Yupii (o Yolii), una nueva librería

8 de noviembre de 2023
La ideología es la organización emocional de la ignorancia colectiva
Jesús González Maestro

 
Se ha reabierto una antigua librería en Oviedo y los comentarios son los de siempre: qué bien…, ya era hora…, ya tengo dónde comprar libros…, enhorabuena…, excelente noticia…, siempre es una alegría que abra una nueva librería… Todos de este tenor sinsorgo.

Luego, comprar –lo que se dice rascar la cartera– ya es más complicado porque los pisos son cada vez más pequeños, los libros siguen ocupando sitio y pesando un quintal (cosa que sabemos quienes nos hemos fajado contra varias mudanzas, propias y ajenas), y, además, cada vez al común le cuesta más esforzarse en leer algo que le ponga a pensar.

► La histórica librería Ojanguren de Oviedo renace como Matadero Uno: «Estar aquí es un plus sentimental para el proyecto».

Mucho sentimentalismo en declaraciones y comentarios para lo que de facto no es más que un proyecto económico y empresarial que, dicho sea de paso, antes de abrir ya ha cosechado un premio regional por la iniciativa. Y es que esta librería nace con un marcado olor político. ¿O se dice color político…? (depende, creo, de lo marcado de la tendencia).

El negocio —el sentir de los socios— se inclina hacia esa capa de la sociedad que protesta porque los que trabajan tienen dinero (además de los ricos por el hecho de serlo), y que pide a voces que la cultura sea gratis… idea que choca con la apertura de un negocio cultural.

Estos cuatro socios —salvo que sean dos parejas se atisba complicado que una librería sesgada a babor dé para tantos, y menos cuando su público objetivo demanda cultura gratuita—, digo que estos cuatro socios le han echado dos roncones (como buenos asturianos) y han sembrado con su oferta cultural y su propuesta comercial los medios de comunicación regionales y hasta algunos nacionales de igual signo. En los días próximos a su apertura ha habido un contenido maremoto mediático. Hay que reconocer que se lo han currado. Y ahora que se han situado en el imaginario colectivo, llega la campaña de navidades.

Pero con toda la bienandanza que les deseo, la aventura me temo que nace con criterios escasos de rigor. Te espigo una declaración de la socia que dice ser escritora (creo que es periodista que ha escrito algo de corte literario):

«Abrir una librería siempre es un gesto de amor, nadie abre una librería para hacerse rico. Abres para (…) que siga habiendo espacios físicos donde se pueda hablar de libros», resume Leticia Sánchez.

Puede que a un librero le interese «hablar de libros» (de medianiles, de guardas y tejuelos, de lomos, tapas y portadas), pero un buen lector preferirá hablar de literatura, y a un muy buen lector le gustará, además, hablar de la cocina del escritor.

Por cierto, que tras leer y releer la frase del titular, no le encuentro sentido, salvo que suponga un plus para haberse ganado las voluntades de quienes les han otorgado un premio insustancial. O quizá sea este el ideario sintáctico de las nuevas formas buenistas de expresarse y que a mí me pillan cansado.

Otra frase que me hace pensar:

El día 2 de noviembre será la esperada inauguración oficial de Matadero Uno. Abrirán a las 10.00 horas de la mañana y será «una jornada de puertas abiertas para que todo el mundo pueda conocer el proyecto y, si compran, pues mejor que mejor», concluye Jorge Salvador.

¿Pero es que después de la inauguración no va a tener este negocio «las puertas abiertas» para todo el que quiera pasarse a curiosear? ¿Habrá que sacarse un carné para entrar, pues? Quizá sólo sea que quienes se dedican en este nuevo siglo al negocio de la cultura carecen de la capacidad de expresarse con propiedad, con corrección y concreción.

Son sólo unos matices. Como un matiz son Los Mundos de Yoli, hacia los que parece escorarse la populista y ahora populosa librería. Ya advierte el refranero de que «Donde tengas la olla no metas la po…ideología». Y es que eliminas de un papirotazo a la mitad de tus potenciales clientes (que en el mar azul de Oviedo quizá sean bastante más de la mitad). Sin embargo ya les han premiado «el proyecto».

Yo también digo larga vida a Matadero Uno, que toma el nombre de una novela para adolescentes de Kurt Vonnegut y del número del inmueble en el que se ubica (recuerdo que me gustó Matadero cinco cuando lo leí, pero según fui madurando se quedó encallada en los bajíos de mi juventud).

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