Son muchos los críticos y los expertos —cualidades que no siempre se dan en la misma persona— que aseguran que el cuento está próximo a la poesía. Yo siempre he creído que el cuento estaba más próximo a la novela y al teatro. Aunque no se dan en mis cuentos, entiendo las razones que existen para conectar cuento y poesía.
Si estoy en lo cierto, el cuento estaría en el centro de una i griega, donde convergerían los tres géneros literarios clásicos: lírica (poesía), dramaturgia (teatro) y narrativa (novela).
Rizaré el rizo y dibujaré un tetraedro regular:
En cada ángulo de esta pirámide situaremos uno de los cuatro géneros literarios actuales… los tres ya expuestos más el género didáctico.
Entre otros subgéneros, la fábula pertenece a la didáctica literaria. Y es obvio que el cuento también se halla próximo a la fábula.
Por tanto, el cuento estaría en algún lugar cercano al centro de gravedad de figura geométrica tan estable como es el tetraedro regular.
Las historias que tanto nos gustan podemos escucharlas, leerlas o asistir a su representación. El cuento se disfruta de todas estas formas. La oralidad es el vehículo de la mayor parte de las historias que nos llegan a diario. Quien sepa leer entenderá un cuento. También nos gusta ver historias en el teatro, el cine o la televisión. Muchos son los cuentos que se han convertido en guiones de cine, muchos más de los que sospechamos.
El cuento está por todas partes desde siempre. Perooo… Un momento…
¿Por qué escribo lo que antecede cuando estoy convencido de que la reticencia del lector de narrativa a leer cuentos tiene más de mito urbano que de realidad? Claro que hay lectores a los que no gustan los cuentos. Pero de tanto dirigirnos a ellos los hemos convertido en legión cuando en realidad son rarezas.
Al que no le gusta la sidra beberá cerveza… o café. Y entablaremos debate con ellos sobre las historias contadas en una tertulia, alrededor de una mesa.
Esta misma entrada quería abundar en la idea de que hay que reivindicar el cuento, pero es una idea absurda.
Lamentándonos constantemente convertimos al cuento en el pariente pobre de la literatura.
Lamiéndonos siempre una hipotética herida no se avanza.
Defendiendo continuamente el cuento ponemos al lector no avisado a la defensiva.
El lector ávido de historias leerá cuento y leerá novela sin hacer distinciones.
No se trata de que los lectores militen en el cuento. Y mucho menos en contra de la novela.
Si lees cuentos, cuentas cuentos, o escribes cuentos… sigue haciéndolo. No busques medallas.
Demos cuentos y dejemos de demandar atenciones. Construyamos sin explicar a todas horas por qué lo hacemos y qué se pierden quienes no leen cuentos. ¿A qué lector le importa que el cuento sea más antiguo que la escritura? Con tanto teorizar conseguimos que parezca que para leer cuentos hay que sacarse un máster en cuentología. ¿A cuántos lectores de narrativa les importa la historia de literatura?
Queriendo explicar lo que no necesita explicación generamos un entorno viciado.
Ya está bien… Dejemos de justificarnos y de pretender vivir en la quintaesencia literaria.
Y llamémosles cuentos y no relatos. No existe ningún género literario llamado relato. Relato es un hiperónimo para cuento, para novela, para biografía…
Si alguien cree que sólo son cuentos los de temática infantil, démosle un cuento para adultos teniendo en cuenta sus gustos (no necesariamente erótico, ni bélico, ni terrorífico…).
Y si alguien te dice que no le gustan los cuentos, ¡pues leche!, invítale a cerveza y no insistas para que beba sidra.
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