El cuento que tiene Murakami

1 de octubre de 2021

Desde Chile llegan estas declaraciones de Haruki Murakami. Este japonés es una rara avis in terris. Ni es oriental ni acaba de ser occidental en su forma de escribir, pero él trata de estar en ambos mundos y me parece que se equivoca al renunciar a su cultura literaria e incursionar en otra en la que nunca será visto como propio.

Después de todo, cuando un lector busca contrastes con su cultura, los japones querrán leer un cuentista occidental (y Murakami no lo es) y nosotros queremos leer un cuentista oriental (y Murakami tiene a gala escribir como un occidental). La literatura de Haruki Murakami ni es de aquí ni es de allí.

Hará seis años que leí su ensayo De qué hablo cuando hablo de escribir (2015). En aquel momento agradecí esta lectura, pues detalla aspectos de la cocina del escritor. Y hasta ahí mi relación de lector con Haruki Murakami. Con sus novelas no puedo, plagadas de detalles que luego nada tienen que ver en la trama. Me obligué a terminar el primer tomo de 1Q84… No pude seguir con el segundo sabiendo que aún me quedaría el tercero. Y sus cuentos… bueno, tiene alguno que me ha gustado, pero como que les falta un hervor para ser cuentos, o quizá les sobra arroz. Leyendo sus declaraciones con motivo de su última publicación descubro el porqué.

Voy a espigar del enlace de arriba algunas frases suyas extraídas del prólogo de su último libro (un cuentario), que todos sabemos que Haruki Murakami es reacio a dar entrevistas, lo cual celebro, porque entiendo que un escritor no debe ser el protagonista de su obra (lo es de su vida, eso sí, pero a qué persona mentalmente sana le interesa la vida de los demás…):

“Desde el comienzo de mi carrera de escritor de obras de ficción en 1979 he alternado con bastante constancia entre escribir novelas y escribir cuentos —dice Murakami—. Mi pauta ha sido ésta: una vez termino una novela, siento el deseo de escribir algunos cuentos; una vez he hecho un grupo de cuentos, entonces me entran ganas de concentrarme en una novela. Nunca escribo cuentos mientras estoy escribiendo una novela, y nunca escribo una novela mientras estoy trabajando en unos cuentos”.

Ya vamos viendo que Murakami no es un cuentista a tiempo completo. Lo dice él. No es que sea un defecto, pero uno no puede jugar a fútbol y a futbito y hacerlo igual de bueno en ambos.

Luego de este entrecomillado, un tal Matías Rivas —director de Ediciones UDP—, que evidentemente tiene que hablar bien del nipón, dice:

“Los grandes escritores japoneses han hecho del cuento un género que no se parece al occidental debido a que no tienen suspenso” [en España decimos «suspense», en América dicen «suspenso»]. (…) “Los cuentos de Murakami le agregan un poco de suspenso, él ha dado un paso más de occidentalizar esa cultura”.

Bueno, ya vamos viendo lo que yo decía al principio de Murakami… ni carne ni pescado.

“Hubo un periodo en el que narraciones que había escrito como cuentos continuaron creciendo en mi mente, después de publicarlos, y se transformaron en novelas —asegura Murakami en el citado prólogo—. Un cuento que había escrito mucho tiempo antes irrumpía en mi casa en plena noche, me zarandeaba hasta despertarme y gritaba: ‘¡Eh, que éste no es momento de dormir! ¡No puedes olvidarte de mí, todavía quedan cosas por escribir!’… Impulsado por esa voz, me encontraba escribiendo una novela. También en este sentido mis cuentos y novelas se conectan dentro de mí de una manera orgánica, muy natural”.

Bueeeno… tras esta revelación del propio Haruki Murakami ya vemos que no tiene muy claro cuándo escribe un cuento y cuándo una novela. Estas cosas les pasan a quienes tienen que comer de escribir y les hace falta el dinero para mantener su tren de vida. Acaban haciendo malabarismos para justificar que no llegan ideas y recogen de aquí y de allí… Pero dejemos que el propio escritor sea quien nos diga por qué escribe cuentos…

“Uno de los placeres de escribir cuentos es que no se tarda tanto tiempo en terminarlos —explica—. Generalmente me lleva alrededor de una semana dar a un cuento una forma presentable (aunque las correcciones pueden ser interminables). No es como la total entrega física y mental que se requiere durante el año o los dos años que tardas en redactar una novela. Entras en una habitación, terminas tu trabajo y sales. Eso es todo. Para mí, al menos, escribir una novela puede parecer una tarea que nunca acaba y a veces me pregunto si voy a salir vivo del empeño. Así que encuentro que escribir cuentos es un cambio de ritmo necesario”.

Pues eso, que este hombre valora como mayor inversión escribir una novela. Quizá por eso sus cuentos no acaban de saber a nada. Como que se quedan ahí, entre dos aguas: ni dicen ni hacen. Veamos ahora de dónde saca Murakami sus ideas:

“Puedes crear un argumento a partir de los detalles más nimios…, una idea que brota en tu mente, una palabra, una imagen, cualquier cosa. En la mayoría de los casos es como la improvisación en el jazz, y el argumento me lleva a donde a éste le plazca. Y otra cosa buena es que en el caso de los cuentos no tienes que preocuparte por el fracaso. Si la idea no sale como esperabas, te encoges de hombros y te dices que no todas pueden salir bien”.

Esta forma de escribir cuentos ya la he criticado este mismo año en un paisano mío muy publicado (una amiga compró uno de sus libros y se le han quitado las ganas de seguir comprando cuentarios).

Estos tipos se ponen a escribir un cuento como imagino que hacían los exploradores de antaño. No tienen claro adónde van, y tampoco saben en qué lugar están ni si han llegado adonde tenían que llegar porque, obviamente, carecen de mapa. Siguen andando (escribiendo) por entre la hierba (llenando páginas) descubriendo parajes desconocidos y esperando dar con algo parecido a un final. Y si no les sale nada, pues a la papelera y mañana harán otro hasta llenar la cesta que les dé de comer.

Y ahora viene la revelación de la verdad. Haruki Murakami dice con toda claridad que para él el cuento es un género menor… Leamos cómo lo dice:

“En mi caso, cuando escribo novelas me esfuerzo mucho por aprender de los éxitos y los fracasos que experimento cuando escribo cuentos —reconoce—. En ese sentido, para mí el cuento es una especie de laboratorio experimental como novelista. Es difícil hacer experimentos como a mí me gusta dentro del marco de una novela, de modo que sé que, sin cuentos, la tarea de escribir novelas resultaría aún más difícil y exigente”.

Ya está, lo ha dicho: Murakami usa el cuento para experimentar novelas (y sacar pasta). Ya podemos irnos todos a dormir tranquilos, pero que nadie me diga mañana que Haruki Murakami es cuentista porque no lo es.

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