, puede resultar horroroso… salvo para quien es capaz de encontrar belleza en las miserias de que estamos hechos.
Mis cuentos se enmarcan en lo que llamo realismo moral, donde las acciones de los personajes confrontan con la moral establecida. Hay cuentistas que de vez en cuando escriben cuentos de realismo moral sin ser conscientes de ello.
Si un cuento mío te remueve el ánimo, si tras su lectura le dedicas un tiempo a pensar en él, entonces estoy alcanzando mi objetivo. Escribir para que te deleites con prosa sin un mensaje que te conmueva la inteligencia, no va conmigo. El embeleso de la eufonía esconde el embeleco de la carencia de mensaje.
Escribo para personas formadas, con criterio y opinión propios, con las neuronas curtidas por lecturas y reflexiones.
Al grueso de la población les rechinan mis cuentos, cuando no les horripilan. ¡Qué le voy a hacer si el público no quiere mirar a un espejo!… La única consecuencia es que no encontraré editor. Pero yo me divierto escribiéndolos.
En este blog encontrarás mis cuentos no publicados en libro digital. Hay descartes pero también candidatos a entrar en ellos. En este momento te ofrezco la descarga gratuita de dos libros digitales.
No hay comentarios
Los comentarios están cerrados.