Ayer te ponía en situación. Hoy entro ya en el cuento español. Hemos visto las entrevistas que se hicieron en Café Chéjov con motivo de la pasada FIL de Guadalajara 2022 (México) a cuatro cuentistas españoles: Andrés Barba, José Ovejero, Marta Sanz y Aixa de la Cruz. Marta Sanz fue prudente, pero los otros tres se despeñaron por la ignorancia de su oficio y castigaron a la cuentística española, sobre manera Barba. En sus nombres te enlazo mi análisis de cada comparecencia ante las cámaras de televisión. Cabe señalarles porque se prestaron a ser el centro de la jalea televisiva, colocándose ellos solitos en el centro de la diana. Y ahí estaba laaguja para afearles sus declaraciones por falsas. Decir que no hay buenos cuentistas en España, cuando te están entrevistando como cuentista español, sólo se entiende desde los postulados de la leyenda negra que nuestras élites intelectuales han incorporado y repiten como loritos descerebrados. Ellos sí tienen obligación de conocer la historia literaria y cuentística de España y hay que exigirles que la expongan al mundo. No se puede andar blasonando de ser doctora de Teoría Literaria y decir públicamente que «En España hay muy poquita tradición de cuentistas»….
El género del cuento alberga un poder que preocupa a los gobernantes y también a los poderes que dirigen pero no gobiernan. Abriendo con esta declaración en frío y en seco supongo que sonará a una de esas afirmaciones tremendistas, apocalípticas, conspiranoicas… Pretendo atrapar tu atención. Espero que lo que expongo en este artículo te haga meditar en una teoría que no se te habría pasado por el magín. Allá por los años setenta, algunos poderes españoles impulsaron el borrado del cuento. No digo que fuera una empresa meditada pero sí consciente. De aquel lodazal ha quedado el actual tarquín que agosta el cuento (con el tiempo el tarquín acaba siendo excelente abono para los campos). Muchos siguen esa estela del ninguneo hacia el cuento sin saber por qué lo hacen: se limitan a repetir un eco que han heredado del pasado aunque así minen el suelo que pisan sin ser conscientes de ello. Es lo que hay… ¿El motivo del origen del borrado? La dinamita que acumula el género del cuento en sus líneas. Los poderes que mecen la cuna perciben el cuento en una escala que va desde incómodo hasta peligroso, pasando por comprometedor y subversivo. Imagina el…
Hace unas semanas, ante la insistencia de los anglófilos que ramonean libros de cuentos, contumaces en llamar relatos a los cuentos –muchos de ellos escritores y editores que deberían encarecer una palabra tan bella como CUENTO–, ensayé en llamar relatos a las narraciones que, muy al sabor anglosajón, no cuentan nada y tan sólo relatan una escena o un panorama. Sigo explicando este concepto a lo largo del artículo, que no quiero enroscarme como un uróboros, y avanzo como dicta la técnica del cuento. Me ha obligado una lectocuentista amiga —a toque de artículo digital— a recordar la conocida narración de John Cheever El nadador, que fue base del guión para una película que criticaba el fariseísmo y voracidad de la pudiente sociedad gringa en los pujantes años cincuenta y sesenta. Rememorando aquella lectura bajo el nuevo paradigma que he abierto (al menos para mi caletre, que no pretendo imponer criterio ninguno a nadie, líbreme el trueno de semejante insensatez), no sabía resolver si El nadador es cuento o relato. Así que lo he leído de nuevo (es lo que tienen los cuentos, la relectura pronta de una historia completa). Recuerdo que cuando leí este texto me gustó. Me gustó…
Llevo varios artículos diciendo que el cuento cuenta una historia que nos muestra el desengaño necesario para espabilar en la vida y que el relato no cuenta nada, tan sólo muestra una escena, un chisme, muy al modo de la literatura de la anglosfera, que existe para satisfacer gustos y no intelectos. Te recomiendo el audio de Jesús González Maestro que está al final de este artículo para entender las diferencias, diametralmente opuestas, entre ambos conceptos de literatura. Llevo años asegurando que se llaman cuentos y no relatos, y que hay cuentistas y no relatistas. Pero ante la insistencia del común aprovecharé el término «relato» para distinguir, desde el género del cuento, la literatura propia de la hispanosfera de aquello que les gusta en la anglosfera. Así, llamaré relatos a esos textos narrativos absurdos en su esencia porque no cuentan nada; a esa literatura que hace que el lector con un libro se sienta más contento que un tonto con una tiza; a esas lecturas que no buscan proporcionar una enseñanza sino entretener al lector para que sea feliz creyéndose inteligente por entender lo que lee, aunque lo que lee sean chismes y patrañas que sirven para mantenerle en la…
Me ha enviado una amiga cuentoherida un texto que se ha publicado a finales de septiembre del año pasado en una famosil web de consumo de libros. El epígrafe bajo el que publican el texto en esa web es el de CUENTOS, pero para introducirlo el becario del turno dice: «A continuación reproducimos un relato inédito de María Cabré, Infierno» (el destacado es mío). Queda dicho, pues, título y autora. Y también que para quien gestiona esa sección le da lo mismo cuento que relato. Los lectores en general y los críticos literarios en particular no tienen claro qué es y hasta dónde llega el género literario del cuento, y agrupan toda narrativa breve bajo la misma etiqueta: ‘relato’. Hasta ahora yo abominaba del hiperónimo «relato» para referirse sistemáticamente a los cuentos. Pero hace una semana he escrito una reflexión (podía haberla hecho más corta pero no me ha dado la gana) donde apunto que llamaré relatos a aquellos textos narrativos que no cuentan nada y sólo muestran una situación: los personajes se mueven por ella, pero NO OCURRE NADA; estos textos narrativos carecen de una de las señas de identidad del cuento: el acontecimiento. Muchas idas y venidas, muchas…
(…) Viene de Relatos de situación (2), donde te he hablado de los relatos ‘sin chicha’ que se generan en la anglosfera. No puedo terminar esta crítica a, y advertencia sobre, los relatos de la anglosfera sin declarar que entre sus filas encontramos cuentistas que por el tratamiento que hacen de las temáticas que tocan bien podrían militar en nuestra hispanosfera. Me estoy refiriendo a los autores del sur estadounidense que la crítica ha agrupado bajo la denominación de gótico sureño. En el enlace verás que las características que definen esta temática abre los ojos a una realidad social que no interesaba «al relato político» de la época (la carestía de formación, información y conocimiento, de educación, cultura y literatura, tampoco interesan al político de hoy). Si bien se apunta lo sobrenatural en la construcción del argumento, yo no he me he topado nunca con un cuento ‘sureño’ que lo emplee. Quizá lo de «gótico» sea extemporáneo, y sólo le haya caído el epíteto encima por lo sobrecogedor de su realismo (y a veces verismo). Pero ni asomo de algo sobrenatural o gótico en los cuentos que he leído de Flannery O’Connor, una de las emblemáticas escritoras sureñas. Ni en…
(…) Viene de Relatos de situación (1), donde te he hablado de la hispanosfera y de la anglosfera literarias. Es evidente que estas dos esferas (y no me refiero ahora a las estrictamente literarias) no son ámbitos estancos, herméticos, sino que mantienen entre sí una relación dialéctica: luchan y compiten tratando de anularse o cuando menos limitar a su contraparte y a la vez se complementan (aunque esto no es su intención). Ocurre que la anglosfera hace siglos, desde los tiempos del barroco español, tomó conciencia de su inferioridad y lucha contra la hispanosfera con todas sus armas, que incluyen desde el aparato del Estado, pasando por la propaganda, el descrédito, el soborno y la extorsión, hasta la mentira y el engaño que tan bien definen lo que representa su literatura y hasta podría decirse que su esencia misma (no existe mejor ejemplo de mentira, manipulación y propaganda que la leyenda negra). Después de tantos siglos de erosión hemos arribado a un mundo donde las apariencias, la mentira y el cinismo, o lo que en este siglo XXI llaman la posverdad, tienen tanto o más valor que la verdad y la realidad mismas, y nos hemos contaminado de ellas. Por lo…
Llevo tiempo diciendo que quienes llaman relatos a los cuentos lo hacen porque temen que les encasillen en lecturas infantiles… Pero también existen cuentos eróticos y a nadie se le ocurre tildar de sicalíptico y rijoso a quien lee cuentos. Si bien no se encuentra quien critique la novela, sí se encuentran detractores gratuitos del cuento. Otros desprecian el género narrativo por excelencia obviándolo por sistema. Pero quizá los que más daño hagan sean los que ocultan que los leen… Ya he explicado en esta misma bitácora, a raíz de lo visto y oído en el Encuentro Internacional de Cuentistas de la FIL de Guadalajara del pasado año, que algo se ha roto dentro del cuento. Tengo claro que el cuento necesita de una ‘dirección de obra’ que guíe su derrota para que los lectores de ficción se animen a sumergirse en la narrativa corta. Porque cuando se topan con cuentos febles, entiendo que se les quiten las ganas de seguir leyendo (a mí también) y dejen de valorar el cuento como lectura atractiva. Con experiencias negativas el lector se cuestionará la compra de un libro de cuentos: ¿y si le aburren, como los de la última vez? Entre las…
El Tao Te King sentencia lo contrario del título de esta entrada: «TODO CAMBIA, NADA PERMANECE». Pero se me ha antojado a mí que el TTK no habla de las costumbres de los humanos sino del devenir de la naturaleza. Y es que los humanos somos como el ajo, que nos repetimos y nos repetimos. Desde que la humanidad creó civilización, desde que se conformaron sociedades, la tecnología no ha logrado que cambiemos nuestros vicios y virtudes, nuestras costumbres, modas y manías. Mucho de lo que nos ocurre en el siglo XXI ya les ocurría a griegos y romanos. Como botón de muestra te traigo aquí un diálogo de Mariano José de Larra, autor al que algunos olvidamos por momentos y al que los críticos literarios no hacen mucho caso últimamente. Irá por modas y estará para tocarle a esta gran pluma española. Que te aproveche… Bienvenido al siglo XIX: El duende y el librero. Diálogo, de Mariano José de Larra (sátira – 821 palabras ≈ 4 minutos) —Buenos días, señor librero. ¿Qué le trae a usted por aquí? —Amigo, lo que a todo el mundo le hace ir y venir: el deseo de ganar la vida y, si se…