Hace tiempo que no leo nada de Reverte. He dejado de leerle hace meses, cuando me pareció notar que este hombre había mutado en personaje, y que se produce como tal y no como un autor. Aunque cada cual está en su derecho de expresarse como le venga en gana, los personajes, aun tratándose del excelso don Quijote o de la eximia Lolita, son caricaturas de la realidad.
Hoy he picado ante un titular que me invitaba a leer lo que Reverte (personaje o autor) dice de la autocensura, de moda a raíz de las nuevas tecnologías: «Pérez-Reverte: «La autocensura nos está tapando la boca»».
¿Y qué dice de este tema? Pues que la autocensura es culpa de los demás… ¡Vaya!, esto es nuevo en Reverte. En lugar de decir gallardamente que no tenemos cojones para enfrentarnos a grupos organizados que se producen agresivamente disparando infección desde un forúnculo de una red social, Reverte culpabiliza a los otros.
Si algo es AUTO- a mí no me cabe duda de que la culpa es de uno mismo; maquillarlo no sirve de mucho. En una ocasión me regalaron un adagio: «No digas ‘me han hecho’; di ‘he dejado que me hagan'». Las soluciones comienzan asumiendo responsabilidades.
Yo escribo cuentos criticando lo que no me gusta de esta sociedad: el feminismo militante, la invasión inmigrante, el veganismo reaccionario, la estulticia del mascotismo… Sí, estoy harto de tanto perro en suelo urbano. El cemento y el asfalto no están hechos para los perros (ni para caballos, ovejas o bueyes, que hace años hemos retirado). [Y sospecho que las ciudades tampoco están hechas para los humanos, pero se supone que el animal que las construye tiene capacidad de análisis y de reprimir instintos].
He escrito sin autocensurarme… Quizá por ello mis cuentos no ganan ninguno de los concursos a los que me presento (no descarto que también sean solemnemente malos). Pero no me AUTOcensuro. Quien critica a su jefe y es despedido (o acosado, que es lo normal en la empresa pública) quizá debió autocensurarse. Pero si lo hizo con conocimiento de causa apuesto a que ve una persona íntegra cuando se enfrenta al espejo matinal, y se felicita por ello. Otros deciden ser perros que siguen al amo.
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