Resumen: El totalitarismo ha entrado en la cultura. Vivimos una distopía… hemos creado el peor de los mundos que podíamos crear (podemos imaginarlos peores, pero siempre habrá fuerzas que lo dificulten). Antecedentes: Quien haya leído 1984, quizá la más famosa novela de distopía, recordará el Ministerio de la Verdad, donde trabaja el protagonista Winston Smith. En él, sus funcionarios se dedican a falsificar la verdad histórica, alterando o eliminando documentos para que la verdad oficial coincida con las informaciones a que tiene acceso la población, y viceversa. En el Miniver se reescribe continuamente la historia según convenga en cada momento a los intereses del gobierno (o a las personas que dirigen el gobierno). Orwell denuncia con su novela (escrita en 1948) el totalitarismo. Ya lo había hecho tres años antes con Rebelión en la granja, fábula en la que los jerarcas manipulan las normas autoimpuestas por la comunidad, aunque en esa ocasión sus acertados dardos iban dirigidos al totalitarismo izquierdoso. No es necesario recordar que el mundo se despertaba en aquellos años de la pesadilla del totalitarismo derechoso. Y es que el totalitarismo es ambidextro (y ladino, y taimado). Actualidad: Han pasado setenta años y el género de las distopías…
—Llevo días dando vueltas a la idea de reflejar gráficamente la infraestructura de un cuento. Sabes que, por definición, las infraestructuras no se ven; extrayendo un diagrama veríamos el armazón sobre el que está construido el cuento. »He pensado basarme en seis parámetros que constituirían el genotipo del cuento para que aflore visualmente la construcción interna de cada uno. Seis puede ser una cantidad apropiada. Dibuja un hexágono y traza sus radios, Catón. —¿Estás seguro de que servirá para algo? —Pues no lo tengo muy claro; quizá acabe siendo una fábula milesia más, pero tengo una idea en mente. —No me hagas trabajar en balde: ¡cuéntamela! —Verás… Con este trabajo obtendremos para cada cuento una figura dentro del hexágono. La idea es que cuanto mayor sea su área más se ajustará el cuento analizado a los parámetros considerados clásicos en la narrativa. —Pero no entiendo qué utilidad tendrá. —Quiero obtener las gráficas de una quincena de cuentos para compararlas. Hemos de elegir con cuidado esos quince primeros cuentos. Al final veremos si podemos sacar conclusiones analizando cada genotipo. —Bueno… Con esto que dices… quizá sí tenga alguna utilidad. Dime qué voy haciendo. —Ve nominando los radios. Comienza con el que…
El maestro cuentista Meliano Peraile defendía que un cuento debía tener entre 3 y 10 páginas. Era su estándar de cuento. Cierto que hay cuentos de más 30 páginas (ya expliqué en Cuánto cuento cuándo estamos ante un cuento independientemente del número de páginas). Hoy toca contar. Es normal que en la época del maestro conquense primara el número de páginas como medida de la extensión de un cuento. La máquina de escribir, tecnología de la época, producía páginas estandarizadas con una letra monoespaciada (donde ocupa tanto espacio una «i» como una «m»). ¿Quién iba a detenerse a contar palabras una a una? El número de líneas por página (a doble interlineado según el estándar) y el ancho de los márgenes formaban parte de la norma. Ponderando la media de palabras por línea y un par de multiplicaciones se obtenía el número aproximado de palabras de un cuento. Para resolver ecuación tan inexacta era más rápido considerar el número de páginas para una única multiplicación, calculando una media de 500 palabras por página. Peeero… Si maquetamos un cuento para imprimirlo en papel, entonces debemos conocer el número de páginas que ocupa para saber cuánto papel vamos a necesitar. Pero si…
Dejo unas segundas reflexiones sobre este mundo de la edición. Adelanto que no todo van a ser tirones de oreja. Llevo enviado el manuscrito a poco más de un centenar de editoriales. Sobre un 20% se han tomado la molestia de contestarme; o bien el manuscrito no entraba dentro de su línea editorial (siempre cabe la posibilidad de caer cuando están tratando de dar un giro a esa línea editorial; y precisamente una ha respondido con ese mensaje) o se han tomado la molestia de explicarme los motivos por los que no pueden leer mi propuesta. Se agradece y mucho. También se agradece a los que no han respondido nada: sabiendo que están ahí ya me satisface. Por supuesto a los primeros les agradezco doble y triplemente la respuesta negativa que además, en media docena de casos, ha sido amable, cálida y alentadora. (Y cuatro respuestas han sido para decirme que lo van a leer). Y ahora sí, el tirón de orejas, pero para nadie en especial. Un tirón de orejas patrio. En España tenemos tendencia a copiar lo que vemos en otros países sin detenernos a estudiar qué hace que allí funcione. Dejé constancia de ello en muchas ocasiones…
Otro punto de vista sobre la obsesión feminista: Lo dejé escrito en un artículo que me publicaron en República de las Letras, la revista digital de la ACE. La propia Asociación Colegial de Escritores de España había planteado un seminario de poesía donde, entre otros objetivos, se anunciaba: (…) con este proyecto heterogéneo y plural se pretende dar la voz y el lugar que merecen a quienes, durante tanto tiempo, han sido injustamente silenciadas dentro de la necesaria recuperación de algunas de las mejores voces de nuestra poesía, en la línea de potenciar la igualdad y reivindicar la necesidad urgente de incorporarlas al canon usado en las aulas de los diferentes niveles educativos (…) Pues sí y no. Si esas mujeres fueron silenciadas por motivos políticos pero tienen calidad para acceder al canon, entonces sí. Pero si es para cumplir con paridades actuales, entonces no. Decía en mi artículo que es sano que se refleje una «generación hueca» para que nuestros descendientes se pregunten por qué no hay un número de mujeres con calidad suficiente como para figurar en el canon de la poesía española de la segunda mitad del siglo XX; a nada que investiguen (si son excelentes y…
Estoy tratando, por primera vez, de encontrar una editorial para un libro de cuentos al que llamaré CP (lo mismo subo la portada que me han hecho y se acaba el misterio). Nunca jamás me había interesado publicar en papel. La web y los epub satisfacen mi ego, aunque los lectores son escasos. Y mi agenda de familiares y de amigos, y de amigos de familiares y de familiares de amigos, cumplen a la perfección con mi necesidad de ser leído. Pero este cuentario tiene un mensaje, y son varias las personas de mi agenda que me han insistido en que intente publicar. Pues bueno, me he dicho, una aventura más. Lo logre o no, estoy comprobando cómo se mueve este mundillo editorial. De momento me da para dejar aquí cuatro reflexiones a bote pronto. 1) Percibo en el sector editorial cierto rechazo al mundo digital. Es mejor enviar tu trabajo en un arcaico PDF que en un ágil EPUB. Si envías un libro digital levantas recelos. Entendería que un manuscrito en EPUB es mucho más fácil de leer (lector digital, PC, imprimir), y de distribuir a los lectores profesionales. 2) Las grandes editoriales me parecen anquilosadas en el siglo…
Como diletante del género del cuento, como ludotecario titulado y como rolero veterano, siempre he tenido claro que los juegos de rol (JdR) pueden utilizarse como una eficaz herramienta educativa. Nuestro Ministerio de Educación (España) mantiene una página en su insondable web donde recomienda su uso en las aulas (→web del ministerio). Pero cuando emprendí este proyecto no sabía de nadie en mi país que los hubiera utilizado adecuadamente para alcanzar objetivos curriculares. ATENCIÓN, la sede web del ministerio ha sido modificada; en consecuencia la página enlazada arriba no aparece. Mientras averiguo si el ministerio ha reubicado esa página web, subo a mi dominio la copia offline que tenía guardada en previsión de esta contingencia. Pincha aquí para ver la página tal y como estaba en su día. § Tras una muestra de ludificación del aula con motivo de un intercambio cultural internacional en el IESO El Sueve, de Arriondas (Asturias), me propusieron una actuación similar para la asignatura de Lengua Castellana y Literatura (LCyL) en los cursos de 1º y 2º ESO (secundaria). Decidí valerme de los JdR. Me centré en mejorar las técnicas de narración de los educandos —objetivo curricular para esos cursos (→PDF; página 357 y ss….
Escribe Enrique Vila-Matas en la sección cultural de un diario de tirada nacional un artículo en el que parece criticar que el escritor hable de su obra: «No he venido a hablar de mi libro«. El título del artículo parodia o/y parafrasea la famosa intervención de Paco Umbral en un programa de Mercedes Milá («Queremos saber», Antena 3, 1992) requiriendo atención hacia el libro que acababa de publicar (parece ser que porque así se lo habían prometido): «Mercedes, yo he venido a hablar de mi libro» (y no de cosas que me traen sin cuidado). Existe grabación de otra intervención anterior de Umbral en tertulia con Camilo José Cela y con el doctor Palacios Carvajal, en un programa de Jesús Hermida («A mi manera», TVE, 1989) donde se queja de las desacertadas preguntas de los entrevistadores hacia los premios literarios. Umbral postulaba ante Cela, quien asentía, que a un premio Nobel de física no le preguntan por banales cuestiones de actualidad sino por su premiada aportación al mundo y a la sociedad, pero que un escritor es requerido a dar su opinión sobre cuestiones político-sociales en las que únicamente podrá dar su opinión «de ciudadano de a pie». Un escritor…
Hoy publican en la web de la Asociación Colegial de Escritores un artículo que les he enviado a raíz del revolú que se ha montado con las aseveraciones del Club PEN Internacional sobre la falta de libertad de los escritores en España, y lo he titulado Caminando con gigantes en clara alusión a la famosa frase de Isaac Newton (aunque existen dudas sobre si él fue el creador de sentencia tan visual).