¿A qué salen?
Colea el verano. Se van los urbanícolas con su hiriente crispación inherente. Adonde van, llevan incrustado su ritmo urbaniego: prisas, estrés, insomnio, exigencias, un reloj biológico que les aboca a madrugar, agresividad… Enmalahostiados por vivir una semana fuera de su hábitat, la realidad no les permite más…
Paletos de ciudad
Alquilan entre varias familias una vivienda vacacional en el campo. Estando de tertulia nocturna en el cenador, llega un ciervo volador y todos ríen la machada de aplastarlo con una zapatilla. Luego le piden a una de las niñas que lo tire a la finca del vecino «para que no vengan hormigas».
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