SARS-CoV GIL Aparecieron varios cadáveres en sus camas. A medida que avanzaba el día, se descubrían cadáveres en las esquinas y los portales. Por fin se les vio derrumbarse en plena calle. El virus se cebaba en los estúpidos y en los gilipollas, que olvidaban respirar. Racismo racista Los menas le cerraron el paso en la acera y entre los coches. Querían su móvil y sus zapatillas, pero dio un silbido. Del edificio bajaron compañeros con patas de cama, tacos del billar, cinturones, alguno con un extintor… Tras la sarracina sólo se escuchaban ayes llamando racistas a los estudiantes.
Nos encerramos en casa a todo correr, sin saber qué iba a pasar mañana, sin saber cómo iba a ser el día de mañana, sin saber siquiera si habría un mañana en el que poder vivir. Y escribí un par de microcuentos sobre el confinamiento. Pensé publicarlos al ritmo de la serie de microcuentos —un par de ellos por semana—, pero empezaron a salirme más y enseguida llegué a los veinte. Viendo que había alcanzado la treintena en un santiamén, decidí publicar dos por día durante el confinamiento. Por algún motivo no tenía mente más que para estos microcuentos —he llegado a publicar diez en un día—. Ni me apetecía leer ni tenía ganas de escribir nada. No es que el tema me atrajera… creo que el hecho de componer microcuentos me sedujo, un subgénero del cuento al que no había prestado más atención que la asistencia a un curso impartido por Sofía Rhei. Supongo que encontré un tema dúctil y maleable al que sacar punta. No tengo ni idea de si entre los 360 que he acabado escribiendo hay alguno con calidad. Quizá los primeros sean más flojos. Pero del conjunto estoy contento. No me apetece tenerlos distribuidos en…
Cometroles y cagabáratros Comía cristales que sazonaba con el ácido de las baterías. No imaginas a qué olían sus deposiciones, pero en cien metros a la redonda, ni fauna ni flora sobrevivían al mefítico vaho de sus efluvios. Paradoja Acusaba al prójimo de incitar al odio. Con su acusación, él incitaba al odio contra ese prójimo, y pretendía ser un salvapatrias.
Glotona Rosamunda comía con ambición, y acabó atoando una popa tan ancha que para entrar se tenía que escorar. Cuando se le escapó un cuesco en la oficina, hubo varios resfriados. Danza de Tragones De familia gruesa y obesa, empezó a trabajar en una carnicería. Barata la carne, los atracones familiares fueron monumentales. Las sobrinas tuvieron que hacer un curso para aprender a caminar y respirar a la vez.
Siete meses Recostado en la cama, vio pasar la mañana. Dejó que la tarde desfilara también ante sus ojos. Cuando llamó la noche, salió de la casa y aún no ha vuelto. Diversión eocena En Internet no encontraba nada interesante. Buceó entre los mil canales de pago, radios incluidas, pero tampoco había nada que le satisficiera. Aburrido, rebuscó entre las cajas del garaje, rescatando una versión completa del Quijote. Lleva tres relecturas seguidas.
Derechos Denunció al colegio por subir a la web escolar unas fotos donde se veía la cara de su hijo, pero su avatar del WhatsApp era un primer plano del nene… Y estaba suscrita en un sinfín de grupos. Formas de romper –Si me dijeras que me quieres, iría a la luna para traértela. –Te quiero, bobo… »…y ahora vete y traémela, (BOBO…).
Mezquino Del camino que lleva a su casa se desprende grijo que cubre la carretera. Cuando baja del coche, con el pie arrastra la gravilla hacia el camino. Aparenta ser buen vecino, pero su motor es la avaricia. Insociable No le gustaba el fútbol, no le gustaban los toros. No le gustaban las mujeres, no le gustaba la tele. No le gustaba leer, no le gustaba la música. No le gustaba viajar, no le gustaba pasear. Se murió de un des-gusto.
Fray Angélico Era tan cándido que en el colegio siempre le timaron cromos. Buen chaval –decían de él–, aprendió a usar su carita angelical para ganarse la voluntad de los vecinos. Ayer se metió en política y hoy ha sido pasto de los cangrejos rojos. Dama Roja Creció dando tumbos y abriéndose horizontes. Se conquistó a sí misma el derecho a ser llamada señora. Pero la universidad de la vida no la preparó para entender los pliegos que firmaba.
Obeso permanente Cada día, después de comer, daba cuerda al reloj metódicamente. Estaba tan regordo que el médico le había prescrito hacer ejercicio después de las comidas. A la moda Al medio siglo llegó a ser alcalde de un municipio circunvalar. Sin carnet de conducir, aún vivía con los padres. Nunca se le vio con hembra… ni con varón. Sin la responsabilidad de alimentar hijos, fue de viejo que aprendió a encogorzarse. El Ayuntamiento acabó cerrado.
Conflicto Llegó tarde al entrenamiento y encontró cerrada la puerta de los vestuarios. Se encaró con el encargado porque era la mujer de un concejal. –Ya le explicarás a tu marido dónde has estado y por qué llegas tan tarde. Se calmó al instante aunque tenía cara de grajo. Animalismo 🦴🐕 Era amante de los perros. Y los perros la amaban a ella. Compraba los botes de mermelada por gruesas. La identificación llegó tal extremo que le quedó cara de galga.
Parece que los señores literatos han desencadenado una absurda guerra por ver quién tiene el triste honor de ser el padre del microcuento más corto del mundo. Rozando el absurdo, se comienza a contar, no las palabras, sino las letras y hasta el título. Propongo mi modesta contribución a esta memez superlativa y minimalizante. Contribución que espero que sea definitiva y zanje la chorrada literaria de finales del siglo pasado y comienzos del presente. Para que se me entienda, lo dejo escrito en formato ficha: Título: Texto: Y… Resumiendo: en total una sola letra y un signo ortográfico, que a pesar de ser triple vale tanto como el punto final, es decir, 1 ítem. Salvo que alguien prescinda del punto final en su glorioso nano-mini-microcuento, faltando así a las normas de ortografía, me temo QUE HE GANADO. Porque un signo ortográfico solo o una página en blanco, en puridad no son un texto. Y ahora sí… punto final.