Un lugar donde leer

7 de marzo de 2025 | Luis R. Miguez

Hace tiempo que no me siento en la terraza del único bar que frecuento en el pueblo.

Entro ahí porque no permiten perros. Pero hoy hay un solecito de marzo que quiero disfrutar con el cuentario de Sergio Bufano que he conseguido la semana pasada.

Ha sido imposible.

Un barbijoso, con poco pelo y menos neuronas, escuchando la tele móvil a todo gas a dos mesas de mí. Una de esas chorradas ruidosas donde todos vocean a la vez mientras suena una música estrepitosa.

Al rato llega un tipo y se pone a fumar en la mesa de al lado. Saco la gola, me la enfundo y la uso como mascarilla.

Sigo leyendo uno de los Cuentos de guerra sucia. Abstraído en la lectura logro aislar las voces y la música del otro zoquete, pero del humo mefítico sólo logro evitar la parte más gruesa.

El rumano ha pedido un gin tonic a las once de la mañana. Y exige que le den una tapa…

Al cabo de quince minutos el tipo se va pero el calvo unineuronal se ríe como un bobo frente a la pantalla móvil. Lo que está viendo debe producirle un goce secreto pues un hilillo de baba se le escapa del belfo hasta alagarse en la mesa.

Sigo leyendo. El cuento, como todo lo de Bufano, es perbueno, narrado en una desacostumbrada segunda persona.

Pero ahora ocupa la mesa de al lado una vieja hablando a voces por teléfono en una lengua bárbara.

Y la vieja bárbara se pone a fumar a mi lado mientras sigue dando voces al aparato. Pide su comanda en perfecto español mientras una densa nube tóxica me envuelve.

Le sirven su café bien cargado. Y exige de malas maneras que le traigan sacarina.

Sigue dando voces al teléfono en lengua extranjera —quizá holandés— mientras echa humo como una locomotora, mixturándose su parla grotesca con las voces televisivas del zoquete de la otra mesa. Y ahora empieza a toser convulsamente, con estertor cazallero y sin poner la mano.

Me levanto y me voy con Bufano a otro lado. Pierdo de mi derecho a gozar del solecito de marzo en una terraza sin meterme con nadie, sólo quería leer. Y dejo a estos majaderos interactuando entre ellos sin que sean conscientes de ello. La terraza es para los inciviles.

Pudo haber sido peor, me digo: faltó una tocha con un perro faldero, inquieto y ladrador.

Y no, amigo, en la biblioteca no da el solecito de marzo. Yo, con mi libro y mi garimba, no he molestado a nadie y todos me han molestado a mí con su falta de civismo. Porque ten por seguro que fumar en un lugar público es una falta de civismo, como lo es toser sin poner la mano, hablar a voces y escuchar vídeos a todo volumen. Si estás a gusto entre ellos es porque eres como ellos.

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