Si nos hacemos una herida y, mientras sana, hurgamos en ella, alteramos su cicatrización y corremos riesgo de infección. Podemos utilizar este elemental principio de primeros auxilios como símil para las heridas sociales, aunque corremos el riesgo que conllevan los símiles: en su esencia, sólo una patata se parece a otra patata. NO ENTIENDO cómo algunos escritores se han puesto a escribir con alegría de los años de plomo que nos infligió la ETA. Quizá les sea aplicable la fábula de los ratones que querían ponerle un cascabel al gato y sólo cuando la banda terrorista dio su último coletazo es que estos pequeños roedores se han atrevido a poner negro sobre blanco su particular visión. Explotan el dolor ajeno para beneficio propio, sin importarles si la herida está cicatrizada o no. Quizá hayan encontrado la olla de oro enterrada en el patio de su casa y se crean con derecho a esquilmarla (»final del segundo párrafo). Pero la olla es de todos los que la padecieron, y deberían pedir permiso a todos los damnificados, que los hubo, como en todo conflicto. Me van a argumentar que no pueden conseguir tal permiso; pues entonces no pueden escribir de ello hasta…
Hace varias semanas que no dejo constancia de entrevistas a cuentistas y novelistas. Pensé que la etiqueta me iba a dar más juego. Peeerooo… voy dándome cuenta de que (casi) todas las entrevistas ahora son antientrevistas a salvapatrias. Me explico en dos párrafos. Cuando leo una entrevista quiero escuchar al cuentista hablar de aquello que Millás denominó, en una buena entrevista que le hicieron en Andalucía TV, la cocina del escritor. Y yo aún diría más (con el permiso de Hernández y Fernández): quiero que el entrevistado me cuente cómo fue la cocina particular del cuento o de la novela. Para que los escritores me expliquen cómo librarían ellos al país y al mundo completo de las maldades que les acechan, ya tengo a los incompetentes salvapatrias profesionales. Si los escritores quieren predicar su catecismo ideológico, que se metan en política. Estoy con Francisco Umbral en la exposición que hace en este vídeo, y que Camilo José Cela corrobora (durante el primer minuto y medio): Lo que está ocurriendo es que ahora son los autores quienes entran al trapo muy a gusto. Les ponen un micrófono delante y nos catequizan sin piedad y sin importarles que su visión…
Ahora que Reino Unido ya no forma parte de la Unión Europea, no veo motivo para que el inglés siga siendo uno de los idiomas oficiales de la Unión Europea. Lo contrario demostraría una britdependencia.
Ya he apuntado en este blog la conveniencia de enseñar Caperucita Roja en las escuelas y la necesidad de enseñar El traje nuevo del emperador en los colegios. Pero sus des-ilustradas señorías necesitan conocer la fábula de Tomás de Iriarte Los dos conejos. Esta fábula también puede entenderse como cuento versificado. La frontera entre una y otro es la moraleja que se extrae siempre de la fábula, pero el tinerfeño nos da aquí una magistral enseñanza que no le vendría nada mal a la señora Calvo, que con ese rostro permanentemente fruncido da la sensación de que está oliendo mierda de continuo. Recordemos esta maravillosa fábula: Los dos conejos Por entre unas matas, seguido de perros, no diré corría, volaba un conejo. De su madriguera salió un compañero y le dijo: «Tente amigo, ¿qué es esto?». «¿Qué ha de ser?», responde; «sin aliento llego…; dos pícaros galgos me vienen siguiendo». «Sí», replica el otro, «por allí los veo, pero no son galgos». «¿Pues qué son?» «Podencos». «¿Qué? ¿podencos dices? Sí, como mi abuelo. Galgos y muy galgos; bien vistos los tengo». «Son podencos, vaya, que no entiendes de eso». «Son galgos, te digo». «Digo que podencos». En esta disputa llegando…
Tenemos un nuevo ministro de Cultura y Deporte, así con minúscula (como manda la RAE), sin grandilocuencia, que es la mejor forma de estrenarse en un cargo importante. Pero no parece entenderlo así el nuevo. A bote pronto, tras leer las noticias, me ha parecido un pisacharcos. Pasamos de un estoico Guirao a un estólido Rodríguez Uribes. Hace falta ser pendejo, y más siendo filósofo (filósofo del derecho , nos dicen), para adscribirse al ideario futbolístico de una empresa. También hay que ser pusilánime para decírselo al presidente del gobierno el día que te propone ser ministro. Es como si el ministro de Hacienda dijera que es del Banco de Santander, o el de Energía dijera que es de Repsol. Es absurdo. Es una soplapollez. Y hay que ser ridículo para alardear de ello el día que tomas posesión de la cartera ministerial. Cartera (la física y simbólica) que, según nos cuentan, hubieron de decirle que no la dejara en el suelo. Más parecen detallucos de un atolondrado. Como colofón al despropósito concluye diciendo que «ahora dejaré de serlo (madridista), porque toca ser neutral». Si tan importante es ser madridista en la vida del señor ministro, que lo va predicando…
«El hecho de que un hombre sea un asesino no prueba nada en contra de su obra artística». Oscar Wilde El Celsius 232 (Avilés) es el festival literario que más me gusta. Es recogidito y alberga un sinfín de actos y actividades. Es difícil no encontrar media docena larga que te interesen. A veces dos te coinciden en el horario, pero es algo ineluctable. Debo llevar cuatro Celsius, contando la primera edición, y siempre reina un ambiente agradable (salvando los pagaditos de sí mismos, algo que casi también es ineluctable). Cristina Macía organiza y sobrevuela el festival con su desparpajo y simpatía naturales, y cuenta para ello con dos potentes motores que impulsan su vuelo: Iván Argiz y Diego García. También cuenta con innumerables alas más o menos anónimas que sustentan su plácido navegar durante ocho ediciones, todas exitosas. Pero ha querido el dios de los frikis que para la edición 2020 el vuelo se escore hacia una acera. Con criterio literario, la organización del Celsius ha invitado a un referente internacional de esos mundos de dios más o menos de ficción: el escritor Orson Scott Card. Tan importante es este autor, que su firma ha trascendido la ciencia ficción…
Me gustan los cuentos crudos (es algo ineluctable), y entre ellos destacan los cuentos de frontera. Ha llegado el momento de definir este tipo de cuentos a fin de saber dónde buscarlos. Es obvio que esta temática cuentística va a darse en lugares fronterizos: un cuento que transcurra a lo largo de una frontera artificial va a ser necesariamente un cuento de frontera. Es posible que se nos relate el comercio que existe entre batalla y batalla, o el cruce ilegal de la frontera en tiempos de paz… La vida fronteriza, en resumidas cuentas. Pero quiero entender los cuentos de frontera en un sentido lato. No hace falta una línea dibujada sobre un mapa para encontrar cuentos fronterizos. Mejor defino qué entiendo por cuentos de frontera. Son cuentos de frontera aquellas narraciones donde confluyen y se confrontan dos culturas o dos civilizaciones en un espacio determinado. El choque al que abocan diferencias culturales, socioeconómicas y de otra índole, suele reflejarse de forma descarnada en estos cuentos, aunque no es obligado que se nos relaten siempre enfrentamientos y luchas. Encontraremos muchos cuentos de frontera entre los cuentos bélicos de cualquier época (la invasión, las batallas, la expulsión) y entre los cuentos…
Un error (forzado) que cometen las editoriales, que tampoco es que tengan tiempo para mirar por la ventanilla del tren en el que están subidas, es ignorar a los autores sin rostro, sin nombre en concursos (leo cuentos estremecedores que jamás ganarán un concurso y he leído los cuentos insípidos de una escritora que gana todos los concursos), y sin título universitario que respalde una formación reglada. Olvidan que la vía académica no es la única vía para adquirir conocimientos válidos. Digamos que la creatividad te la matan en la universidad, sobre todo si con la que te han echado al mundo es limitada hasta para felicitar las pascuas. Así que a mayor titulación (licenciatura, máster, doctorado) te es más difícil salirte del pasillo que te has trillado en los años de uni. Ese pasillo te acompañará a lo largo de tu vida; avanzarás, pero sus paredes serán tus límites. Y en carreras humanísticas más que en las científicas. Un científico (un cirujano traumatólogo, por ejemplo) está siempre pendiente de la innovación. Seamos sinceros… la innovación nutre al científico; el humanista la teme. La editoriales españolas están copadas por filólogos, traductores, científicos de la información (!?!), algún filósofo (más bien…
Hace unos días hablaba de la conveniencia de recuperar la cuentística tradicional en nuestros colegios tras el aluvión de invectivas con el que se han despachado las feministas airadas, basándose sólo en las formas que les molestan y olvidando el siempre importante fondo del asunto. En aquel artículo abogaba por recuperar Caperucita roja. Hoy pido el indulto para El traje nuevo del emperador (1837), del maestro cuentista Hans Christian Andersen, historia que todos los cuentoheridos sospechamos que fue rehecha desde un cuento castellano: el cuento XXXII de El conde Lucanor, colección recopilada por el Infante don Juan Manuel entre 1331 y 1335. Veo ahora esta noticia y no logro salir de mi asombro por la gilipollez demostrada por los autodenominados sapiens. Haría falta el niño del cuento de Andersen para que exclamara: «¡Están desnudos! ». Muchos dirán que soy antiguo, carca o facha… ¡o boomer! Es cierto que tengo a cuestas más de medio siglo, pero también es cierto que me han entrenado algo el buen gusto. Y esta performance (nota para los modernillos: los boomer decimos ‘esta actuación’) es grosera, burda y chabacana (mira el vídeo que incluye la noticia). Arte es hacer que lo difícil parezca fácil y…