La costa de los ácaros
Cuento / 25 de mayo de 2024

La cocina del escritor.— El cuento surge como crítica y protesta a la situación a la que ha llegado nuestra sociedad por colocar gente desnortada e ignorante al frente de instituciones públicas, gente a la que todo le da igual: sólo buscan satisfacer su egotismo, su afán de protagonismo. Es un cuento que tiene poco recorrido; ya dijo Antón Chéjov que es necesario huir del momentismo si queremos que nuestra obra permanezca. Pero qué carajo… me apetecía recrear esta escena, esperando a los invasores a pie de costa, haciendo con el título un humilde homenaje a Dino Buzzati y su El desierto de los tártaros. La palabra «bárbaros» ya estaba cogida por J.M. Coetzee en su novela Esperando a los bárbaros, así que tuve que ingeniármelas para encontrar una palabra que tuviera similifonía con «tártaros». El lector atento descubrirá varios guiños a la actualidad política nacional (lo escribí hace ocho meses).   La costa de los ácaros    ¿Cómo leer un archivo ePUB? La costa de los ácaros ** (cuento – 1.456 palabras ≈ 6 minutos) Dedicado al coronel Pedro Baños Si me llegan a decir que iba a acabar haciendo imaginarias en la costa, me hubiera metido a la construcción de cabeza. No…

Resolución de conflictos
Cuento / 17 de octubre de 2023

En el patio (un cuento sabio) * (cuento – 151 palabras ≈ 1 minuto) Cuando trabajaba de maestro en Primaria y dos niños se peleaban a empellones y bofetadas en el recreo, ya no como profesor (pues la Administra(i)ción cuestionaba si yo tenía autoridad) sino como adulto responsable, debía separarlos y averiguar qué había ocurrido para luego trabajar con ellos a fin de que hicieran las paces. Cuando di clases en Bachillerato y dos adolescentes se peleaban a puñetazos a la salida del instituto, como profesor me veía sin ninguna autoridad fuera del recinto académico, y tenía claro que como adulto mi deber era el de preservar mi integridad, así que los dejaba zurrarse de lo lindo hasta que se agotaran y hubiera un claro vencedor. Entonces era más sencillo intervenir para que no hubiese ensañamiento con el caído. Era una opción inteligente: no me vería yo mismo expuesto, llevándome algún bombazo, y evitaría que uno aprovechara mi intervención para rearmarse y herir al otro. Losange Sable octubre 2023

La guerra de los bonobos
Cuento / 27 de agosto de 2023

La cocina del escritor.— Con este cuento que ahora te ofrezco he ganado el II Concurso de la Fundación Grandes Simios, que se celebró el pasado año 2022. En este momento está en vigor la convocatoria para la tercera edición. Una buena amiga que siempre me está pidiendo que concurse, me envió la convocatoria para otro certamen. No lo vi claro pero estuve ojeando otras convocatorias que se recogían en el enlace que me pasó (en Internet es complicado hojear). Y hete aquí que mis ojos fueron a posarse a este concurso. Ya he dicho otras veces que no me hacen ilusión los concursos. No eres mejor escritor por ganar y no eres peor escritor si no ganas. Pero tantas veces me insiste esta mujer que decidí darle el gusto de participar en algo. Elegí este concurso porque había escrito un cuento un par de meses atrás que, sin necesidad de retocar nada, se ajustaba a las bases. Nunca pensé que pudiera ganar. Eran muchos los factores que tenía en contra; deja que te los enumere: • a) es un cuento largo, dentro de las bases, pero largo para personas con prisas; • b) comienza con un exabrupto grosero, lo que se desaconseja desde los más básicos manuales…

Los animales no tienen derechos
Cuento / 1 de octubre de 2020

Regalo aquí mi libro de cuentos Ciudad Perro (pincha en el icono de ePub, más abajo), el libro de cuentos que asustó a los editores. El aserto que titula esta entrada, a muchos les sonará a herejía, pero es compartido por las personas que piensan por sí mismas y que por lo tanto tienen criterio propio: los animales, y por ende los perros, no tienen derechos. Empero, el vulgo y los que se dejan llevar a pesar de su formación académica acaban pensando lo que les dicen que deben pensar. Pero párate un momento a pensar por ti mismo y lee estas líneas con la mente abierta (shhh… son legión quienes no quieren darte esa posibilidad). Es probable que acabes comprendiendo por qué los animales no tienen derechos. Tranquilo, seguirá anocheciendo a su hora y volverá a amanecer. En Ciudad Perro, que es sólo un libro de cuentos, explico por qué los animales no tienen derechos. Sólo tienes que (1) bajártelo y (2) leerlo. Si eres de los que se dejan llevar por el mainstream quizá no tengas arranque suficiente. Después de todo leer un libro es cansado. Y leer, si te obliga a pensar, ni te digo. Pero este…

El fin de los tiempos
Cuento / 6 de noviembre de 2019

El fin de los tiempos (un cuento climático) ** (cuento – 709 palabras ≈ 3 minutos) Hace muchos años vivía muy plácidamente, en un bucólico pueblecito, un científico que quiso complicarse la vida al expresar públicamente lo que iba en contra del sentir general. Sus vecinos, y todos sus compatriotas, se indignaron hasta tal punto que le llovieron amenazas de muerte. Incluso algunas fuerzas vivas, esas que siempre son fácticas y operan bajo mantos de sigilo, le conminaron a retractarse porque lo que decía el científico tenía pinta de ser falso. Y el científico, que quería morir de viejo y no víctima de la ira de un populacho enfervorizado por esos poderes que desde que el mundo es mundo han manejado las mentes de los hombres incultos, decidió hacer una higa a ese mismo mundo y desdecirse: Ahí os quedáis con vuestra burricie y con vuestra ignorancia, y a partir de entonces se dedicó al campo de las artes y a menesteres tecnológicos, donde siguió destacando como mente preclara que era. Algunos años después, otros científicos rescataron aquella aseveración y apoyaron la teoría de, a la sazón, su ya fallecido colega. De nuevo la turba se indignó, de nuevo agitada…

Ciudad Perro (0)
Cuento / 15 de octubre de 2019

Después de contactar vía Internet con algo más de ciento treinta editoriales, no he logrado que ninguna quisiera publicar el libro de cuentos que hoy te regalo. No buscaba dinero, sino promover un debate serio y sosegado sobre la proliferación indiscriminada de canes en las zonas urbanas (y en las rurales, donde algunos lugareños persisten en asemejarse al necio paleto de barrio). Ofertas sí que he recibido, pero o bien eran de autopublicación o bien una forma enmascarada de autoedición. También hubo quienes se arrugaron… Por lo visto aún no está el bollo para este horno y temían que les escrachearan su trabajo editorial. Como editar el libro en formato EPUB no me supone ningún esfuerzo extraordinario, aquí lo tienes (para lanzar la descarga pincha en el icono verde de ePUB de más abajo). Trece historias (dos han sido recuperadas de Los cuentos de Juan Norris) que caminan desde lo realista al esperpento y a lo grotesco para llegar al duodécimo cuento, que incursiona en una cercana pero preocupante distopía. Habrá quien no entienda el mensaje, que anticipo en el prefacio y que zanjo en el ultílogo, ventanas desde donde, en tanto que autor, hablo con el lector. Pero cada…

Tartufadas
Cuento / 1 de junio de 2019

Una tarde de este mayo pasado, estando cómodamente instalado en mi propia casa con ánimo de repantigarme en inmersión con las lecturas de una revista que me acababa de llegar esa misma semana por correo, y que estaba dedicada a los nuevos cuentistas americanos (lecturas que en general fueron más un sufrimiento que un placer, porque no acabo de adaptarme a esa absurda forma de contar americana, donde se tiran tres páginas yendo y viniendo por la mente de un quídam, mientras narran en primera persona cómo el protagonista desenvuelve un caramelo de limón y la trascendencia que ello tiene en su vida gris), llegó un vecino ruidoso y parásito de sus padres, uno de esos jóvenes que son incapaces de valorar, y mucho menos de respetar, el silencio en los hogares ajenos. Creo que no hay mejor lugar para leer que el propio hogar, pero aquella tarde quizá no tenía yo muy elevado el ánimo para enfrentamientos, y decidí bajarme a un café-pub donde también me encuentro muy a gusto. El Abrevadero tiene por nombre, y es un lugar viejo construido enteramente con madera. El suelo cruje, y hasta tiene hoyas del desgaste acumulado por el siglo y pico…

El portón
Cuento / 1 de abril de 2018

Este cuento me lo ha hecho llegar en octubre de 2016 un muy buen amigo que es secretario de un Ayuntamiento de tamaño mediano tirando a pequeño. Por lo visto el cuento llevaba dando vueltas por los despachos municipales una buena temporada, y se depositó en el buzón de quejas sobre el funcionamiento municipal. La queja no venía firmada. Por supuesto el original sigue archivado en el Consistorio. El cuento refleja una Administración parapetada en la burocracia y tan ajena al ciudadano que no sirve más que para crearle problemas. Es el actual estado de la cosa política un caldo propicio para que florezcan los personalismos y los nepotismos (amiguismos, cuñadismos, clientelismos y despotismos) y los más impúdicos y descarados sacan partido de ello sin sonrojo. Otros, prudentes (o imbéciles), no nos atrevemos. El portón    ¿Cómo leer un archivo ePUB?   El portón * (cuento – 4.066 palabras ≈ 17 minutos) —Quiero contarle una historia, mi querida señora. Estoy convencido de que se preguntará usted qué tipo de historia, y tal vez se pregunte cómo tengo el atrevimiento de dirigirme a usted sin apenas conocernos. Sepa usted que yo soy muy observador pues tampoco tengo mucho más que hacer que…

Ciegos e iluminados
Cuento / 1 de marzo de 2018

Fui a toparme con este cuento en una visita que hice a un amigo de la infancia que se ganaba unos euritos haciendo de sacristán en una pequeña basílica en las afueras de la ciudad. Aprovechando que no había culto pude visitar sin molestar esa modesta joya arquitectónica. Luego, mientras él hacía algunas labores diarias, me fui a la sacristía con ánimo de beberme algo del vinito del cura (sin consagrar, ¿eh?, que a uno le enseñaron a respetar). Mientras paladeaba un rico vino de Toro y mi amigo terminaba alguna labor de mantenimiento eléctrico, me puse a rebuscar en un arcón lleno de libracos viejos, no sin pedirle permiso al sacristán: «Llévate los que quieras, que sobran». Sonreí y me dije que para qué coño quería yo libros religiosos; pero así y todo me puse a rebuscar porque uno tiene sus manías. Pronto vi que aquel cajón era una especie de hoguera donde iban a parar libros requisados. Ignoro si a los jóvenes de la parroquia o a los padres, y habían sido confiscados por las madres amantísimas o airadas esposas: encontré ejemplares de El Decamerón y de Lolita, amén de algunos cuentos del Marqués de Sade que pedí…