Cabezón Voy a un comercio del barrio. Llego por un lateral, y cuando voy a entrar sale un viejo canijo y tengo que dar un salto atrás porque el tipo sale como un obús y con la cabeza por delante. La edad, pienso con pesar, no da sabiduría. Marifeminismo —Estábamos en la cocina. Mi mujer preparando la comida y yo haciéndome un piscolabis. Cuando cogí una cerveza de la nevera ella me pidió que le sacara dos huevos. Le saqué los míos y si le digo la verdad no sé qué hago aquí, señoría, acusado de machismo, maltrato psicológico y agresión sexual.
Perversión En democracia, el Estado que administra lo público lo dirige una empresa privada llamada partido político. Lógicamente reparte prebendas económicas entre sus ayudantes y colaboradores, y entre quienes tienen poder para extorsionarla. El dinero que reparte es del pueblo.
Las cosas claras LA OKUPACIÓN ES ALLANAMIENTO. Traga_perras 🦴🐕 En el parque dos felipanes llaman a sus perros: Tul, ven. Zuna, ven… y el tío hace un silbidito. Los perros continúan a su bola. Los amos van tras ellos, llamando y haciendo silbiditos. No sé para qué el paripé: si los canes vuelven será porque coincide, no porque obedezcan al llamado. Pero ellos siguen probando, por si toca…
«Ni la vejez da honorabilidad, ni la maternidad da madurez».
Tabaco —¿Te has fijado?: LOS HOMBRES DUROS NO FUMAN. Quienes fuman por la calle son las mujeres y los gañanes. Vida virtual en colisión Camino con mi novia. De frente una hobbit viene contra nosotros ensimismada en su móvil. Agarro por el brazo a mi chavala y nos paramos. La hobbit en lo suyo. Me interpongo entre ella y mi chica. La hobbit choca conmigo, rebota y cae de culo. ‘Bienvenida a la realidad’, le digo.
La listilla del bote La conversación gira sobre restaurantes de alta gama, y sentencio: «Donde mejor se come es donde tienen bancos corridos y serrín en el suelo». Una tipa sin vela interviene: «Eso no es cierto, yo en mi casa como muy bien». La miro con tristeza: «Cuando se hace una generalización los seres inteligentes asumen que no es cierta».
Brutos de ciudad Cuatro familias han alquilado aquí al lado una casita. Han estado gritando, chillando y berrando todo el tiempo, niños y padres, como cuando van al campo de fútbol. Han destrozado la paz del campo. Creen que a más ruido mayor diversión. Ignoro a qué han venido pero no han aprendido nada. Salvajes de ciudad Ahora que se han ido empiezo a entender… Con tanto grito y con tanto berrido se evaden de su vida miserable en un barrio infame, la olvidan y se creen felices, a salvo de ella… Pero la ciudad les aguarda…, paciente, para engullirles de nuevo. Y es la consciencia de ese inevitable regreso la que les lleva al salvajismo vacacional.
Tomando conciencia de pobre —Irse de vacaciones para tener que hacer la compra, la comida, fregar y hacerse las camas, son unas vacaciones de miseria.
El irrespeto El tipo mantiene una conversación con la pantalla táctil del cajero. Lleva rato botoneando y sin parar de toser con la boca abierta, sin poner la mano. Entro en la entidad bancaria y pido que me atiendan con mi tarjeta y mi dni. El motivo: me he dejado la clave en casa. Catetos de ciudad Cuatro familias alquilan una vivienda vacacional en el campo (no en el monte) y están rodeados de vecinos. Buscaban la paz y tranquilidad del campo pero no han disfrutado de ellas porque las han destruido con sus voces constantes. Volverán a la ciudad con el mismo nivel de sobreexcitación que traían.
Turisgueros borrascosos —Perdón, ¿me permiten unas preguntas? —Diga… —¿Están ustedes de vacaciones? —Sí, llegamos anoche. —Son ustedes de ciudad, pues. —De ***. —¿Y cuando están ustedes en la ciudad van dando estas voces por la calle? Yo voy a menudo a la ciudad y nunca he visto a nadie hablar a voces. Están ustedes en un pueblo, no en el monte. Igual es que creen que están en un parque de atracciones.
¿A qué salen? Colea el verano. Se van los urbanícolas con su hiriente crispación inherente. Adonde van, llevan incrustado su ritmo urbaniego: prisas, estrés, insomnio, exigencias, un reloj biológico que les aboca a madrugar, agresividad… Enmalahostiados por vivir una semana fuera de su hábitat, la realidad no les permite más… Paletos de ciudad Alquilan entre varias familias una vivienda vacacional en el campo. Estando de tertulia nocturna en el cenador, llega un ciervo volador y todos ríen la machada de aplastarlo con una zapatilla. Luego le piden a una de las niñas que lo tire a la finca del vecino «para que no vengan hormigas».