El maestro cuentista Meliano Peraile defendía que un cuento debía tener entre 3 y 10 páginas. Era su estándar de cuento. Cierto que hay cuentos de más 30 páginas (ya expliqué en Cuánto cuento cuándo estamos ante un cuento independientemente del número de páginas). Hoy toca contar.
Es normal que en la época del maestro conquense primara el número de páginas como medida de la extensión de un cuento. La máquina de escribir, tecnología de la época, producía páginas estandarizadas con una letra monoespaciada (donde ocupa tanto espacio una «i» como una «m»). ¿Quién iba a detenerse a contar palabras una a una? El número de líneas por página (a doble interlineado según el estándar) y el ancho de los márgenes formaban parte de la norma. Ponderando la media de palabras por línea y un par de multiplicaciones se obtenía el número aproximado de palabras de un cuento. Para resolver ecuación tan inexacta era más rápido considerar el número de páginas para una única multiplicación, calculando una media de 500 palabras por página.
Peeero…
Si maquetamos un cuento para imprimirlo en papel, entonces debemos conocer el número de páginas que ocupa para saber cuánto papel vamos a necesitar. Pero si lo que deseamos es CALCULAR EL TIEMPO QUE EMPLEAREMOS EN LEERLO, hemos de conocer el número de palabras. En un cuento plagado de diálogos, como Los asesinos, de Ernest Hemingway, no nos sirve el número de páginas.
Es interesante saber cuánto nos va a llevar la lectura de un cuento para satisfacer aquella preocupación de Edgar Allan Poe sobre la impresión de unidad y la consecución del efecto. El bostoniano sentenció que un cuento debía leerse de una sentada, y estipuló que el tiempo máximo que debe ocupar la lectura de un cuento es de una hora, lapso durante el que puede mantenerse la atención sin desfallecer (salvo para los pusilánimes que ha creado la LOGSE con clases de cincuenta minutos).
En la era de los procesadores de textos y de las páginas web carece de sentido hablar de páginas. Primero porque cada cual formatea páginas según le baraja el naipe: márgenes, interlineados, espacio entre párrafos y tamaño de la fuente alteran el resultado (y la propia fuente, con su kerning particular).
Segundo porque con un clic podemos saber el número de palabras de un texto. La informática arroja el resultado casi antes de que soltemos el botón. Incluso podemos ver crecer el número según escribimos el cuento en el procesador de textos.
En tercer lugar porque distintas herramientas de lectura maquetan las páginas según criterios diferentes y personalizados. Las páginas de un cuento leído en un archivo epub dependen de la configuración del lector (de nuevo márgenes, interlineado y tamaño de la fuente). En una web, el scroll vertical evita los saltos de página. Y de paso perdemos la percepción del número de páginas que ocupa un cuento.
Lo ideal, como dejó dicho Poe, sigue siendo leer el cuento en una tacada. La velocidad de lectura media se calcula en 240 palabras por minuto. Vienen a ser mil palabras leídas en cuatro minutos. Sabiendo el número de palabras, tanto si leemos en papel como en digital (PC, táblet, eReader o smartphone), podremos saber de antemano si disponemos de tiempo para leer el cuento de una sentada.
Desde hace tiempo anticipo en mis cuentos el número de palabras. Y empezaré a hacerlo en los que ya tengo escritos. Quizá debería añadir el tiempo estimado de lectura.
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