Voy a llamar castellano a lo que en el artículo que quiero comentar llaman español. Entiendo que para el extranjero nuestra lengua es el español, y entiendo que cualquier español sabe que nuestra lengua es el idioma de Castilla.
Parece ser que el presidente Macron se ha dado cuenta (o alguien se lo ha dicho) de que el idioma va a convertirse en una gran baza económica. Perdida la batalla tecnológica y mercantil contra el inglés, el francés pugnará por ganar francófonos.
El presidente Rajoy ha respondido que hará lo propio con el castellano (quizá su propuesta coincidiera en el tiempo con la del mesié).
Ignoro qué son capaces de hacer en Francia. Pero conozco la mediocridad instalada entre los políticos españoles. Y tengo mis razones para desconfiar de nuestras Administra(i)ciones. De momento el presidente Rajoy tiene abandonada a la RAE, presupuestariamente hablando. Aunque ayer anduvo por el Premio Cervantes, que es donde estaban las fotos del día (y la presidenta Cifuentes).
Perdido en sus guerras intestinas y en la batalla gubernamental por las cuotas de popularidad política, este presidente (cualquier presidente de la democracia ha sido peor que el anterior) será incapaz de jugar correctamente la gran baza del castellano en el mundo. Y eso que tiene la partida ganada: por ser mano, por tener más puntos y por disponer de las mejores cartas.
El artículo nos dice que la mayoría de extranjeros aprenden castellano por motivación personal.
¿Y qué puede ofrecerles el castellano a todas esas personas? Turismo de sol no, porque llegan a nuestro país y no salen de sus propios guetos nacionales; y en los paradisiacos países latinos no abandonan la finca hotelera. No necesitan el castellano…
Creo que esa motivación personal es nuestra cultura, canalizada en sus diferentes vertientes.
Nuestra literatura, nuestra filosofía, nuestra historia…
Nuestro proverbial carácter abierto y participativo, nuestra rica gastronomía…
Nuestros monumentos, nuestros paisajes…
Nuestra particular forma de entender la vida, a mitad de camino entre la incuria tropical, la sobriedad nórdica y la laboriosidad asiática…
Levante la mano quien piense que el presidente Rajoy será capaz de montar un mecanismo que implique todo aquello que el castellano puede ofrecer a un extranjero y venderlo.
Ineficiente, invertirá dinero en congresos, exposiciones, ferias y mercados… Mientras, el presidente Macron dará valor intrínseco a su idioma, que es el idioma de la seducción, no lo olvidemos.
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