En abril de este año he dejado constancia (en este mismo blog) de la falta de vis poética de las nuevas vendehúmos (y algún encantador de serpientes) que a base de escribir con líneas truncadas espera que el lector encuentre no ya una rima, que no existen salvo en fáciles pareados, sino un sentido a lo escrito. Esperan que el collejeado lector se maraville por no encontrar nada allí donde gente interesada y amiga del autor dice ver imágenes poéticas. Una cosa es que se acepte el verso libre y otra muy distinta que se trague con cualquier estropicio. Encima estas finas pieles de melocotón, ofendiditas si les afeas que no se curran lo que publican, encuentran quien publique sus atropellos. Esto me llama la atención… antes de publicar algo malo será mejor dejar sin publicar aquello que ofende al arte. Pero entonces, ante la ausencia de calidad, el editor deberá dejar su oficio, o quizá es que pierda subvenciones administrativas para publicaciones que nadie lee. Porque quiero pensar que el público sí es sabio y no consume aquello que le cuesta dinero y no le dice nada, puesto que ya nadie traga con el viejo cuento de que es…
Hace unos meses criticaba la pregunta del simplón. Tiene que ser triste hacerse una carrera de ¿ciencias? de la información para acabar preguntando a un escritor desde cuándo lee o desde cuándo escribe. Pero mostraba en el artículo enlazado arriba que a pregunta tan estúpida como esta se le oponían respuestas cargadas de estulticia, iniciando una carrera por remontar los orígenes lectoescritores a la más tierna infancia en busca de un pretendido pedigrí que a nadie importa. Y que siempre son escritores de medio pelo, engañanecios, los que salen con esta falacia… En la entrevista que ahora traigo quedan superadas todas las expectativas con una respuesta delirante a una pregunta sencilla cargada de buena fe. El tipo, el boboplón, debe de estar acostumbrado a dar una respuesta enlatada y aunque no viniera a cuento la ha soltado. Y hete aquí que ha ganado esa carrera especial para seres estólidos: -¿Quién te enseñó a leer? (…) Yo antes de nacer ya tenía libros en mi habitación. Y el fatuo del mes es… Francisco de Paula, alias Blue Jeans, otro escritor-hongo surgido de las lluvias de bites en las praderitas del Amazon y similares. Que sí, chaval, que pagas todas tus facturas…
A Silvia Adela Kohan le gusta pasar por gurú de la lectoescritura apotropaica, o relajante, según se mire: emocional lo llama ella, que concede la entrevista con ánimo de hacer caja. Y ha venido desde la Argentina hasta Valencia para descubrirnos el Mediterráneo a los españoles. Ya me gustaría saber si a un escritor local le iban a dar el mismo espacio. A uno que no sea el gran Millás, claro. O si a un españolito en Buenos Aires le iban a dar los aires que esta mujer está recibiendo en España. Porque digámoslo claro, está vendiendo un producto y la prensa no nos dice que esta entrevista sea publicidad. La ceremonia de la obviedad de que hace gala Silvia Adela puede dejar ojiplático a más de un incauto. He espigado algunas frases para mostrar este culto a lo obvio: «Una buena historia deja de serlo si no está bien contada», o «(…) la escritura ya no es ajena a la gente», o «Durante la pandemia se ha leído y se ha escrito más», celebración de lo evidente que quizá pueda desmelenar a los ingenuos. Porque hemos de reconocer que en España todavía nos deslumbra el desparpajo verborreico innato en…
Desde hace unos días los algoritmos me están bombardeando con los cuentos de un tal Carlos Castán, profesor de instituto. No tengo nada contra él: ni siquiera le conozco. El fuego de mortero me ha ido llegando por aquí, por aquí, y por aquí. Y también por aquí y por aquí. E incluso he sufrido fuego aéreo desde una plataforma de vídeo. Ignoro por qué aquí nos lo presentan como un escritor de culto, como si eso lo eligiera uno mismo, o como si por decirlo o por desearlo se alcanzara ese estatus. Quizá el entrevistador crea que ser escritor de culto es sinónimo de ser un perfecto irrelevante. Tengo mis dudas de la categoría de culto de Carlos Castán a la vista del texto que se regala aquí, escogido de la antología que le han hecho de sus (sólo) 3 libros en 25 años. Entiendo que esta ha de ser una de sus mejores creaciones, asumiendo que en el mundo editorial siguen la vieja táctica del mercado de toda la vida. En las entrevistas el hombre nos habla de relatos, pero su libro lo titula Cuentos. Esto me recuerda aquel chiste infantil que después de sendos ejemplos en inglés…
Se me antoja que echando la vista atrás podemos delinear el perfil de un narrador que atraviesa cada siglo. Si estoy en lo cierto no será más que un cliché, lo sé, pero vamos a jugar a trazar ese contorno. El narrador del siglo XIX tiene un lenguaje petulante y educadamente almibarado para los estándares del incipiente siglo XXI. Es un narrador al que me gusta leer pero que empalaga. Y quienes escribimos corremos el riesgo de recrearnos demasiado en estas delicuescentes gramáticas de autores decimonónicos. Se debe huir de quererse imbuir y dejarse influir por esos textos melifluamente sonoros al buen gusto y a las buenas maneras. Hoy en día el narrador trata al lector de forma más directa. Con respeto pero sin contemplaciones, paños calientes, ni circunloquios algodonados. Vamos ahora al objeto de este artículo, el narrador del siglo XX. Quizá pueda extraerse alguna conclusión. Todo un siglo de literatura no puede condensarse en un único narrador, lo sé también. Pero algo inasible me dice que una década es un espacio de tiempo insuficiente para extraer tendencias del inconsciente colectivo. Quizá pudiera personalizarse un narrador por cada uno de los cuatro quintoquinquenios que tiene un siglo. El narrador que vertebra el…
Hay lectores que confunden un cuento sin final con un cuento con final abierto. Y aunque hay autores (algunos con reputación en el género) que tratan de darnos el gato de un cuento sin final por la liebre de uno con final abierto, no es lo mismo. A estos escritores les llamo los santones del cuento. El santón escribe con corrección. De hecho es cuanto se puede decir de él. Tras leer uno de sus cuentos el lector reconocerá: «Escribe bien», como si tuviéramos que aplaudir al que pone el intermitente para girar a la izquierda. El santón de los cuentos escribe con elegancia de sustantivos, fluidez de adjetivos, verbos precisos y adverbios apropiados. Utiliza indefectiblemente el pedantesco narrador que vertebra el siglo XX, acendrado y distante, heredero del arquetípico narrador del siglo XIX, ese narrador correcto y también petulante y educadamente almibarado que hizo las delicias de nuestros abuelos, y también las nuestras a cambio de no abusar de sus lecturas (si es que quieres escribir como se estila en el siglo XXI). Los textos del santón son amenos y se leen sin enganchones, aunque de vez en cuando tiene la picardía de soltar un sustantivo o un adjetivo que obliga a…
Sí, el Mulo ya está de vuelta en Kalgan (bien peinadito y aseadito). La Segunda Fundación se ha impuesto, como era de prever, y ahora la galaxia tratará de seguir el Plan Sheldon (ay, si al menos tuviéramos un plan…). Te dejo el enlace wikipédico a Segunda Fundación para que, si no quieres o no tienes tiempo de leer la Trilogía de las Fundaciones, de Asimov, sepas cómo termina la historia apuntada en el artículo del que este que estás leyendo es conclusión (¡¡esperemos!!). Recreación de El Mulo (Trilogía de las Fundaciones)
España se convierte en un macrobotellón una hora después de terminar el estado de alarma. Los vídeos de la indignación: termina el estado de alarma y así se celebra en las calles españolas . No es por hacer sangre, pero todas estas bandas de ORCOCERONTES e INTELECTUALES pasarán de curso y se titularán en sus respectivos estudios y carreras con asignaturas completas suspendidas. ¿Alguno de estos querrá comprar libros para leer? Esta es la cacareada igualdad de cerebrodeficientes. Pero igualdad no significa justicia, como bien lo escenifica el meme de abajo. Por cierto, no es que «los memes los hacen los memos», sino que los memes son para los memos.
Queda atrás el día del libro de este año 1 después de la pandemia, celebración que se repite cada 23 de abril promovida por la UNESCO al ser la fecha del fallecimiento de dos insignes escritores: Miguel de Cervantes (en realidad falleció el 22 de abril) e Inca Garcilaso de la Vega, ambos en 1616. Este afamado día internacional se ha convertido en España en el día en que los políticos dedican unas palabras a los escritores, como quien da una palmadita en la espalda al pariente tonto el día de su cumpleaños. Por toda la orografía hispana este día se organizan encuentros, charlas, ponencias, conferencias, debates, clases magistrales, coloquios y cualquier otra denominación que alguien tenga a bien elevar a la categoría de evento, pero que no sirven para nada. Bueno, sirven para que escritores y editores se reverencien unos a otros y se quiten la pelusilla del ombligo. Muy ufanos, nos glosan las bondades del libro, nos recuerdan los beneficios de la lectura, y nos hablan de la felicidad futura que aguarda a quienes, de pronto, se pongan a leer gracias al señalamiento del referido día del libro y a las galas en que se depilan el ombligo…