Puede que haya pasado desapercibido para muchos, pero ayer martes el expresidente del gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, ha inaugurado una nueva vía a seguir en la caída de la clase política española hacia la farándula más cutrelux que dejará atrás las aburridas intervenciones políticas.
Durante los actos de la conmemoración de los diez años del fin de la violencia de ETA, Zapatero se ha dedicado a actuar (sobreactuar más bien), y como si de un cómico de la lengua se tratara, ha interpretado dramáticamente el texto que leía.
Después de que la ministra Montero hiciera el ridículo al despeñarse de los escenarios de revista política llorando literalmente al hacer una proclama contra el maltrato hacia las mujeres (¿pero es que no le interesan todos los demás casos de violencia doméstica, de los que son víctimas hombres, abuelos y niños?), Zapatero ha sabido trazar con más mesura su actuación ante las cámaras en unas tablas políticas donde parece que nadie le echa de menos.
Aquí el vídeo de una autosugestionada Montero:
Entró Zapatero a su actuación avisando de que el acto tenía «una carga de emoción que espero controlar». Continuó hablando como si fuera un cura de película de serie B en plena homilía posapocalíptica (ese «la paz, la paz… la paz» ha sido tétrico y esperpéntico). Y terminó diciendo sentir a todas las víctimas como hermanos (haciendo el papel del monseñor adalid moral de la grey). Zapatero giraba a derecha, a izquierda, se volvía hacia atrás, todo ello salpimentado de pausas dramáticas, silencios ostentosos, gestos, miradas, caritas, clavadas de cejas… A medida que avanza se introduce más y más en su papel de santo patrón, en plan Charlton Heston en Los diez mandamientos. Pero a mi entender se quedó en el recital que daría un actor de vodevil parroquial pasado de vueltas.
Aquí está el vídeo de Zapatero actuando en las tablas de Gernika. Lo dejo de forma que al arrancar comience al final de la intervención del ponente anterior (tampoco le voy a hacer publicidad, pero es otro ex) para que se vea la transmigración concentrada en que estaba sumergida la mente de Zapatero antes de salir a escena.
Tanto leer a Borges (eso dice él) se ha vuelto tan hublimista como aquel pedante argentino de clase acomodada.
Entiendo que Zapatero ha marcado el camino a seguir, sin mesarse las barbas (que no tiene) ni rasgarse vestidura alguna (que lleva ropa de marca cara) aunque sobreactuando. Así que todavía les queda margen de mejora, de corrección y ajustes, a los que vengan detrás pisando las tablas del género ayer inaugurado: el sainete esperpéntico político. Quizá con una actuación un poquito menos sacerdotal…
Aventuro que a partir de ahora asistiremos a pases declamados en tardes rancias desde las palestras políticas que harán olvidar las películas del cine de barrio.
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