Con la nueva vida a que tenemos derecho tras el apocalipsis vírico, llegan nuevas expectativas en el acceso a la información. Tras la pandemia y el enclaustramiento –forzoso y no voluntario– del rebaño, la sociedad (el rebaño) continúa infantilizada y son muchos los que celebran que no se mostraran las crudas imágenes de la mortandad que ha supuesto el virus, y defienden que una pandemia de aplausos y música en los balcones ha sido lo mejor para la supuesta salud mental del rebaño (sociedad infantilizada a la que no se le puede decir la verdad, ni siquiera enseñar un ataúd…). Digo, que tras la escalada en la crispación y el enfrentamiento social, y la guerra civil larvada por el control de la información y de la desinformación –por el momento sin tiros–, llega una nueva anormalidad sin música de balcón para amenizar el vermú, aunque en esta anormalidad han surgido policías de balcón –delatar siempre tiene ese componente de poder, de maldad y de secreto–. Y tras la nueva normalidad llega la próxima normalidad en los medios de comunicación. Antes del encierro algunos medios de comunicación habían optado por seleccionar unas noticias que sólo podían leerse mediante suscripción (pagando). Otros…
Me han hecho llegar este decálogo propuesto por Alan Heathcock que consta de 27 consejos para escribir historias. Como todo decálogo que se precie, evita constreñirse a diez puntos y enumera tantos como le hacen falta. Si bien aporta buenas ideas, la mayor parte de las sugerencias están enviadas al decálogo desde el punto de vista del escritor estajanovista. Si sigues este último enlace sabrás qué pienso de los artesanos estajanovistas que se dedican al oficio de escribir, que alardean de serlo y hacen creer al neófito que la suya es la única forma honrada de escribir. Yo, si no tengo nada que decir, no me pongo a escribir. Ignoro cuál será la calidad de la historia que puedo llegar a pintar sobre el lienzo blanco de la página, pero he de tener qué pintar en ese lienzo. El artista pinta cuando le viene en gana. Cuando está inspirado. Cuando tiene algo que pintar. Si se le obliga a pintar, pintará con brocha. Escribir por escribir lo puede hacer cualquiera. Rula por los mentideros literarios un sofisma que postula que escribiendo un cuento cada semana durante un año, al final se tendrán algunos cuentos buenos bajo la peregrina idea de…
Tal vez exista un cuento mejor que «El pecho desnudo», de Italo Calvino, para ejemplificar lo que quiero explicar, pero me parece que al gremio de los llamados editores independientes puede aprovecharles este cuento a tenor de lo leído en el minirreportaje ‘Nuevo capítulo crítico para los independientes del libro‘. El artículo o reportaje muestra la situación de los editores llamados independientes (aunque dependientes de don dinero, como todos nosotros para casi todo) ante el panorama que nos va a dejar la pandemia (panorama sobre el que ya me he explayado en este blog hará cosa de un mes). Nos vienen a decir que los lectores son los que hay y que han de encontrar nuevas estrategias para promocionar su negocio (no olvidemos que el libro es cultura pero también es negocio, no vayamos a caer en el cinismo propio de la casta política, incluso de los descastados convertidos en casta por mor del ministerio). Al igual que el señor Palomar, los editores dan vueltas alrededor de una conclusión y obvian la más directa, quizá la más certera: invertir en aumentar el número de lectores. Eso sería promocionar la cultura… y sería negocio a medio plazo (no mucho más). Pero…
El arte de contar historias es uno; aunque existen diferentes formas de contar dependiendo del medio. Primero fue la tradición oral, que se mantuvo al calor de las hogueras… No hace falta que te vayas a las cuevas rupestres: mis abuelos, de niños, escucharon historias a la lumbre del lar en las húmedas noches del invierno septentrional. Y aprendieron a contarlas… esa pausa dramática, esa inflexión de la voz, el personaje que queda esbozado y que reaparece en el momento oportuno… o en el más inoportuno; ese dejar la narración en suspenso para dedicarse a atizar el fuego. Recuerdo a mi abuela contándome historias que incluían «efectos especiales»: dedos que no veías arañaban madera o tamborileaban al compás de una marcha fúnebre, boca y garganta emitían gemidos y chasquidos nunca antes oídos, una caja de cartón salía volando, o una silla caía sin que hubieras advertido que la mano estaba en el cayado… La lumbre adquiría protagonismo, y hasta el viento del exterior actuaba para el teatro doméstico. Pero sí, también se contaron historias de cazadores, guerreros y mercaderes en las cuevas neolíticas (en el Neolítico se vivía en cuevas, a ver si crees que se pasó del Paleolítico al…
Con su permiso, subo el audio que me ha regalado hoy la presidenta de la Asociación de Libreros de Oviedo. Hoy, día del libro, ha podido volver a su librería de barrio. Acabo de llegar a mi librería… Una librería que hoy no ha tenido clientes, lectores, mirones… sobones. Sobones de libros, personas que encuentran entre los anaqueles de su librería cariño, calor, una palabra, un guiño cómplice… una sugerencia amable, una recomendación amiga… Una librera de barrio que conoce uno a uno a los lectores de su barrio… sus gustos, sus preferencias, sus apetitos literarios. A unos recomienda aquello que les gustará… A otros, más osados, les propone una lectura diferente, una lectura oxigenante, que les permita regresar a su temática predilecta después de incursionar en otro mundo fresco e inesperado. Un libro siempre es un gran regalo… Sólo los amigos te regalan libros. Sólo los buenos amigos aciertan con una lectura que te acabará gustando, aunque no orbite tu temática preferida. Sólo un librero de barrio acertará obsequiando tus gustos: a veces gustos que anhelan encontrar un texto acogedor al que dormirte abrazado; pero otras muchas, gustos sobre los que soplan vientos que invitan a girar la cara…
Soy plenamente consciente de que los párrafos que siguen servirán para que me acusen de pintar un escenario apocalíptico. Que nadie se confunda: he dibujado un panorama postapocalíptico… El apocalipsis está siendo aquí y ahora. Empuño el teclado enfadado y avergonzado por lo que estoy leyendo estos días. El gremio de autores (del que me siento parte), pero no sólo escritores, sino todo el tinglado cultural, se atreve a pedir dinero público para salvar sus mamandurrias. Aún están muriendo españoles con la tragedia de haber puesto en el gobierno a dos descalzaputas impresentables, y estos desaprensivos ya están pidiendo dinero público para mantener sus prebendas. Que nadie se llame a engaño pensado que peino para un bando concreto. Esta crisis, en España nos ha pillado con los peores políticos posibles. Gentualla bastarda incompetente e incapaz, estómagos agradecidos a un líder egotista, brazos de cartón con cerebros de corcho. No hay nadie en la pirámide de los cien primeros de cada partido con representación parlamentaria que sea capaz de hacer algo sin pedir permiso. Mi pensamiento va quedando reflejado en los microcuentos, no hay más que seguir los del emoticono verde. Por supuesto yo tampoco sabría lidiar con esta crisis, pero…
Peino canas con más de medio siglo a cuestas, así que he asistido al deterioro de esta sociedad, o quizá civilización. Recuerdo con cariño cómo mis profesores nos enseñaban a pensar por nosotros mismos, y recuerdo cómo incentivaban nuestra memoria dejándonos salir al recreo en cuanto aprendiéramos la fábula del día: Un pescador, vecino de Bilbao… (Hartzenbusch) Envidiando la suerte del cochino… (Samaniego) Oyendo un tordo hablar a un papagayo… (Iriarte) Además de engrasar la memoria para otras necesidades, comprendíamos la moraleja, pues existía un apartado en la asignatura de Literatura que llamaban comprensión lectora, donde te obligaban a expresarte con propiedad (sí, te obligaban…). Hoy, donde la memorización está denostada en aras de una globalización intelectual que nos iguala a la baja; donde está tan mal visto que los niños no aprueben su curso que el (funesto) Ministerio de Ineducación acaba de sacar una ley con la que es posible aprobar un curso tan singular como el bachiller con una asignatura suspensa; hoy, decía, la sociedad, o tal vez la civilización, está perdida (a mi modesto modo de ver, claro). Hoy no sólo son los ninis, sino sus propios profesores —los verdaderos ninis, pues el acrónimo se construyó para…
En la literatura moderna encontrarás dos tipos de escritores: los artistas y los artesanos. Los artesanos se muestran orgullosos y confiados con su sistema de producción, mientras los artistas no le dan mayor importancia al suyo y se les ve satisfechos de aceptarse tal y como son. Los neófitos se debaten entre aceptar la propaganda que les llega de los artesanos, que predican su filosofisma de vida, o indagar en la plácida vida de los artistas. Encontramos en el artesano la figura del estajanovista que escribe todos los días de ocho de la mañana a dos de la tarde, o que se ha impuesto escribir tres mil palabras cada día, o quizá seis páginas, o cualquier otra medida establecida por el despótico imperio de los humanos. No creo en el sistema de los escritores estajanovistas. Tratan de cultivar la mente como si del arte del boxeo se tratara; arte éste que sí requiere perseverancia y religiosidad. Luego tienes el escritor artista. Es el que escribe cuando le apetece. Su producción es más errática, incluso veleidosa, pero es de una calidad superior a su capacidad. Te lo explicaré con la historia de tres hermanos que corretean juguetones por la casa de…
…echa las tuyas a remojar. Y acabo el refrán porque tengo observado que esta generación de los ROLI-CAHE-COCA (ROpa LImpia, CAma HEcha, COmida CAliente en casa de mamá), desconocen las sentencias del refranero, y se contentan con comenzar la frase: Más vale pájaro en mano, te dicen; o Quien a buen árbol se arrima, avanzan; o No por mucho madrugar, insisten; pero desconocen la parte que sentencia el saber popular y se limitan a esbozar una idea que queda inconclusa y muchas veces contradictoria con lo que pretenden expresar. Luego pasa lo que pasa (pero lo explicaré en otra ocasión porque entro ya en mi artículo de opinión). En Francia la han armado gorda las chicas del enfado permanente (con lo feas que se ponen frunciendo el entrecejo, y el dolor de cabeza que ese gesto levanta). La academia del cine francés ha premiado a Roman Polanski como mejor director y las ofendiditas se han echado a la calle, literalmente: salieron en tropel de la sala donde se entregaban los premios. Un homosexual confeso (bisexual más bien) como Oscar Wilde, que padeció cárcel por sus tendencias sexuales, escribió: El hecho de que un hombre sea un asesino no prueba nada…