Cuando lees la archifamosa 1984 (Georges Orwell) te das cuenta enseguida de los oxímoros eufemísticos con los que se denominan los cuatro ministerios que rigen aquel vasto país.
(Si aún no has leído esta novela escrita en 1948 no sé a qué esperas para hacerlo… te abrirá una ventana por la que entender la sociedad en la que ahora mismo vives).
Desperdigados en Londres había solo otros tres edificios de tamaño y apariencia parecidos. Empequeñecían de tal modo la arquitectura de los alrededores que desde el tejado de las Casas de la Victoria se divisaban los cuatro a la vez. Eran la sede de los cuatro ministerios en los que se dividía todo el sistema gubernamental. El Ministerio de la Verdad, que se ocupaba de las noticias, los espectáculos, la educación y las bellas artes. El Ministerio de la Paz, a quien correspondían los asuntos de la guerra. El Ministerio del Amor, encargado de mantener la ley y el orden. Y el Ministerio de la Abundancia, que era el responsable de los asuntos económicos. Sus nombres, en neolengua, eran: Miniver, Minipax, Minimor y Minindantia.
El que más famoso se ha hecho en el imaginario colectivo es el Miniver, quizá porque en él trabaja el protagonista Winston Smith y vamos sabiendo de los tejemanejes que se dan en ese ministerio a lo largo de la novela, pero también porque quizá sea el más manipulador de todos: dice llamarse el Ministerio de la Verdad pero en él se reescriben continuamente las noticias, eliminando y reescribiendo las que no convienen a los intereses del gobierno. En realidad es el Ministerio de la Falsedad.
«Igualico, igualico» que en nuestros días, que diría la abuela de Agamenón, aquel garrulo de Villamulas del Monte.
En estos días tan distópicos en los que vivimos, el ministerio de la montaraz Montero se llama el Ministerio de Igualdad, pero en realidad es un lugar donde se promueven las grandes desigualdades sociales hasta darles categoría de ley, ensalzando a las minorías más patéticas al rango de normalidad. Si algo diferencia a una minoría es precisamente su escasa representación, pero no necesariamente su marginalidad.
Sonados han sido los patinazos de este Minigual. El antepenúltimo fue cuando quisieron acabar con el espectáculo de los enanos toreros, y fue precisamente el colectivo de estos trabajadores quienes mandaron a archivar monas a estas señoras vigilantes y garantes de la moral social, reconvertidas por gusto propio en la orwelliana Policía del Pensamiento.
Tenemos, pues, que el Ministerio de Igualdad es el Ministerio de Desigualdad, pues si a unos pocos se les otorgan derechos por encima de los demás, dejan de ser derechos para convertirse en privilegios.
Que existan puntuales desigualdades en algunos reductos no es lo habitual en la España del siglo XXI. Precisamente lo que hace noticiable tan lamentables actitudes es su rareza y excepcionalidad. En España como norma se respetan los derechos de las mujeres, de los homosexuales y de todos esos colectivos que en el Ministerio de Igualdad ha decidido que están oprimidos, acondroplásicos taurófilos incluidos.
Quizá, en un ejercicio de contorsión, el razonamiento se muerda la cola: «veamos primero qué necesitamos y luego decidimos cómo actuar«. Nos topamos así con que para garantizar el sueldo de todas las almas que dependen de ese novísimo ministerio es necesario que existan problemas, y elevan a rango de drama social cualquier acto que para ellas resulte repudiable pidiendo que sea punible. La anteúltima ocurrencia ha sido castigar las miradas impúdicas, como si de la Inquisición se tratara. En el caso anterior se les mezcló la acondroplasia con la tauromaquia, que es otro de sus sempiternos tabúes.
Así están las cosas cuando salen con que hay que facilitar la baja a las mujeres con menstruaciones dolorosas:
La nueva número dos de Montero plantea la baja laboral por menstruaciones «difíciles».
Yo estoy totalmente de acuerdo con esta propuesta. Habrá que «delimitar qué es difícil» y «cuantificar el dolor», además de establecer «el grado de resistencia de cada persona». Quizá deberían pensar en el Minigual que si no se ha hecho hasta ahora no ha sido por discriminación sino por la dificultad que entraña normativizar un aspecto tremendamente subjetivo. Inspección de Trabajo no te mantiene la baja porque refieras dolor… Tiene que ir acompañado de otros síntomas visibles: hinchazón, anquilosis, rigidez, rotura… Si te han amputado una mano tampoco te mantienen de baja porque dicen que no se espera mejoría, lo cual es cierto.
Estoy a favor de esa norma, pero que no hablen de los derechos de la mujer, porque este será un privilegio de ser mujer.
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