Los Picapiedra españoles continúan con su labor de demolición, como hacen los picapedreros. Estos días nos han dicho que el gobierno español ha llegado a un acuerdo con los representantes catalanes para que el castellano o español deje de ser lengua vehicular en la enseñanza en Cataluña.
He sostenido varias discusiones a cuenta de esta noticia con amigos que no entienden mi postura. Yo felicito a los catalanes porque se siguen moviendo en la dirección de sus ideales. Igual sus creencias no coinciden exactamente con las mías, pero a fe que debo felicitarles por su tesón y por utilizar las herramientas a su alcance para lograr sus objetivos. A eso se le llama eficiencia.
Yo aporto mi granito de arena para que el castellano siga creciendo en Internet. Con artículos de opinión como este y con cuentos como el que he subido el pasado día uno y el que subiré el próximo mes. Al menos produzco, haciendo crecer la web hispana, y no pierdo tiempo en levantar la voz. Pero mis amigos, después de dar voces, han ido a la página de deportes para ver cómo van las cosas en el Barça. Y con todo su derecho, oye. Que da igual que se preocupen del Barça o del Hertha de Berlín.
Si lo que les priva es el deporte, a qué viene rasgarse las vestiduras hoy por que el castellano vaya a perder siete millones y medio de hispanohablantes.
Ignoro qué hacen por la implantación del castellano los que valoran las bondades de mi idioma (la lengua literaria por excelencia).
Los Reyes Católicos, que no eran nada tolerantes (como nos recordaba Pérez-Reverte), vieron con mucha antelación que unificar las medidas, la moneda y la lengua otorgaba solidez, fortaleza y consistencia al país-nación que estaba por construirse. Y cuando caída de ultramar llegó la posibilidad de convertirse en un imperio resultó que las decisiones que tomaron habían sido adecuadas. No tendrían que lidiar con la unificación horaria, que me temo que los catalanes no tarden en pedir una hora diferente que la del resto de la península, lo que en puridad les corresponde. Así España tendrá tres husos horarios, aunque esa demasía no apareje grandeza.
Quizá los Picapiedraá españoles no alcancen a ver que la lengua es un importante motor económico, ni que la obligación de una sola lengua en todo el territorio nacional cohesiona y da fortaleza al país. Ah…, que el problema es el sustantivo «obligación», que suena franquista… Pero también tenemos «obligación» de pagar impuestos para sostener su pingüe sueldo y sin embargo ahí el sustantivo no les da picazón.
Me pregunto qué tiene que decir el Instituto Cervantes a esto de eliminar el castellano como lengua vehicular en la educación en Cataluña.
Orgánicamente el Instituto Cervantes está adscrito al Ministerio de Asuntos Exteriores, y ha abierto lo que (creo que) llaman embajadas culturales en varios países.
A partir de que el castellano deje de ser lengua vehicular en la educación en Cataluña, el trabajo del Instituto Cervantes debería comenzar a mirar también puertas adentro. Quizá, pienso, el Instituto Cervantes se vea obligado a abrir una embajada cultural en Cataluña… (!!). Y desde ese centro mostrar las bondades del castellano. Me temo que pasados unos cuantos años, cuando el castellano haya desaparecido de la sociedad catalana, los propios catalanes comenzarán a ver el castellano como lengua atractiva por motivos comerciales, culturales, turísticos, empresariales, políticos, sociales… E implantarán el español como lengua extranjera en detrimento del inglés.
Y en ese periplo me da que algo habrían perdido los alumnos de Cataluña, porque los planes de estudios no dan para mantener dos lenguas extranjeras, pues los derechos de los trabajadores docentes (ya no se llamarán profesores porque nada profesan) habrán avanzado hasta tener sólo diez horas lectivas a la semana (y los alumnos cuatro diarias).
Al final va a ser que dando un gran rodeo los Picapiedraá habrán conseguido por la vía de la tolerancia lo que no se iba a lograr por la senda del imposible diálogo contra fanáticos talibanes. Y vamos a tener que darles las gracias. Pero será muy al final.
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